No recuerdo la última vez que José Montilla firmó junto al resto de presidentes de la Generalitat
que ha habido en Catalunya desde 1980 una carta conjunta a la opinión
pública. Y que en ella estampen también su firma los expresidentes del
Parlament vivos desde hace 38 años, cuando se celebraron las primeras
elecciones catalanas, tampoco. Igual, incluso, nunca.
Este miércoles,
las nueve personalidades de diferentes partidos políticos -bajo la
coordinación del síndic de greuges, Rafael Ribó- han hecho pública una
carta pidiendo a los presos políticos en huelga de hambre desde hace diecinueve días -Jordi Sànchez y Jordi Turull- y dieciséis Quim Forn y Josep Rull que pongan fin a esta situación.
El texto reconoce el éxito de la excepcional medida de fuerza
adoptada por Sànchez, Turull, Forn y Rull, la visibilidad que ha dado a
la situación procesal y el hecho de que la huelga de hambre haya
sacudido conciencias a nivel nacional e internacional. Lo firman como ex
presidentes de la Generalitat Jordi Pujol, Pasqual Maragall, José
Montilla, Artur Mas y Carles Puigdemont y como ex presidentes del
Parlament Joan Rigol, Ernest Benach, Núria de Gispert y Carme Forcadell.
También se ha añadido posteriormente al llamamiento el president Quim
Torra. A estas alturas, es poco discutible que la huelga de hambre que
se realizaba fundamentalmente para denunciar la paralización de sus
recursos de amparo que estaba llevando a cabo el Tribunal Constitucional ha
tenido efecto. Y que de seguir el TC los pasos que ha dado, los presos
políticos podrán iniciar los trámites correspondientes ante la justicia
europea por vulneración de sus derechos.
La huelga de hambre va a coincidir de pleno con el Consejo de Ministros del
viernes en Barcelona y es obvio que va a pesar como una losa en la
visita del Gobierno español a Catalunya. En las últimas horas, se ha
cerrado la minicumbre de gobiernos que se reunirá en el Palau de
Pedralbes en un formato excepcional ya que contará con la presencia de
los presidentes de España y de Catalunya así como de sus vicepresidentes
y de varios ministros y consellers.
Aunque quedan algunos flecos sobre
la cita de este jueves y no cabe esperar movimiento político alguno por
parte del Ejecutivo español a las demandas catalanas de celebrar un
referéndum acordado tampoco sería bueno infravalorar el encuentro.
La política tiene muchas pantallas y las victorias se obtienen con
persistencia e imaginación. El riesgo de dejar en manos del adversario
político la bandera del diálogo, santo y seña de todo
el proceso iniciado en 2012, el independentismo ha sabido conjurarlo.
Como discurra la reunión ya es otra cosa. La lástima es que piensen más
en la foto del diálogo que en el diálogo y en la negociación. Unas
palabras que en Madrid provocan un auténtico pánico.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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