Mucho han hablado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sobre el máster de
Cristina Cifuentes pero ahora que entramos en el interrogatorio de
Manuel Chaves y José Antonio Griñán los líderes de la izquierda española
se han quedado mudos, a pesar de que están en juego 741 millones de
euros de dinero público que se esfumaron en golferías y favores ilegales
de las arcas de la Junta de Andalucía.
Y Chaves y Griñán, estos dos ex presidentes de la Junta, ex
presidentes nacionales del PSOE y ambos ex ministros de Trabajo de los
gobiernos de Felipe González no sabían nada de lo que ocurría a su
alrededor, y Griñán en su etapa de Consejero de la Hacienda andaluza ni
siquiera se enteró de las 15 advertencias del interventor del Estado
que sobre los ERE llegaron a su consejería.
Y nada de todo ello sabían la agria ex consejera Magdalena Álvarez
(‘antes muerta que partía’), ni el todopoderoso Gaspar Zarrías, ni los
ex consejeros Fernández, Vallejo, Viera y Aguayo. Y no digamos el
director y gran golfo de Guerrero, o los varios conseguidores de la UGT y
los demás artistas del gran festejo de los ERE.
Sin duda un caso emblemático de la gran corrupción política del total
de la transición. Un caso que se pretendió abortar en los tribunales
por intrigas de la política, que llega a juicio con muchos años de
retraso y que empata entre el PSOE y el PP en gran partido de la
corrupción española.
Lo que, finalmente, podría tener consecuencias en las próximas
elecciones generales si Cs derrota al PP y Podemos adelanta al PSOE
abriendo así una crisis de identidad e incluso de supervivencia entre
los dos grandes partidos nacionales de la transición.
Nos dicen desde el PSOE andaluz que Chaves y Griñán no se han hecho
ricos con los ERE como si eso justificara todo lo demás. Solo faltaría
eso, que se hubieran hecho ricos, pero otros si se han enriquecido y le
quitaron los fondos públicos a quienes lo merecían y se esfumaron pronto
y mal 741 millones de euros, por acción u omisión, de los gobernantes
andaluces del PSOE, es decir por malversación, por prevaricación o por
negligencia.
Y sobre todo porque Andalucía la gestionaba el PSOE con la soberbia
del dueño de un cortijo y sin controles mediáticos, judiciales y de
oposición, disfrutando 40 años ininterrumpidos del control del gobierno
andaluz y creando un régimen nepotista y clientelar en el que tenía que
pasar lo que pasó, mientras Andalucía continúa siendo una de las
regiones más pobres, más subvencionadas y menos desarrolladas de Europa.
Y donde también ha florecido la corrupción.
(*) Periodista
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