Los hay que son monárquicos convencidos. Los hay,
más numerosos, pragmáticos, que apoyaron primero a Juan Carlos I y
después a Felipe VI confiando en que contribuirían a estabilizar
una democracia más joven y, por lo tanto, menos consolidada que otras en
Europa. Por último, los hay que no son ni una cosa ni la otra, pero a
los que una monarquía constitucional, que reina pero no gobierna, no
estorba mientras sea discreta.
Estos tres tipos de responsables políticos, económicos o culturales han visto con espanto esta semana cómo El Español publicaba unas grabaciones en las que la aristócrata Corinna zu Sayn-Wittgenstein, ex amante de Juan Carlos I, que sepultan con graves acusaciones la reputación del rey
llamado a ser recordado por acompañar la llegada de la democracia a
España y cuyo legado está quedando emponzoñado por su vida privada sin
límites ni reglas.
"El rey está solo. Lo han dejado solo", explica alguien
que conoce muy bien a Felipe VI desde pequeño. "Él es un hombre capaz,
probablemente el que más, pero eso no es suficiente. Sólo hay que
comparar la situación de la Casa Real en los buenos tiempos de Juan
Carlos. Su imagen era excelente, la reina Sofía se implicaba
intensamente, el príncipe de Asturias y sus dos hermanas protagonizaban
actos públicos y eran un activo, incluso había otros miembros de su
familia con proyección pública que daban sentido a la naturaleza
familiar de la Corona en la jefatura del Estado", explica.
"Mira ahora: su padre es un lastre, su madre está
desaparecida, su cuñado, en la cárcel, sus hermanas no pueden
desarrollar una agenda pública. Y con la reina, las cosas están como
están", dice en relación a los habituales rumores de crisis matrimonial o
comportamientos poco ortodoxos de la mujer del jefe del Estado.
La Casa Real mantiene un absoluto silencio en relación a las actividades del rey emérito, como también de Iñaki Urdangarin,
en la prisión de Brieva (Ávila) y se limita a recordar su escrupuloso
respeto por la Justicia y a comentar sólo la actividad oficial del
monarca. Zarzuela ha emprendido algunas reformas destinadas a mejorar la
transparencia y la rendición de cuentas desde que en 2014 Felipe VI
asumiera el cargo para tratar de dotar de una imagen más moderna a la
institución, pero la figura de Felipe VI debe sortear demasiados
obstáculos, habitualmente puestos por su propia familia.
"El contenido de las cintas es demoledor para Juan
Carlos I, pero el efecto negativo sobre Felipe VI es obvio", explica un
político muy cercano al rey. "Cada escándalo le obliga a protegerse y
mengua el impacto de lo que sí hace bien, que es en realidad casi todo",
según esta fuente.
"Mucho me temo que Felipe VI será el último rey que tengamos.
Y eso si es capaz de acabar su reinado sin sobresaltos", explica un
exministro socialista. "La justificación que tuvo la monarquía en 1975
fue el dedazo de Franco, pero después se vio como un activo porque en un
país como España, su figura transmitía la estabilidad que se
necesitaba. Los españoles de hoy ya no lo ven así y, además, cada
escándalo se acaba convirtiendo en una pregunta, siempre la misma: ¿para
qué nos sirve el rey?" en sus palabras.
El rey Felipe VI ha tenido que ver cómo la imagen de
su padre, tocada tras su caída en Botsuana mientras cazaba un elefante,
acompañado por Corinna, a hundirse por completo esta semana.
En muchos
sectores sociales late un sentimiento de poca sorpresa por la imagen de
rey sin reglas que en los últimos años ha ido calando sobre Juan Carlos
I, pero lo explícito de las acusaciones de la empresaria alemana,
incluyendo el cobro de comisiones y la evasión de patrimonio, así como
las ramificaciones del CNI, que desbordan el ámbito de la Corona, ha
acabado por hundir el prestigio del monarca emérito, al que ningún
responsable político defiende ya en público. Si a eso se le suma el caso
Noos y la implicación de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina, Felipe
VI ha quedado rodeado por el escándalo, aunque él no protagonice
ninguno.
Silencio incómodo del Gobierno
Las cintas de Corinna "afortunadamente no afectan a Felipe VI", dijo con alivio este viernes la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá. El silencio incómodo del Gobierno es, en sí mismo, una indicación de la patata caliente que ha aterrizado sobre el despacho de Pedro Sánchez sin que éste pudiera anticiparla ni, lo que es peor, neutralizarla.
Dejando al margen que afecta de lleno al director
del CNI, Félix Sanz Roldán, recientemente confirmado en el cargo por la
nueva ministra, Margarita Robles, el Gobierno tiene responsabilidades
sobre la monarquía, ya que sanciona todas sus acciones.
"Todo depende de una persona y eso es lo dramático para la monarquía.
Con que una persona decida abrir el debate sobre la forma de Gobierno,
se acabó. Esa persona es Pedro Sánchez", explica una de las fuentes
consultadas. Basta revisar la mayoría de la moción de censura o del
Consejo de RTVE, las dos pruebas de Sánchez en el Congreso hasta la
fecha, para darse cuenta de hasta qué punto es así. El PSOE tiene 84
diputados, pero Unidos Podemos, que impulsa una comisión de
investigación sobre las cintas de Corinna, tiene 71.
Los demás partidos
son o bien independentistas catalanes como ERC o el PDeCAT, que desde la
Generalitat han declarado un boicot a Felipe VI, o el PNV, uno de los
partidos pragmáticos que nunca ha apoyado al rey por convicción.
(*) Periodista
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