sábado, 11 de agosto de 2018

Secretos infames / Guillermo Herrera *

Poco antes de su atentado, el presidente JFK dijo que toda sociedad secreta es incompatible con una sociedad abierta, libre y democrática. El 27 de abril de 1.961, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, a las nueve y cuarto de la noche, en la reunión anual del presidente con la prensa, Kennedy denunció juramentos secretos, sociedades secretas y procedimientos secretos. Aquel discurso le costó la vida en un país plagado de sectas, logias y sociedades secretas que controlan el poder, la corrupción y el tráfico de influencias.

Poco antes del magnicidio en Dallas (Tejas), aparecieron pegados en todo el país carteles de Kennedy con la leyenda de “Se busca por traición”. Estos mismos carteles están apareciendo ahora con la cara de Trump, pero no se lo pueden cargar con tanta facilidad como a Kennedy, porque está muy protegido por la facción patriota de los militares que lo alzó al poder, para que cumpla con su misión de drenar el pantano de la corrupción. Esto no lo hace santo, porque sus defectos son obvios.

Se dice que durante la era Eisenhower, era la CIA quien controlaba la política interior y exterior del país junto con el FBI, la masonería y muchas otras sociedades secretas; demasiados enemigos señalados con el dedo. JFK estaba decidido a cambiar las cosas, pero no le dejaron. Éste fue su último discurso poco antes de ser asesinado:

“Damas y caballeros, la propia palabra secreto es repugnante en una sociedad libre y abierta; y nos hemos opuesto intrínseca e históricamente a las sociedades secretas, a juramentos secretos y a procedimientos secretos. Porque nos enfrenta en todo el mundo una conspiración monolítica y despiadada, que se basa principalmente en medios ocultos para expandir su esfera de influencia, basada en la infiltración en lugar de una invasión, en la subversión en lugar de unas elecciones, en la intimidación en lugar de una libre elección.”

“Es un sistema que ha utilizado enormes recursos humanos y materiales para construir una máquina eficaz, estrechamente tejida, que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas.”

“Sus preparativos son ocultos, no se publican. Sus errores son enterrados no salen en los periódicos. Sus disidentes son silenciados, no elogiados. No se cuestionan los gastos, no se publican los rumores, no se revelan los secretos.”

“Es por eso que el legislador ateniense Solón decretó como delito que los ciudadanos se desentiendan de las controversias. Pido vuestra ayuda en la tremenda tarea de informar y alertar a la población norteamericana, confiando que con su ayuda los hombres serán como han nacido, LIBRES e INDEPENDIENTES.”

MASONES

La sociedad secreta más antigua que existe es la Masonería. Se presenta como una asociación humanista y filantrópica, pero en su iniciación se escenifica una amenaza de muerte para cualquier masón que se vaya de la lengua, y en la iniciación del grado 29 hay una consagración a Bafomet, el mismo demonio que hizo ricos a los Templarios. Los masones no lo niegan, pero dicen que todo es simbólico, y que no tiene importancia; pero todo símbolo esconde una realidad. Es como el eufemismo de llamar ‘discreta’ a una sociedad secreta.

Yo mismo tuve dos masones en mi familia, y me siento muy orgulloso de ambos, porque fueron hombres buenos, rectos y honorables. El más famoso de ellos fue Francisco Espinar Lafuente, primo de mi padre, quien fue Gran Maestre del Grande Oriente Español Unido en el exilio de Tetuán (Marruecos) durante el franquismo, y luego trabajó de profesor de Derecho en la Complutense, en la cátedra de Hernández Gil. Fue un gran filósofo humanista, defensor de los derechos humanos, y autor de varios libros. Además, sus hijos eran ecologistas de la asociación Amigos de la Tierra.

El segundo masón fue mi bisabuelo Francisco Vicente Rivas, a quien después de la guerra civil no pudieron acusar de nada malo, porque fue un hombre de bien en todos los sentidos.

Sin embargo, una sociedad que oculta secretos es una sociedad oscura, y hay muchos masones de buen corazón que están deseando de hablar en público, pero están amarrados por sus juramentos. Cuando hablo de ellos me refiero a la cima de la pirámide, porque los que están abajo no se enteran de nada aunque sean personas de buenas intenciones. A mi mismo me invitaron hace tiempo a ingresar en la Masonería, pero no quise hacer el papel de “tonto útil” en el grado de aprendiz.

CONCLUSIÓN

Si yo conociera algún secreto provechoso que la gente no sabe, tarde o temprano tendría la tentación de utilizar ese conocimiento para aprovecharme de mis hermanos y hacerme rico, porque el ser humano es tramposo por naturaleza cuando tiene información privilegiada.

La ocultación de información ha sido siempre un comportamiento mafioso de una minoría para aprovecharse de la mayoría, excepto en los casos justificados de protección de datos personales, derecho a la privacidad, protección de menores, razón de Estado, etc. y sobre todo el secreto profesional, que es necesario para ganarse la vida honradamente.

Por eso el antídoto universal contra la opacidad es la transparencia informativa que practicamos los periodistas, y que deberían practicar todos los políticos, aunque no los veo mucho por la labor, con tanta corrupción. El conocimiento es, o debería ser, un bien universal de dominio público, patrimonio de toda la Humanidad, y no de unas pocas élites privilegiadas para explotar a la Humanidad y hacerse ricos a costa del trabajo de los demás.




(*) Periodista

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