miércoles, 15 de noviembre de 2017

Murcia ciudad mora / Adrián Ángel Viudes *

-¿Te apetece cenar con dos obispos? La pregunta me la formulaba mi querido amigo Juan Ramón Medina, Rector, entonces, de la Universidad Politécnica de Cartagena.

Comprenderán mis queridos lectores que la afirmativa respuesta la di de inmediato.

Se celebraba un ciclo de conferencias sobre la Historia de la Iglesia, y la sesión de cierre corría a cargo de Monseñor Asenjo, secretario, aquel año, de la Conferencia Episcopal.

-La cena va a ser en la Residencia Alberto Colao, sobre las nueve, al acabar la conferencia de Monseñor.

Un cuarto de hora antes cruzaba yo la puerta del Edificio. Un conserje me dio recado del Rector: -que si quería incorporarme a la conferencia, o esperarlos en el comedor. Opté por la primera propuesta, y, con discreción, entré en el salón y tomé asiento en la última fila.

Acaba su intervención monseñor Asenjo, y Medina, que actuaba de moderador, le pidió venia para establecer coloquio con el público que llenaba la sala. Accede Asenjo de buen grado, y desde la última fila se alza una mano en petición de palabra. Miro al través, e identifico a Carlos Martínez, cartagenero apasionado, que pregunta: - ¿Conoce Monseñor la historia de la diócesis de Cartagena?

El ilustre Prelado asiente con el gesto, y el preguntador alza la voz y truena: ¡Qué la va a conocer; si la conociera, si supiera de Pedro el fraile, de los cuatro Santos, del Obispo Liciniano; usted, como componente de la Conferencia Episcopal no consentiría que el Obispo de Cartagena viviera en una ciudad mora!

Ante esta salida inesperada, nuestro Obispo: don Manuel Ureña, que acompañaba en la mesa al conferenciante, esbozó una sonrisa. A este gesto Martínez tronó: Traidor, Obispo traidor, no te rías, porque tú protagonizas ese disparate.

La intervención del Rector no se hizo esperar: -Carlos, por favor, me habías prometido que no la liabas. Y así, entre voces del respetable pidiendo consideración a nuestros Prelados, y reconvenciones de Medina, se dio por concluido el acto.

Ya en el comedor los comentarios fueron de lo más sabroso. Monseñor Asenjo preguntaba a don Manuel. ¿Manolo cómo es eso que vives en una ciudad mora?

Salió luego a relucir la rivalidad entre Cartagena y Murcia. La negativa de los cartageneros a que La Caridad fuera a Murcia a recibir el homenajede los capitalinos, como lo habían recibido otras Vírgenes patronas de pueblos de la Región. Fue muy comentada la petición del Obispo, durante la coronación canónica de la Virgen del Primer Dolor patrona de los californios, de que le dejaran a la Virgen de la Caridad para su marcha a la capital. Petición que fue contestada con una gran pitada; y el enfrentamiento de don Manuel con la comisión creada para que el Obispo volviera a residir en Cartagena.

Lo cierto es que, en el siglo XIII, el Obispo abandona la sede en Cartagena y se sienta en Murcia a la vera del río Segura y de la feraz huerta murciana. Cada vez que se abre debate sobre las causas del traslado se dejan oír voces señaladas aportando teorías. Esta es la mía: La Santa Madre Iglesia se mantenía, por aquel entonces, con los diezmos y primicias, impuesto canónico de obligado cumplimiento para los fieles católicos que en aquella época eran todos o casi todos. Esos diezmos y primicias eran bastante más cuantiosos en la huerta murciana que en la comarca de Cartagena, plaza más bien militar y pescadora, y la economía del Obispado aconsejaba estar cerca para vigilar las exacciones.

Conseguir que la sede episcopal retorne a la trimilenaria Ciudad es casi tan difícil como lograr la tan deseada provincia; y, tengo para mí, que, en ambos casos, la dificultad reside, no tanto por la oposición de los capitalinos murcianos, sino por los criterios de Roma y Madrid.

Pero hay algo que sí se debe y se puede conseguir. Restaurar la Catedral de Santa María, la primera catedral de España, y consagrarla como Concatedral junto a la de Murcia, con igual rango, y prebendas; alternando, entre una y otra ciudad, los tiempos de residencia de la Sede Episcopal. Pero, como siempre pasa, cuando surge una buena idea, aparece el problema de su financiación. 
 
Y aquí me atrevo a hacer una sugerencia: José Luis Mendoza, ese ilustre cartagenero que, a través de la UCAM, está demostrando un envidiable y plausible mecenazgo para tantas y tantas actuaciones y acontecimientos; teniendo en cuenta su acendrado amor por Cartagena, que compartimos, debe liderar el Consorcio que con participación de la Iglesia, Comunidad Autónoma, el Puerto, Ayuntamiento , y cuantos cartageneros y murcianos quieran sumarse, allegaría los fondos necesarios para devolver a la diócesis de Cartagena uno de sus símbolos más identificativos: la Concatedral de Santa María

¡Que así sea! 
 
 
(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena y de la CHS
 
 

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