No ha sido la
mejor intervención parlamentaria del ministro de Economía, Luis
de Guindos. Ha llegado a quejarse de que ya ha comparecido en 22
ocasiones en el Congreso de los Diputados y en 7 ocasiones para
hablar de la crisis.
Ha mencionado que después de seis años como
ministro llega el cansancio. La crisis más grave de nuestra historia
contemporánea, como él mismo ha reconocido, exigía una
intervención mejor preparada, aunque ha confesado que el tiempo
de los ministros es limitado, como asumiendo que las otras tareas
no se lo han permitido.
Su
comparecencia parecía débilmente preparada ante diputados con el
colmillo torcido. Tras 33 comparecientes, los miembros de la comisión
tienen ya muchos datos, informes e incluso confidencia, que De Guindos
no ha sabido contrarrestar.
Las intervenciones que más le han irritado en esta ocasión han sido
las del portavoz socialista Pedro Saura. En su respuesta ha llegado a
levantar la voz. No le habían gustado ninguna de las dos breves
intervenciones que ha tenido el diputado por Murcia. Y eso que las
limitaciones de tiempo para los interpelantes, limitaciones que se han
autoimpuesto los grupos parlamentarios no permiten profundizar en las
cuestiones, ¡Qué pena!
Menos mal que la presidenta de la Comisión, Ana Oramas, ejerciendo su
función de manera impecable y creativa, les deja sobrepasar el tiempo
que ellos mismos se han impuesto. De ser más estricta todavía nos
quedarían más lagunas sobre lo mucho que quieren debatir y la limitación
de tiempo se lo impide. No debería ser así en una comisión que, hay que
repetir, investiga la crisis financiera más profunda de nuestra
historia.
A Guindos no le ha gustado que le pregunten por su inmerso error de
declarar al Financial Times el 4 de enero de 2012, semanas antes de
tener preparadas las medidas para tratar de sanear el sector, que la
banca española necesitaba 50.000 millones de euros para cubrir los
activos tóxicos de su cartera. Hundió la bolsa.
La declaración provocó una desconfianza de los inversores
internacionales en el sector y agravó las dudas sobre la capacidad de
España para salir adelante sin un rescate internacional.
No le ha gustado que Pedro Saura le recriminara que la prueba del
nueve de la equivocación de su declaración fue la necesidad posterior
del rescate bancario.
Tampoco le ha gustado al titular de Economía e Industria que le
recordara que el 23 de abril, poco antes de la firma del memorando de
acuerdo con las instituciones internacionales para ese rescate, Guindos
dijera que no íbamos a pedirlo. Según el portavoz socialista o hubo
incompetencia o hubo engaño.
Ha dejado sin respuesta a una de los interrogantes que ya lanzó
Rodrigo Rato y Saura quiere saber la respuesta. ¿Por qué se reunió en
tres ocasiones con los presidentes de las tres primeras entidades
financieras españolas para tomar una decisión tan importante sobre el
sistema financiero español, como destituir a su presidente, nacionalizar
la entidad, y nombrar al nuevo presidente sin la presencia del
Gobernador del Banco de España? El Gobernador representas la autoridad
del Estado en esta materia y no tiene fácil explicación esta decisión.
Tampoco le ha gustado a Guindos que le recordara que tuvo que acudir
al juez a matizar su declaración inicial sobre estas reuniones. En la
primera ocasión hizo una determinada declaración, que tras conocer que
los banqueros habían confirmado al juez que en esas reuniones se habló
de Bankia, Guindos tuvo que rectificar la primera y asentir que él
también había hablado del caso.
Ha conseguido el diputado por Murcia además que Guindos tenga que
explicar que Caja Murcia, de donde fue consejero el ministro por su
amistad con el presidente de la entidad, Carlos Egea, era una de las
cajas saneada y muy bien gestionada, pese a haber necesitado 1.845
millones de euros para su saneamiento.
Guindos ha justificado las ayudas porque las entidades que estaban
mal eran las otras entidades con las que se fusionaron. Incluso ha
puesto el ejemplo de la indignación con la que conoció el consejo del
nuevo grupo las indemnizaciones que se había concedido la cúpula de una
de las cajas a la que denunciaron ante los tribunales.
La cuestión sobre su papel en la crisis ha quedado tan poco clara que
ya han pedido una nueva comparecencia del exgobernador del Banco de
España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez para tratar de verificar lo que
ha sucedido. Sobre todo en Bankia.
Por qué Guindos alardea de su actuación y de la reformulación de la
cuestas de Bankia y Ordóñez, en cambio, en su comparecencia en el Senado
declaró que esta reformulación, ya con el actual presidente de la
entidad, fue irregular, ilegal.
Quieren saber su opinión de por qué ninguna auditoría recogió ni anomalía, ni párrafos de énfasis en las cajas quebradas.
Son solo algunas de las lagunas de una deficiente comparecencia, con
la que De Guindos ha celebrado su cumpleaños. Seguro que habrá que
volver sobre el caso. Pero las incógnitas que dejan las comparecencias
de Rato, Solbes, Salgado y Guindos son muy importantes.
La extremadamente conciliadora portavoz del PNV en la Comisión de
investigación de la crisis, Idoia Sagastizabal, ante tanto escurrir el
bulto, se ha visto en la obligación de recriminar al ministro que nadie
asuma responsabilidades.
Para Sagastizabal, la crisis es el resultado de decisiones que se
adoptaron en su momento y que alguien tiene que asumir pues la falta de
actuación de los reguladores nos llevó al borde del precipicio.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario