jueves, 8 de febrero de 2018

En Flandes sale el sol / Ramón Cotarelo *

El sol de la rebeldía, dicho sea como metáfora celestial, por si el Supremo. El sol de la europeización del conflicto España/Cataluña. Desde el comienzo se ha reconocido que el exilio de Puigdemont en Bruselas (hábil elección) fue un gran paso en la internacionalización de la querella. Y más pasos que han venido después con botas de siete leguas. 

Permítase a Palinuro soslayar el asunto de los conciliábulos y las negociaciones entre indepes, arropado en su fe de que llegarán a un acuerdo porque no hay otra. Y no soslayar para dedicarse a la holganza, sino para plantear un asunto colateral a estas cuestiones, pero decisivo. 

Al margen de las razones de otro tipo para investir a Puigdemont, está la de que ya es un polo de autoridad en torno al cual puede fraguar una estructura institucional de gobierno en el exilio. El país sabe mucho de esto. Centroeuropa, los Países Bajos, Suiza, han sido de siempre tierras de asilo para los disidentes españoles, ahora como catalanes. 

La cuestión es hasta qué punto un gobierno de la Generalitat en el exilio puede provocar un conflicto diplomático con Bélgica. A primera vista y a juzgar por el divertido asunto de la euro-orden de ida y vuelta, el gobierno español mantiene cierta cautela y tratará de evitar enfrentamientos pero acabará obligado a presentar protesta por la actividad de un gobierno catalán en el exilio. Que es justamente uno de los fines del independentismo: ser objeto (no provocar) de un conflicto diplomático entre dos Estados de la UE en el que varios otros querrán también opinar. En Flandes vuelve a estar la batalla.

Y todo eso sin perjuicio de que los asuntos cotidianos de la República Catalana sean gestionados por un govern independentista que comenzará exigiendo la retirada del 155. 
 
Homo sacer

La necedad y la inconsciencia de los gobernantes roza lo sublime. "Sacrificar un catalán" soltó en su retórica farisea la vicepresidenta, creyendo pasar a la historia. Y va camino de conseguirlo, pero a la historia de la estupidez. Las redes le saltaron ayer a la yugular a cuenta del verbo que, fiel a su esencia, tiene resonancias biblícas. Sacrificar.

Sí, el empleo del verbo es inepto porque va en contra de lo que la sacerdotisa de sacrificios pretende. En efecto: el gobierno considera que investir a Puigdemont es ilegal porque se trata de un prófugo de la justicia, de un fuera de la ley, de un homo sacer, a quien cualquiera puede matar... pero no sacrificar. Está prohibido. Un ser impuro no puede ser sacrificado. 

Mayor ineptitud, imposible. Si hay sacrificio, la víctima propiciatoria no puede ser impura ni estar fuera de la ley. Claro que no: es el presidente legítimo de la Generalitat. Así que se entiende la exigencia de sacrificio: se quiere aniquilar la legitimidad, sin percatarse de que ese empeño es precisamente lo que la hace inatacable. 
 
Habrá una presidencia bicéfala cuyo funcionamiento y equilibrio interno, previsiblemente, serán objeto de debate continuo en el independentismo por mor de las cambiantes circunstancias políticas. Y funcionará el respeto al principio de legitimidad salida de las urnas el 21 de diciembre y personificada en Carles Puigdemont, a quien no se puede sacrificar, no por impureza de la víctima, sino del victimario.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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