La historia no se repite… pero rima. Los paralelismos sirven para los
artículos pero no tano para el pronóstico, salvo que sea a posteriori,
cuando es fácil explicar lo que pasó. A los tres mil compromisarios del
PP que están citados el viernes en Madrid para despedir a Rajoy y elegir
nuevo presidente se les somete en estas horas a todo tipo de
sugestiones para ganar su voto. Muchos de ellos tienen elegida la
papeleta, pero no son pocos los que pueden cambiar en el momento
decisivo.
Los estrategas de cada candidato han hecho sus propios pronósticos
con el listado de electores analizado al revés y al derecho y han
concluido que ganan, que tienen dos tercios de los compromisarios a su
favor. Como eso es imposible lo cierto es que el resultado final es
incierto, abierto y que puede depender de hechos internos o externos que
pueden ocurrir justo hasta el minuto antes de votar.
Las encuestas que algunos medios han publicado estos días son de
bajísima solvencia; es imposible acotar la muestra de los tres mil
compromisarios y, si alguien lo lograra, serían poco fiables las
respuestas. Y los sondeos entre militantes y electores populares carecen
de interés, solo sirven para convencer a los convencidos, para los
argumentarios y para calentar el ambiente.
En los medios tradicionales (prensa de papel) se nota una tendencia
favorable a la candidata Soraya, mientras que en la prensa digital hay
más inclinación hacia Casado, el pretendiente.
Buena parte de los
dirigentes populares se han ido alineando al lado de uno u otro
candidato, en ningún caso sorprendente o poco previsible, reflejando las
que ya eran tendencias dentro del gabinete y del partido. Se mantienen
silentes y neutrales (aunque sus preferencias son imaginables) los
expresidentes, Aznar y Rajoy y dirigentes tan relevantes como Núñez
Feijóo, que se descartó por propia voluntad pero que es objeto del deseo
de los dos candidatos. No es probable que se decante antes del sábado
porque tiene poco que ganar con cualquier pronunciamiento.
De manera que la última bala de los dos candidatos la gastarán en el
propio Congreso, en sus respectivas intervenciones para pedir el voto a
los compromisarios. Y en este punto es cuando retomo la comparación con
el caso Zapatero como referencia.
En julio del año 2000, en el XXXV
Congreso del PSOE, tras la renuncia irrevocable de Almunia, se
enfrentaron a una elección abierta e incierta de nuevo secretario
general. Concurrieron cuatro candidatos: dos apoyados en el aparato:
Pepe Bono, con el aval de “felipismo” y los renovadores y Matilde
Fernández por el lado guerrista, con pocas posibilidades.
Y otros dos
candidatos novedosos o extravagantes: Rosa Díez, que iba a su bola y
Rodríguez Zapatero promovido por una corriente inspirada en las “nuevas
vías” europeas y en un grupo de diputados de segundo línea que
trabajaron la base electoral, el millar de compromisarios.
El resultado
final es conocido, Zapatero, un candidato inesperado sin posición
orgánica más allá de diputado raso, ganó 414 votos, nueve más que Bono,
lejos del 109 de Matilde y los 65 de Rosa. Hubo muchas explicaciones
para el vuelco que derrotó a Bono: que una parte de los votos guerristas
cambiaron de bando (unos 50 votos), que los catalanes apoyaron a
Zapatero, más bizcochable que Bono; y que el discurso final del joven
leonés le hizo ganar esos votos dudosos, marginales, que decantan una
elección reñida.
El discurso de Zapatero a los compromisarios fue el
mejor de los cuatro, el más esperanzador e ilusionante. Tuvo premio y le
llevó al triunfo.
Algo semejante puede ocurrir el próximo sábado; los discursos de
Soraya y Casado, a falta de ese debate que ha evitado la primera porque
se cree ganadora (como Bono), puede decantar esas decenas de votos
imprescindibles para ganar.
La exposición que hizo ayer Casado en el
desayuno de Nueva Economía, al margen de los aplausos de los
convencidos, llamó la atención, para bien, del grupo de asistentes
interesados y no alineados.
Fue una exposición brillante en el fondo y
en la forma, con contenido y buena traza, con compromisos, con
referencias y buena bibliografía.
Uno de los asistentes, con mucho
recorrido, decía al acabar que Soraya acierta rehuyendo un debate del
que puede salir trasquilada. Este Casado, con todas las salvedades, se
parece al Zapatero del 2000, el que luego dio sopas con honda a Rajoy el
2004 y el 2008.
(*) Periodista y politólogo
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