Hay un punto de tozudería en los Maragall que acaba haciendo que muchas veces se salgan con la suya. Ni amenaza de recursos por parte del ministro de Asuntos Exteriores, José Borrell,
ni nada. Ni tampoco la posición de dureza del gobierno español
ante todo lo que pueda significar la restitución de las estructuras de
Estado que había antes de la aplicación del 155 y la supresión de la
autonomía catalana. La reapertura de la embajada catalana en Berlín
este miércoles por parte del conseller d'Exteriors, Ernest Maragall, es
una buena noticia y un apoyo a los catalanes que operan en Alemania.
Esperar el plácet de Madrid a estas alturas tenía un punto de
humillante, ya que no había razones para demorar la decisión más allá de
una enrabietada del ministro por entender que no se habían completado
todos los trámites administrativos. Como si una embajada catalana en el
extranjero dependiera de una póliza en un registro administrativo.
El próximo 27 toca la de Londres y poco tiempo más tarde vendrán
Irlanda, Suiza e Italia. Francia y Estados Unidos, en una segunda fase y
los países nórdicos, los Balcanes, China y todos los estados de Oriente
Medio, después. Una verdadera diplomacia paralela que, unida a la que ya funciona en Bruselas y que dirige la exconsellera Meritxell Serret,
exiliada en Bélgica, permite un margen de actuación en el exterior a la
Generalitat importante. No es extraño que Ernest Maragall
haya manifestado en la reapertura de la delegación de Berlín que volvían
a estar allí después del 155 y de los esfuerzos del gobierno español
porque este momento no llegara.
La batalla judicial internacional que ha levantado el exilio de una
parte del Govern ha permitido no solo enormes victorias en el terreno
legal en varios países sino internacionalizar la causa catalana
allí donde sus tribunales se han tenido que pronunciar, entre ellos
Alemania, Bélgica, Suiza y Escocia. A ello se ha sumado el efecto
multiplicador que ha tenido el impacto mediático en muchos otros
estados del mundo occidental. Es obvio que hoy la causa de las
libertades y la falta de derechos en España ha cogido una fuerza que ha
desbaratado buena parte de la estrategia del Ejecutivo español.
Hay en Europa opiniones públicas favorables a la independencia y
también las hay contrarias pero sí hay un consenso más amplio en que
España no es en muchos aspectos el país que se habían imaginado. La violencia policial del 1 de octubre
hizo mucho daño a la imagen de España, como ahora reconocen
abiertamente en el gobierno español y estuvieron muchos meses negando.
Las embajadas han de servir para explicar Catalunya, su realidad
política y social y lo que pretende hacer democrática y pacíficamente
una parte muy importante de su sociedad e impide el gobierno español.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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