Asistimos a una reacción
inquietante por los resultados electorales en Andalucía: los 12 escaños
de Vox parecen ya una mayoría simple de gobierno estatal, a completar
con las derechas de PP y Ciudadanos radicalizadas.
Partiendo de análisis
parciales que minimizan u obvian elementos decisivos, empeñados en
extrapolar a toda España lo ocurrido en los comicios andaluces. Con Vox
hasta en el agua que sale por el grifo, es imprescindible racionalizar
las especulaciones.
Tarea ímproba en este maremágnum de voces en torre
de babel. La formación ultraderechista filofascista –que lo es por más
que la laven – ha subido en votos sin duda. Y en Andalucía. En todo lo demás abundan las teorías incompletas.
El factor fundamental para el resultado electoral andaluz ha sido la
abstención. Relegar en las consideraciones que más del 41% de los
electores no acudió a votar es dejar el análisis radicalmente
incompleto. 400.000 votos ultras es un elevado número, 2.600.000
abstencionistas mucho mayor. Quienes faltaron a las urnas fueron
votantes de izquierdas, englobando ahí a Susana Díaz lo cual es
cuestionable.
Susana Díaz, además de su propia gestión, del cansancio
por un gobierno del mismo partido durante 36, añadía haber sido la
candidata que perdió frente a Pedro Sánchez. La que orquestó –entre
otros– la defenestración del entonces secretario general en una cacería
bochornosa y encima salió derrotada. ¿Cómo se puede obviar esto en los
análisis?
Unidos Podemos –aun teniendo en Teresa Rodríguez una candidata con el aire de la formación –
pagó sin duda las marcas locales que desdibujan a UP nacional. Los
evidentes cruces de protagonismos. Así parece sentirlo el electorado.
Es evidente que esta izquierda no responde en este momento a lo que
piden los andaluces. Y por eso se quedaron en casa sus seguidores. En
casa o en la calle. No en los colegios electorales para votar a otros.
Lo que ocurre en Catalunya también explica los resultados, pero no debe
en modo alguno transferir culpas a lo que hacen los andaluces con su
voto. Para el electorado de derechas que, según ha demostrado, prefiere
esa imagen de la unidad española –tan folclórica y hueca en la campaña, a
caballo y en vaca – a resolver sus problemas reales. Igual es que no los tienen.
Conocido el escrutinio, los 12 escaños de Vox parecen un triunfo
colosal. Cuando lo es relativo. El PP, habiendo perdido votos, se ve
reforzado en sus estrategias ultras. Y, en unión de Ciudadanos, que ha
perdido toda etiqueta centrista, se diría están a punto de formar
gobierno en Madrid. Y no es así.
Un poco de calma y
de racionalidad. Una cosa es el interés informativo indudable y otra
ponernos Vox en vena cada vez que se abre casi la totalidad de los
medios informativos. Y los lavados y perfumados. Es tan abrumadora la
reacción que hace saltar las alarmas. Como añorada agua de mayo ha caído
ese éxito.
Lo más granado del establishment reaccionario –presuntos progres incluidos – nos dicen el eslogan clásico del maltratador: algo habremos hecho.
Ahí tienen al académico Arturo Pérez Reverte, escritor "con agallas"
según proclama.
"Somos nosotros quienes extraemos al lobo por nuestra
propia estupidez", dice textualmente. Cuando el grave problema español
es que ha alimentado a la bestia franquista fascista criada en la
impunidad.
Este lunes se cumplían 70 años de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, nacida de una enorme
congoja y de un intenso deseo de que la barbarie fascista no se
repitiera más. Díganme qué tiene que ver Vox y las versiones de sus
colegas de la derecha, con estos principios irrenunciables. Los ataca con virulencia. Atiendan a lo que les están vendiendo por noticia, porque en muchos son caramelos envenenados.
Y la manipuladora asimilación con Podemos. Así, miles de franquistas se
sienten justificados. No, la ultraderecha no es democrática, la
ideología que defiende Podemos sí. Todo el arco ideológico lo es -aunque
no nos gusten algunas opciones-, salvo el fascismo que se sale de
todas. Y acaban de meterlo en las instituciones.
Los
resultados electorales en Andalucía no son extrapolables al resto de
España y para diferentes comicios. No todavía. Aunque se nota cómo se
está dibujando la táctica de la profecía autocumplida. Por frivolidad,
por vender audiencias e intereses, o con objetivos desestabilizadores y
de control de mayor alcance y peligro. Vox son los fachas de moda. Buena gente para políticos y periodistas afines. Su temerario programa electoral no pasa de cuatro niñerías para esta gente.
Y ya tenemos un nuevo elemento de controversia... y banalización.
Catalunya perenne desplazando todo lo demás. Vía eslovena, con unos
Balcanes crujidos de siglos de enfrentamiento, de heridas incurables que
afectan casi a cada familia, con crímenes de lesa humanidad
de por medio, no es comparable a Catalunya.
La vía escocesa que pide
Torrent, presidente del Parlament, se encuentra con el escollo de
gobiernos que no son como el de Cameron, paradójicamente, ni como una
Reina Isabel II británica que se mostró exquisitamente neutral en el
referéndum.
La reacción “centrista” del gobierno
Sánchez no es la solución si es lo que se busca. Torra no es el más
diplomático de los presidentes, como Borrell no es el más diplomático de
los diplomáticos en funciones de tales. Grandes tragedias ocurrieron en
España sin movilizar efectivos de control de la envergadura prevista.
Enviar de nuevo piolines a Catalunya se inscribe en la estrategia de aplacar a la ultraderecha crecida con pozales de carnaza que la alimenta.
Ya cuesta repetir lo que precisamos para ahuyentar el peligro. La
inacción o las actuaciones equivocadas no dejan de agrandarlo. Desde la
política sí pueden, con acciones efectivas, siquiera cumpliendo lo que
se prometió. Desde el periodismo independiente también, brindando
información veraz y sin cargas externas.
El problema
es un ultracapitalismo que resuelve sus crisis con más abusos y que está
dejando una Europa en demolición. Tendría que primar la negociación, no
el enfrentamiento. Solo el diálogo puede salvarnos del futuro que viene
por sí mismo o prefabricado.
Algo fuera de la lógica está ocurriendo. Con los pies firmemente apoyados en el suelo, no pierdan el horizonte.
(*) Periodista
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