lunes, 16 de julio de 2018

El futuro del PP, Casado en el espejo de Zapatero / Fernando González Urbaneja *

La historia no se repite… pero rima. Los paralelismos sirven para los artículos pero no tano para el pronóstico, salvo que sea a posteriori, cuando es fácil explicar lo que pasó. A los tres mil compromisarios del PP que están citados el viernes en Madrid para despedir a Rajoy y elegir nuevo presidente se les somete en estas horas a todo tipo de sugestiones para ganar su voto. Muchos de ellos tienen elegida la papeleta, pero no son pocos los que pueden cambiar en el momento decisivo.

Los estrategas de cada candidato han hecho sus propios pronósticos con el listado de electores analizado al revés y al derecho y han concluido que ganan, que tienen dos tercios de los compromisarios a su favor. Como eso es imposible lo cierto es que el resultado final es incierto, abierto y que puede depender de hechos internos o externos que pueden ocurrir justo hasta el minuto antes de votar.

Las encuestas que algunos medios han publicado estos días son de bajísima solvencia; es imposible acotar la muestra de los tres mil compromisarios y, si alguien lo lograra, serían poco fiables las respuestas. Y los sondeos entre militantes y electores populares carecen de interés, solo sirven para convencer a los convencidos, para los argumentarios y para calentar el ambiente.

En los medios tradicionales (prensa de papel) se nota una tendencia favorable a la candidata Soraya, mientras que en la prensa digital hay más inclinación hacia Casado, el pretendiente. 

Buena parte de los dirigentes populares se han ido alineando al lado de uno u otro candidato, en ningún caso sorprendente o poco previsible, reflejando las que ya eran tendencias dentro del gabinete y del partido. Se mantienen silentes y neutrales (aunque sus preferencias son imaginables) los expresidentes, Aznar y Rajoy y dirigentes tan relevantes como Núñez Feijóo, que se descartó por propia voluntad pero que es objeto del deseo de los dos candidatos. No es probable que se decante antes del sábado porque tiene poco que ganar con cualquier pronunciamiento.

De manera que la última bala de los dos candidatos la gastarán en el propio Congreso, en sus respectivas intervenciones para pedir el voto a los compromisarios. Y en este punto es cuando retomo la comparación con el caso Zapatero como referencia. 

En julio del año 2000, en el XXXV Congreso del PSOE, tras la renuncia irrevocable de Almunia, se enfrentaron a una elección abierta e incierta de nuevo secretario general. Concurrieron cuatro candidatos: dos apoyados en el aparato: Pepe Bono, con el aval de “felipismo” y los renovadores y Matilde Fernández por el lado guerrista, con pocas posibilidades. 

Y otros dos candidatos novedosos o extravagantes: Rosa Díez, que iba a su bola y Rodríguez Zapatero promovido por una corriente inspirada en las “nuevas vías” europeas y en un grupo de diputados de segundo línea que trabajaron la base electoral, el millar de compromisarios. 

El resultado final es conocido, Zapatero, un candidato inesperado sin posición orgánica más allá de diputado raso, ganó 414 votos, nueve más que Bono, lejos del 109 de Matilde y los 65 de Rosa. Hubo muchas explicaciones para el vuelco que derrotó a Bono: que una parte de los votos guerristas cambiaron de bando (unos 50 votos), que los catalanes apoyaron a Zapatero, más bizcochable que Bono; y que el discurso final del joven leonés le hizo ganar esos votos dudosos, marginales, que decantan una elección reñida. 

El discurso de Zapatero a los compromisarios fue el mejor de los cuatro, el más esperanzador e ilusionante. Tuvo premio y le llevó al triunfo.

Algo semejante puede ocurrir el próximo sábado; los discursos de Soraya y Casado, a falta de ese debate que ha evitado la primera porque se cree ganadora (como Bono), puede decantar esas decenas de votos imprescindibles para ganar. 

La exposición que hizo ayer Casado en el desayuno de Nueva Economía, al margen de los aplausos de los convencidos, llamó la atención, para bien, del grupo de asistentes interesados y no alineados. 

Fue  una exposición brillante en el fondo y en la forma, con contenido y buena traza, con compromisos, con referencias y buena bibliografía. 

Uno de los asistentes, con mucho recorrido, decía al acabar que Soraya acierta rehuyendo un debate del que puede salir trasquilada. Este Casado, con todas las salvedades, se parece al Zapatero del 2000, el que luego dio sopas con honda a Rajoy el 2004 y el 2008.


(*) Periodista y politólogo


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