domingo, 18 de febrero de 2018

El cardenal Osoro pone el punto final a la era de Rouco en Madrid

MADRID.- El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presidió ayer mañana en la catedral de La Almudena la ordenación de sus tres obispos auxiliares, los presbíteros José Cobo Cano, Santos Montoya Torres y Jesús Vidal Chamorro. La ceremonia se celebró en loor de multitudes, concelebrada por decenas de obispos, entre ellos los cinco cardenales con sede en España. 

Ocuparon lugar destacado varios líderes de iglesias cristianas no católicas. “Gracias al Santo Padre, el papa Francisco, que me ha regalado estos tres nuevos obispos auxiliares para dar noticia de Jesucristo multiplicando la presencia del pastor en medio de su pueblo. Nuestro tiempo es para la comunidad”, dijo el pontífice madrileño en su homilía, recogida por El País.
El gozo de Osoro, que esperaba este momento con indisimulada ansiedad desde que tomó el mando en agosto de 2014, refleja un estado de ánimo largamente aplazado. “Se completa la revolución en Madrid”, se dijo cuando Francisco anunció la pasada Navidad el nombre de los elegidos. 
Intentaba poner fin a la Iglesia del no, bronca, opuesta a reformas que la sociedad ha asumido sobradamente, poco amiga de dialogar o entenderse con la sociedad civil y laica. Además, en un episcopado envejecido (con una media de edad por encima de los 67 años y decenas de altos prelados que ya han superado los 75), los nuevos obispos rondan los 50 años, y uno ni siquiera los ha cumplido. 
Cobo Cano nació en Sabiote (Jaén) en 1965; Montoya Torres, en 1966 en la Solana (Ciudad Real), y Vidal Chamorro, en 1974 en Madrid.
Hay otro perfil novedoso entre los designados. Los tres son de vocación tardía, como el propio cardenal Osoro, que incluso tuvo novia antes de entrar en la Universidad Pontificia de Salamanca para hacerse cura. Los nuevos obispos estudiaron carreras civiles antes de hacerse sacerdotes. Cobo es licenciado en Derecho Civil, Montoya es químico y Vidal, que con 43 de edad es con mucho el obispo más joven de España, se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales.
Los nombramientos cierran, por tanto, la etapa del cardenal Antonio María Rouco, que fue arzobispo de Madrid 23 años, además de indiscutible líder del episcopado español durante una década. Del pontificado de Rouco solo quedaba al mando en Madrid, y muy marginado, quien fue su mano derecha en la Conferencia Episcopal, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, desde esta mañana “clérigo acéfalo o vago” según la terminología canónica.
El Vaticano se esfuerza en fijar su estructura jerárquica y ordena con rigor las funciones de cada clérigo. Lo hace mediante un largo Código de Derecho Canónigo (1752 cánones o artículos, diez veces más que la Constitución Española), incluso para aquellos eclesiásticos a quienes denomina “acéfalos o vagos”. Pero hay circunstancias que se escapan al legislador. Según expertos canonistas, es el caso de Martínez Camino, portavoz y secretario general durante una década (de 2003 a 2013) de la Conferencia Episcopal, y obispo auxiliar de Rouco desde 2007.
Ni siquiera la ordenación episcopal de Camino fue pacífica. Rouco lo promovió al episcopado despreciando la regla ignaciana que prohíbe a los miembros de la Compañía de Jesús aceptar cargos salvo en tierra de misiones. El nombramiento se fraguó pese a esa negativa, muy insistente y reiterada. Finalmente, el entonces portavoz se convirtió en el primer jesuita en ocupar una sede episcopal en España.
La jubilación de Rouco a los 78 años y la inmediata llegada a Madrid del cántabro Osoro (Castañeda. Cantabria. 1945), con el encargo de Francisco de variar el rumbo ultraconservador en la principal archidiócesis española, dejó fuera de juego al equipo episcopal anterior, compuesto de tres prelados auxiliares. 
A dos de ellos, Roma los buscó pronto salida con ascenso, a Fidel Herráez como arzobispo de Burgos, y en la diócesis de Segovia a César Franco. Martínez Camino (Marcenado, Asturias. 1953), se quedó atrapado en Madrid, sin apenas relación con Osoro, de muy distinto talante.
Por motivos difícilmente explicables, el Vaticano no le ha encontrado en estos tres años un destino apropiado, unas veces porque algunas diócesis lo rechazaron más o menos veladamente; otras, por reticencias del Gobierno de Mariano Rajoy, que tiene derecho a poner objeciones a cualquier nombramiento episcopal por concesión concordataria de uno de los llamados Acuerdos firmados entre el Estado vaticano y España (uno de 1976, tres en 1979), y también porque ni el PP ni el Rey veían al combativo y bronco exportavoz como posible vicario general castrense con rango de arzobispo y general de División. 
En este caso, el nombramiento es competencia del Rey, que lo firma escogiendo sobre una terna negociada entre la Nunciatura (embajada) del Papa en Madrid y el ministerio de Asuntos Exteriores.

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