No, en verdad. Lo delictivo es considerar (y tratar) el independentismo como un delito.
Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Esperando a los bárbaros,
a propósito de la anunciada manifestación de muy y muchos españoles el
próximo 29 de septiembre en la Plaça de Sant Jaume, para homenajear a
los efectivos que repartieron estopa el 1-O con el glorioso resultado de
más de mil heridos/as. Sí, exactamente los bárbaros de Kavafis (que, al
final, llegan) y Coetzee. Puede parecer un poco duro decir esto de las
fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y en cualquier Estado
civilizado del entorno lo sería. Pero España no es un Estado civilizado
en el sentido de la tradición occidental. Quizá en algún otro que se me
escapa.
La prueba es la exclusiva de hoy de elMón.cat titulado El "¡A por ellos!" judicial
sobre lo que dicen jueces y magistrados en su foro de internet sobre el
independentismo catalán. Si después de leerlo alguien cree que la
columna es dura, podemos debatir. Esos policías y guardias civiles
vienen a Catalunya a cumplir órdenes, indicaciones, deseos de unos
funcionarios judiciales que, por el odio que desprenden, están
radicalmente inhabilitados para la función jurisdiccional.
Simple
y llanamente, pasando por encima de todas las declaraciones de
derechos, la conciencia jurídica de la época, la doctrina universalmente
admitida y la jurisprudencia planetaria, estos "jueces" y "magistrados"
consideran que una ideología política independentista esencialmente
pacífica, no violenta, es un delito.
¿Qué justicia cabe esperar en España?
Aquí el texto del artículo en castellano:
Esperando a los bárbaros
Para
el próximo 29 de septiembre hay anunciada una manifestación españolista
en la Plaça de Sant Jaume. Esta convocada por Jusapol, una organización
teóricamente concebida para apoyar la equiparación salarial de las
policías estatales con las autonómicas. No obstante, como se ve, también
incita a la acción política directa en un clima de crispación y
enfrentamiento con el obvio ánimo de intensificarlos puesto que, para
esa fecha, la plaza estará ocupada por los independentistas en apoyo al
gobierno del MHP Torra.
La
manifestación se hace en apoyo y homenaje a los agentes de la guardia
civil y la policía nacional que el 1-O se dedicaron a aporrear
salvajemente a la población pacífica con un saldo de más de mil heridos
que todo el mundo ha podido comprobar. Es imposible imaginar un
propósito más colonial y provocador. Los mismos que cometieron los actos
vandálicos aquel día y por los cuales ya hay media docena de ellos
imputados en los tribunales, o sus compañeros, pretenden humillar de
nuevo a las víctimas, imponiendoles su indeseada presencia en homenaje a
los apaleadores y sosteniendo que tienen un objetivo común cuando el
suyo fue aniquilar por la fuerza bruta el de los otros y sisn
conseguirlo, por cierto.
La
responsabilidad de los convocantes y de las autoridades que no impidan
esta planeada agresión a la convivencia ciudadana será enorme. Porque no
se trata del ejercicio legítimo del derecho de manifestación de unos
ciudadanos normales con un punto de vista propio. Se trata de una
manifestación convocada por una asociación de funcionarios armados a la
que se invita a acudir a otros funcionarios armados y sin que esté claro
ni garantizado que a ella no concurran estos de paisano pero con armas y
con intención de provocar altercados y violencia como ya se ha
demostrado suficientemente que hacen en otras ocasiones. Y sin que lo
esté tampoco que, al final, no se sucedan actos de vandalismo y
agresiones a los ciudadanos en Barcelona como indefectiblemente sucede
al cabo de las manifestaciones de la derecha nacional española.
Porque
esta se sumará encantada a la convocatoria con sus cutters, sus palos y
sus trajes de Ku-Klux-Klan, sus VOX, sus SCC, sus Democracia Nacional y
otras organizaciones fascistas o parafascistas. Se trata por tanto de
una convocatoria intimidatoria, para hacer ver a los catalanes una vez
más a palos cuánto se los quiere en el Estado que los oprime.
En realidad, esta convocatoria es el segundo acto del “¡A por ellos!”
Y
deja en el aire la duda de si el gobierno controla los aparatos
represivos del Estado. Está claro ya que a los jueces, no. Resta por ver
si controla a las fuerzas de seguridad o si, por el contrario, es un
juguete en sus manos. Cierto que el orden público en Catalunya es
competencia de la Generalitat, pero, teniendo en cuenta que quienes
vienen a la provocación serán agentes de todo el Estado, cabe
preguntarse qué hará el gobierno. Cabe preguntarse qué harán esos 600
piolines destacados en Catalunya por el ministro del Interior Marlaska,
del que cabe esperar intenciones aun más agresivas y contrarias a las
libertades que de su antecesor, el inefable Zoido.
Si
no se prohíbe esa provocación, pensada para que estalle un conflicto
peor en Barcelona y se justifique una intervención con o sin 155, la Generalitaat, es de esperar, vigilara el orden público y evitará la
violencia con todos los medios a su alcance. Es su deber No se puede
dejar a la población pacífica de Barcelona a la espera de qué sucederá
cuando lleguen los bárbaros.
Al
escrupuloso y eficaz cumplimiento del deber de protección de la
tranquilidad ciudadana de la Generalitat que, es de esperar, tomará
medidas para impedir los excesos que los manifestantes tratarán de
cometer se sumará la respuesta de una población movilizada y muy
consciente de lo que estsá en juego. Es claro que debe mantenerse la
visión general del conflicto España/Catalunya como aparece ante el
mundo: la revolución catalana es esencialmente democrática y pacífica.
La violencia viene siempre de fuera; la traen las fuerzas de represión,
de uniforme o de paisano y sus ayudantes y colaboradores civiles que
están en todas partes, incluido el gobierno, como lo demuestra la
presencia en él de Borrell quien raro será si no hace acto de presencia.
Es
muy probable que, complementariamente a la acción pública defensiva de
la Generalitat se sume una actitud generalizada de indiferencia de la
población y aislamiento de los violentos. Lo que ha dado en llamarse un
“Tortosa”. Será difícil porque, como muestra la experiencia, estos
vienen a atacar directamente y será preciso acumular toneladas de
paciencia y resistir la indignación que estas provocaciones despiertan.
Hay que esperar tranquilamente a los bárbaros y dejarlos pasar en medio de la indiferencia general.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario