Que Manuel Valls es un terremoto en la precampaña de
las municipales en la ciudad de Barcelona es bastante evidente. Que
tiene experiencia y medios económicos suficientes para ser el rival a
batir se irá viendo en las próximas semanas y meses. Que se equivocarán
quienes tiendan a ningunearle por su fracasada actividad en la política
francesa de los últimos tiempos es un aviso a navegantes.
El ya
aspirante a la alcaldía de Barcelona ha hecho este martes su puesta en
escena en un acto austero, sin presencia del mundo del dinero que tan
generosamente le está financiando la campaña y con un medido discurso,
cuidadosamente alejado de los cánones de Ciudadanos y de su ortodoxia en contra de todo lo estrictamente catalán.
Afable con el catalanismo y la lengua catalana, cercano a Pasqual Maragall,
al que dijo conocer desde hace muchos años y a su proyecto olímpico, y
gendarme de la Barcelona que necesita acabar con la inseguridad y la
delincuencia. Un triángulo que parecía recordar, en algunos aspectos, el
Josep Piqué que llegó para triunfar y fracasó al confrontarse con las
urnas.
Valls, no obstante, llega a la batalla electoral con las espaldas
bien cubiertas. Concentra alrededor suyo el mayor poder económico y
mediático del que ha dispuesto un alcaldable en los últimos tiempos.
Seguramente desde la época dorada de Pasquall Maragall. Nada que ver con
Joan Clos, Jordi Hereu, Xavier Trias y Ada Colau. Ahí es nada el apoyo
de las dos grandes plataformas privadas de televisión existentes en
España, Atresmedia (Antena 3 y la Sexta) y Mediaset (Telecinco y Cuatro), el entusiasmo de La Vanguardia, el diario de la burguesía catalana, y una cierta neutralidad de El Periódico.
También cuenta con el apoyo, poco importante en la práctica, de la
prensa escrita de Madrid. Con los primeros entrará con facilidad en los
barrios más difíciles para un candidato de Ciudadanos y con los
segundos se asegura una regularidad informativa en la zona alta de la
capital. A priori, una combinación perfecta. Seguramente, letal para una
alcaldesa en horas bajas y quién sabe si con un listón muy alto para el
independentismo si concurre excesivamente atomizado.
En cualquier caso, habrá que ver como resiste el suflé Valls una
campaña de casi ocho meses y con todos los candidatos relevantes en su
contra. Al menos, hasta Navidades no se podrá tener una idea clara de
cómo abordan las elecciones muchas formaciones. De hecho, lo que está
habiendo hasta la fecha en muchos partidos es más la expresión de un
deseo que una seguridad absoluta en que es el último movimiento. Que
nadie se engañe: las encuestas acabarán fijando el número de
candidaturas a disputar la alcaldía de Barcelona. Otra cosa serán los
discursos que iremos oyendo hasta el momento decisivo.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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