Poco
antes de su atentado, el presidente JFK dijo que toda sociedad
secreta es incompatible con una sociedad abierta, libre y
democrática. El 27 de abril de 1.961, en el hotel Waldorf
Astoria de Nueva York, a las nueve y cuarto de la noche, en la
reunión anual del presidente con la prensa, Kennedy denunció
juramentos secretos, sociedades secretas y procedimientos secretos.
Aquel discurso le costó la vida en un país plagado de sectas,
logias y sociedades secretas que controlan el poder, la corrupción y
el tráfico de influencias.
Poco antes del magnicidio en Dallas (Tejas), aparecieron pegados en
todo el país carteles de Kennedy con la leyenda de “Se
busca por traición”. Estos mismos carteles están
apareciendo ahora con la cara de Trump, pero no se lo pueden
cargar con tanta facilidad como a Kennedy, porque está muy
protegido por la facción patriota de los militares que lo alzó al
poder, para que cumpla con su misión de drenar el pantano de la
corrupción. Esto no lo hace santo, porque sus defectos son
obvios.
Se dice que durante la era Eisenhower, era la CIA quien controlaba la
política interior y exterior del país junto con el FBI, la
masonería y muchas otras sociedades secretas; demasiados enemigos
señalados con el dedo. JFK estaba decidido a cambiar las cosas, pero
no le dejaron. Éste fue su último discurso poco antes de ser
asesinado:
“Damas y caballeros, la propia palabra secreto es repugnante
en una sociedad libre y abierta; y nos hemos opuesto intrínseca
e históricamente a las sociedades secretas, a juramentos secretos
y a procedimientos secretos. Porque nos enfrenta en todo el mundo
una conspiración monolítica y despiadada, que se basa
principalmente en medios ocultos para expandir su esfera de
influencia, basada en la infiltración en lugar de una
invasión, en la subversión en lugar de unas
elecciones, en la intimidación en lugar de una
libre elección.”
“Es un sistema que ha utilizado enormes
recursos humanos y materiales para construir una máquina eficaz,
estrechamente tejida, que combina operaciones militares,
diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y
políticas.”
“Sus preparativos son ocultos, no se publican. Sus errores
son enterrados no salen en los periódicos. Sus disidentes son
silenciados, no elogiados. No se cuestionan los gastos, no se
publican los rumores, no se revelan los secretos.”
“Es por eso que el legislador ateniense Solón
decretó como delito que los ciudadanos se desentiendan de las
controversias. Pido vuestra ayuda en la tremenda tarea
de informar y alertar a la población
norteamericana, confiando que con su ayuda los hombres
serán como han nacido, LIBRES e INDEPENDIENTES.”
MASONES
La sociedad secreta más antigua que existe es la Masonería. Se
presenta como una asociación humanista y filantrópica, pero en
su iniciación se escenifica una amenaza de muerte para cualquier
masón que se vaya de la lengua, y en la iniciación del grado 29
hay una consagración a Bafomet, el mismo demonio que hizo
ricos a los Templarios. Los masones no lo niegan, pero dicen que
todo es simbólico, y que no tiene importancia; pero todo símbolo
esconde una realidad. Es como el eufemismo de llamar ‘discreta’ a
una sociedad secreta.
Yo mismo tuve dos masones en mi familia, y me siento muy orgulloso de
ambos, porque fueron hombres buenos, rectos y honorables. El más
famoso de ellos fue Francisco Espinar Lafuente, primo de mi padre,
quien fue Gran Maestre del Grande Oriente Español Unido en el
exilio de Tetuán (Marruecos) durante el franquismo, y
luego trabajó de profesor de Derecho en la Complutense, en la
cátedra de Hernández Gil. Fue un gran filósofo humanista,
defensor de los derechos humanos, y autor de varios libros.
Además, sus hijos eran ecologistas de la asociación Amigos de la
Tierra.
El segundo masón fue mi bisabuelo Francisco Vicente Rivas, a
quien después de la guerra civil no pudieron acusar de nada malo,
porque fue un hombre de bien en todos los sentidos.
Sin embargo, una sociedad que oculta secretos es una sociedad
oscura, y hay muchos masones de buen corazón que están deseando
de hablar en público, pero están amarrados por sus juramentos.
Cuando hablo de ellos me refiero a la cima de la pirámide,
porque los que están abajo no se enteran de nada
aunque sean personas de buenas intenciones. A mi mismo me
invitaron hace tiempo a ingresar en la Masonería, pero no quise
hacer el papel de “tonto útil” en el grado de aprendiz.
CONCLUSIÓN
Si yo conociera algún secreto provechoso que la gente no sabe, tarde
o temprano tendría la tentación de utilizar ese conocimiento
para aprovecharme de mis hermanos y hacerme rico, porque el
ser humano es tramposo por naturaleza cuando tiene información
privilegiada.
La ocultación de información ha sido siempre un comportamiento
mafioso de una minoría para aprovecharse de la mayoría,
excepto en los casos justificados de protección de datos personales,
derecho a la privacidad, protección de menores, razón de Estado,
etc. y sobre todo el secreto profesional, que es necesario para
ganarse la vida honradamente.
Por eso el antídoto universal contra la opacidad es la
transparencia informativa que practicamos los periodistas, y
que deberían practicar todos los políticos, aunque
no los veo mucho por la labor, con tanta corrupción. El conocimiento
es, o debería ser, un bien universal de dominio público,
patrimonio de toda la Humanidad, y no de unas pocas élites
privilegiadas para explotar a la Humanidad y hacerse ricos a costa
del trabajo de los demás.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario