Cuentan las crónicas que aprovechando la tradicional copa de Navidad
que el presidente del gobierno español ofrece a los periodistas en el
Palacio de la Moncloa, Pedro Sánchez aprovechó para
hacer mofa de la división en el independentismo catalán y puso como
ejemplo que no se ponían de acuerdo ni a la hora de hacer una huelga de hambre ya que ninguno de los cuatro presos políticos de
Esquerra Republicana encarcelados ―Oriol Junqueras, Carme Forcadell,
Raül Romeva y Dolors Bassa― habían seguido los pasos de los otros cuatro
de Junts per Catalunya, que llevan 17 días en huelga de hambre este
lunes ―Jordi Sànchez y Jordi Turull― y 14 días Quim Forn y Josep Rull.
No parece bastar que se hayan explicado las razones personales de todo
ello. Lo importante es el regocijo en el escarnio que parece
hallar Sánchez de una manera permanente tras las elecciones andaluzas y
la debacle que sufrió, intentando desesperadamente pasar página de los
votos independentistas que captó para su investidura y sin los cuales no
habría llegado a la Moncloa.
Son muchos días en huelga de hambre para una frivolidad de esta
naturaleza por parte del presidente del Gobierno. Ni que solo fuera por
razones humanitarias, un comentario de esta naturaleza está absolutamente fuera de lugar.
No lo haría, en ningún caso, de cualquier otro preso político en huelga
de hambre en cualquier país del mundo.
Solo en el actual clima público
de linchamiento del independentismo catalán al precio que sea es
concebible una frase con tan poca empatía hacia los presos y los dos
millones de ciudadanos que votan a las formaciones independentistas en
las diferentes elecciones catalanas que se han venido celebrando.
Casi a la misma hora, The New York Times publicaba ―no era el único medio internacional― que los cuatro presos en huelga de hambre habían enviado una carta a una cuarentena de líderes europeos
para protestar contra el maltrato de los tribunales españoles. La
noticia señala que los presos acusan a la justicia española de demorar
indebidamente sus demandas de apelación para evitar que lo hagan a nivel
europeo.
La injusta prisión provisional que padecen los nueve presos
políticos catalanes les obligará a pasar por segunda vez las navidades en la prisión.
Que todo eso suceda sin que se haya celebrado el juicio es una
atrocidad y deja al descubierto lo que cabe esperar del Tribunal Supremo
en la causa general contra el independentismo.
No deja de llamar la atención que Sánchez tan pronto pida una reunión
a Torra el viernes como que se burle de los presos en huelga de hambre.
Uno podría pensar que no tiene ningún interés en la cita y menos aún en
desescalar el conflicto entre Catalunya y España. Y a lo mejor,
incluso, es verdad.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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