Y volvió a decir: «¿A qué compararé el reino de Dios?
Es semejante a la levadura que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado». (Lucas, 13: 20-21).
La
CUP es la levadura que está haciendo fermentar la revolución catalana
por dos vías, una positiva por cuanto simboliza la coherencia entre la
teoría y la práctica y la fidelidad a los compromisos; la otra,
negativa, por cuanto desmonta las estrategias represivas del Estado,
especialmente en vía judicial.
La
brava declaración de Mireia Boya ante el juez Llarena desmontó la
estrategia de este de establecer una oscura relación entre las
convicciones ideológicas de las acusadas y su suerte procesal. Boya
quedó en libertad sin medidas cautelares a pesar de reafirmarse en su
ideología independentista.
El B155 judicial pretende justificar su
estrategia afirmando que ese resultado demuestra precisamente que el
Tribunal no es inquisitorial, que no se procesa a la gente por sus
ideas, sino por presuntos delitos. El problema es que Boya se encuentra a
este respecto en idéntica situación a los Jordis ya que si estos se
subieron al techo de unos vehículos oficiales, también lo hizo Boya y si
Boya está en libertad, en libertad debieran estar los Jordis.
Es tan
flagrante la contradicción que algunos analistas la atribuyen a un
cálculo político de Llarena, el de dejar en libertad a Boya,
pieza menor, en espera de echar el guante a Anna Gabriel, De ser esto
cierto, aun sería peor.
Ahora
es el turno de Anna Gabriel, cuya decisión respecto a su cita judicial
el próximo 21, tiene pinta de incidir en el mismo palo judicial pero con
aspectos de interés que pueden llevar la masa a un nuevo punto de
fermentación. Se trata de una variante del tema del exilio. Y en Suiza,
que no es país de la UE, lo cual, supongo, ahorra a los jueces españoles
la navette de la euro-orden. Si Gabriel finalmente no comparece y
es declarada en busca y captura, habrá que recurrir a la extradición o a
la Interpol o al alguacil pregonero.
La macrocausa política contra el
independentismo lleva camino de verse en diversos escenarios y con
muchos acusados en situación de rebeldía. Eso quizá ahorre al juez la
necesidad devanarse más los sesos sobre la rebeldía de que quiere
acusarlos, a base de encontrar un concepto tan eficaz de violencia que
incluya la no violencia.
Son
levadura. También catalizadores que aceleran el proceso por la
legitimidad que aportan. Es rasgo de esta revolución catalana la
aparente paradoja de que sean los antisistema quienes operan como
factor de aglutinación y legitimación. Dan una nota de autenticidad que
tiene mucha fuerza. La transversalidad del movimiento, la unidad de
acción del independentismo de raíz burguesa con la izquierda republicana
y la unidad popular, que las izquierdas españolas dicen no comprender, es el meollo de este movimiento.
Hay
en la acción de la CUP no solamente un objetivo actual y claro sino
también un ajuste de cuentas con el pasado, del que sale la intención de
no repetir los errores de 1937, cuando las gentes situadas en la misma
constelación de la izquierda revolucionaria se enfrentaron entre sí en
lugar de hacerlo contra el enemigo común. La República Catalana no tiene
enemigos dentro, sino fuera de ella.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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