jueves, 31 de mayo de 2018

La Barcelona de la reconciliación / Félix de la Fuente *

Alguien tendrá que responder algún día de lo que está pasando actualmente en Cataluña. ¿Cómo se ha podido evolucionar –por no decir degenerar-  de la Barcelona cosmopolita e ilusionante de los primero años de la democracia, de la Barcelona que era centro editorial más importante del mundo del libro en español a la Barcelona del odio y del enfrentamiento, a la ciudad que oficialmente ignora al idioma de Cervantes?  

Recorred la ciudad y decidme cuándos letreros encontráis en español y cuántos nombres de calles en español  están en español y catalán. Comparadlo con Bruselas, por ejemplo, donde todo o casi todo está en dos idiomas: francés y flamenco ¿Qué fue de la Barcelona de los Juegos Olímpicos, orgullo de todos los españoles? 

Esto no es obra solamente de Puigdemont ni de Torra ni de Mas.  Esto viene de muy lejos. Unos pecaron por acción y otros por omisión Aquí hay muchos responsables  Y no me estoy refiriendo a la situación política, sino a la situación social, a la fractura de la sociedad, de las familias  y de los amigos. Hay un grupo que, sin embargo, no es responsable: los ciudadanos. Los ciudadanos son las víctimas de esta situación, no los responsables.  Con el poder y la influencia que tienen los medios de comunicación, es difícil que los ciudadanos puedan tener un criterio independiente y sustraerse al bombardeo constante  de estos medios, cuando están al servicio de unos intereses económicos o políticos.  

Sin  pretender ser juez en este tema tan delicado, es evidente que entre los principales culpables de la  fractura social de Cataluña, están los partidos políticos y, dentro de los partidos políticos, los partidos constitucionalistas. Sí, todos los partidos constitucionalistas, los antiguos y los nuevos. ¿Ha mejorado acaso al situación desde que  llegaron Podemos y Ciudadanos? Los partidos constitucionalistas podrían haber reformado las leyes, incluso la Constitución, para fomentar una convivencia pacífica entre los ciudadanos españoles, pero no lo han hecho ni lo van a hacer. Lo único que pretenden es hundir al partido contrario, para subir al poder. 

Esta lucha grosera, chabacana y fratricida es lo que los ciudadanos, incluso los niños, ven todos los días en la televisión y en la calle. Se ha fomentado el dinero fácil, el arribismo el zancadilleo. No se han fomentado los valores ni en la sociedad ni en la escuela, y así nos va. La situación de Cataluña y de España no se soluciona sólo con elecciones. Ya lo hemos visto. Las elecciones por sí solas son el somnífero con el que los partidos políticos quieren hacernos callar.  ¿Cómo van a dialogar estos partidos con los partidos independentistas, si ni siquiera son capaces de dialogar entre sí? Los partidos de izquierdas y los sindicatos obreros, desfilando al lado de los independentistas, no han contribuido tampoco lo más mínimo  a la convivencia pacífica. 

Evidentemente, la responsabilidad de los partidos independentistas es también enorme, aunque en honor a la triste verdad, estos partidos no traicionan a sus electores. Sí están traicionando también a la sociedad, e incluso a sus principios, la burguesía catalana y la cúspide de la iglesia. Lo de la Iglesia oficial catalana es ya de juzgado de guardia. La iglesia no sólo está violando lo más auténtico que tiene el cristianismo, sino que está apoyando descaradamente a la burguesía y, de paso, se está haciendo el haraquiri.

 Ha llegado el momento en el que los ciudadanos tienen que recuperan parte del poder que les han arrebatado los partidos políticos. Los siervos se han convertido en señores. La ignorancia se ha hecho en la mayoría de los casos con el poder. Ha llegado el momento de empezar la democracia desde abajo: desde la escuela, desde la educación, desde la familia.
¿Pero es posible la reconciliación?  Si en la década de los 70 fue posible, ¿por qué no ahora? Necesitamos una nueva transición En la primera hubo  unos políticos que lucharon por la convivencia. Ahora sólo tenemos políticos ávidos de llegar al poder.    



(*) Ex funcionario de la Comisión Europea

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