El sol de la rebeldía, dicho sea como metáfora celestial, por si el
Supremo. El sol de la europeización del conflicto España/Cataluña. Desde
el comienzo se ha reconocido que el exilio de Puigdemont en Bruselas
(hábil elección) fue un gran paso en la internacionalización de la
querella. Y más pasos que han venido después con botas de siete leguas.
Permítase a Palinuro soslayar el asunto de los conciliábulos y las
negociaciones entre indepes, arropado en su fe de que llegarán a un
acuerdo porque no hay otra. Y no soslayar para dedicarse a la holganza,
sino para plantear un asunto colateral a estas cuestiones, pero
decisivo.
Al margen de las razones de otro tipo para investir a Puigdemont, está
la de que ya es un polo de autoridad en torno al cual puede fraguar una
estructura institucional de gobierno en el exilio. El país sabe mucho de
esto. Centroeuropa, los Países Bajos, Suiza, han sido de siempre
tierras de asilo para los disidentes españoles, ahora como catalanes.
La cuestión es hasta qué punto un gobierno de la Generalitat en el
exilio puede provocar un conflicto diplomático con Bélgica. A primera
vista y a juzgar por el divertido asunto de la euro-orden de ida y
vuelta, el gobierno español mantiene cierta cautela y tratará de evitar
enfrentamientos pero acabará obligado a presentar protesta por la
actividad de un gobierno catalán en el exilio. Que es justamente uno de
los fines del independentismo: ser objeto (no provocar) de un conflicto
diplomático entre dos Estados de la UE en el que varios otros querrán
también opinar. En Flandes vuelve a estar la batalla.
Y todo eso sin perjuicio de que los asuntos cotidianos de la República
Catalana sean gestionados por un govern independentista que comenzará
exigiendo la retirada del 155.
Homo sacer
La necedad y la inconsciencia de los gobernantes roza lo sublime.
"Sacrificar un catalán" soltó en su retórica farisea la vicepresidenta,
creyendo pasar a la historia. Y va camino de conseguirlo, pero a la
historia de la estupidez. Las redes le saltaron ayer a la yugular a
cuenta del verbo que, fiel a su esencia, tiene resonancias biblícas. Sacrificar.
Sí, el empleo del verbo es inepto porque va en contra de lo que la
sacerdotisa de sacrificios pretende. En efecto: el gobierno considera
que investir a Puigdemont es ilegal porque se trata de un prófugo de la
justicia, de un fuera de la ley, de un homo sacer, a quien cualquiera puede matar... pero no sacrificar. Está prohibido. Un ser impuro no puede ser sacrificado.
Mayor ineptitud, imposible. Si hay sacrificio, la víctima propiciatoria
no puede ser impura ni estar fuera de la ley. Claro que no: es el
presidente legítimo de la Generalitat. Así que se entiende la exigencia
de sacrificio: se quiere aniquilar la legitimidad, sin percatarse de que
ese empeño es precisamente lo que la hace inatacable.
Habrá una
presidencia bicéfala cuyo funcionamiento y equilibrio interno,
previsiblemente, serán objeto de debate continuo en el independentismo
por mor de las cambiantes circunstancias políticas. Y funcionará el
respeto al principio de legitimidad salida de las urnas el 21 de
diciembre y personificada en Carles Puigdemont, a quien no se puede
sacrificar, no por impureza de la víctima, sino del victimario.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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