MURCIA.- Un estudio internacional publicado en Nature, en el que participan
investigadores de la Universidad de Murcia y dirigido por la Universidad
de Barcelona, deshace una teoría centenaria.
El análisis de ADN
de más de 400 individuos asociados a vasijas y otros objetos
prehistóricos de época campaniforme han revelado que esta cerámica se
difundió por toda Europa a través del intercambio cultural,
y no mediante la expansión de grupos desde la península hacia el
continente, como se pensaba hasta ahora: las cerámicas no fueron de la
mano de la población.
La cerámica campaniforme aparece por primera vez hace unos 4.500 años,
estando en la península los restos más antiguos. Esta cerámica, llamada
así por tener una forma característica similar a una campana invertida,
se decoraba profusamente con motivos geométricos incisos e impresos (bandas paralelas, reticulados, triángulos).
También
forman parte de este "horizonte campaniforme" puñales y punzones y
puntas de cobre, botones de marfil, brazaletes de arquero en piedra e
incluso algunos objetos de oro batido. En nuestras tierras encontramos
estos objetos formando parte de enterramientos colectivos, una modalidad funeraria diseñada para reforzar el papel de pertenencia al grupo.
Los mismos utensilios vuelven a aparecer en Europa central,
pero a diferencia de la península se encuentran en enterramientos
individuales y son asimilados por poblaciones que proceden del este del
continente, que reproducen sus decoraciones adaptándolas a sus
tradiciones.
Las redes de comunicación permiten que lleguen hasta
estas zonas, donde se asumen como un elemento singular y se utilizarán
para enterramientos particulares, dotando de singularidad y remarcando
la individualidad del difunto. Pero, a pesar de esas redes por las que
fluían objetos, las poblaciones peninsulares y de Europa Central no tuvieron relación genética.
Joaquín
Lomba, profesor del área de Prehistoria de la Universidad de Murcia,
comenta que tradicionalmente se creía que este hecho se produjo por una migración de gentes desde
la península hacia el resto de Europa, pero este nuevo estudio desmonta
dicha teoría. "Aunque las fechas más antiguas siguen siendo
peninsulares, no hay movimiento de población hacia Europa central. Esa es una de las grandes conclusiones y novedades" resalta.
"Curiosamente
el intercambio de materiales hace que los vasos campaniformes que aquí
se emplean en enterramientos colectivos, a través de las vías de
comunicación lleguen al resto de Europa. Pero allí se asumen como
elementos distintivos y se utilizan para enterramientos individuales,
donde lo importante no es la pertenencia a un grupo, sino el perfil del
individuo", recalca el profesor de la UMU, un claro indicador de progresiva jerarquización social.
El
avance migratorio de estas gentes centroeuropeas hacia el oeste
"continúa hasta las Islas Británicas, donde penetran junto con los
materiales campaniformes; el estudio revela que las poblaciones previas
tienen allí un perfil genético diferente al de las poblaciones que encontramos después del campaniforme,
por lo que se puede afirmar que al menos el 90% fue reemplazado por la
llegada de gentes campaniformes procedentes del continente", explica
razonadamente Lomba.
En cuanto a la Península, queda claro que
quienes fabricaron los metales y cerámicas campaniformes "fueron gentes
con una configuración genética muy distinta de las posteriores, por lo
que los futuros trabajos se orientarán a saber en qué momento se produce la introducción de componente estepario, que es el que vemos en la actualidad".
Dicha
investigación cuenta con diez yacimientos peninsulares, entre ellos
Camino del Molino, en Caravaca de la Cruz, cuyo estudio coordina Lomba
Maurandi. El yacimiento caravaqueño, en el que se han encontrado restos
de más 1.300 individuos y con una antigüedad de 4.500 años (2.600-2300
a.C.), ha formado parte del estudio gracias a la calidad de los restos y de la información recopilada durante su excavación y estudio.
Recientemente, este equipo internacional ha publicado en Scientific Reports de Nature
los resultados relacionados con otro estudio del ADN, en el que también
ha participado este investigador de la Universidad de Murcia.
En
este caso, para conocer el linaje y la mezcla de poblaciones en Europa
Occidental durante el Neolítico. El estudio determina cómo se mezclaron
las poblaciones provenientes del Próximo Oriente con las locales,
destacadas como sociedades eminentemente cazadoras y recolectoras. Esta
interacción produjo una "neolización", que dio paso a la ganadería y un
mayor sedentarismo.
Asimismo, este estudio recalca que las
poblaciones de la península muestran una relación más compleja e intensa
con los recién llegados, frente a la que se produjo en el resto de
Europa. "Es interesante porque se ven las mezclas. Evidencias muy claras
de que la gente de aquí, como las de todos sitios, son productos de continúas mezclas" concreta Lomba.
Como
si se tratase de una fábula, Lomba explica cómo se produce este hecho.
"El sureste peninsular es un balcón al Mediterráneo, una gran charca en
torno a la cual interactúan varias ranas. En la medida en la que
evoluciona la charca, aunque no estén en contacto, a veces actúan de manera similar
y eso hace que las culturas mediterráneas puedan ser parecidas, a pesar
de que no siempre exista contacto entre ellas; otras veces, en cambio,
existen contactos culturales, y en otras ocasiones genéticos", indica.
Cuando se ha analizado el campaniforme con respecto a Europa, en África también se encuentran cerámicas producidas en la Península,
hecho que demuestra la interacción contaste. Y a tierras peninsulares
llegan marfiles procedentes de África, e incluso de Asia Menor, a través
del norte de África y de la navegación que la costea, desde época
campaniforme y luego en la Edad del Bronce".
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