"Va a haber follón. El día 1 de octubre cada centro de votación va a
estar rodeado por 200 personas, militantes de partido o ciudadanos a
secas. Si los guardias entran en los colegios electorales, los
ciudadanos se llevarán las urnas a los bares o a la playa. Vamos a ver
si la Guardia Civil carga contra viejos en sillas de ruedas y madres
dando el pecho a sus hijos.
Lo que no tengo claro es si va a haber
declaración de independencia o no. Depende del recuento. La cifra de
votantes puede ser ridícula. Entonces puede que Ada Colau
sea la persona que haga de puente entre la Generalitat y el Gobierno".
Esto lo dice un catalán que está cerca del epicentro de la sacudida
separatista.
"Estoy muy asustada. Esto va a terminar mal". Lo comenta una
diputada del PSOE en el Congreso de San Jerónimo. Habla minutos después
de que un portavoz de Ferraz explique que a Óscar Puente no
se le ha entendido bien cuando ha hablado de no descartar que se tenga
que aplicar el artículo 155 de la Constitución. "El partido no ha
cambiado de posición respecto al 155", me dicen.
Los del Gobierno aseguran que Mariano Rajoy
lo está haciendo muy fino y que no se va a celebrar el referéndum. Los
independentistas saben que van a hacer el ridículo y amenazan, han
decidido cambiar el plebiscito por la revuelta. Buscan una foto en la
calle, elecciones rápidas, indultos. Luego, como suelen hacer, dar dos
pasos atrás para tomar impulso.
Los del PP quieren ver
cómo reaccionan los alcaldes. Si son tan gallitos como cuando se
retratan todos juntos o si se muestran menos crecidos cuando el fiscal
les llame el martes, uno a uno, incluso a los aforados. Les dirá: "Ésta
es la pena por incumplir la ley". Políticos importantes del PSOE piensan
que lo de Cataluña no tiene vuelta atrás porque los independentistas
han ganado la guerra de la propaganda y ahora la lucha es entre un
fiscal y una epopeya. Temen que, a pesar de las prohibiciones e
inhabilitaciones, habrá un amago de referéndum. Si no votan en 8.000
urnas, votarán en 2.000. Luego, pueden enloquecer. Son capaces de
proclamar la república aunque ésta dure, como siempre, 10 horas o una
semana.
Ya es tarde para buscar culpables, e incluso
para buscar soluciones. Pero cuando se mascan estragos, se buscan
culpables. Una parte de la izquierda, entre Barrabás y
Mariano, indulta a Barrabás. Acusan al presidente de no saber gestionar
la crisis, de haber permitido el pudrimiento. De decretar un estado de
excepción encubierto. Emplean 1.000 vocablos para atacar a los que han
desafiado la Constitución y 10.000 venablos para denigrar al que la
defiende.
Mariano Rajoy puede ser culpable de muchas
cosas, incluso de la sequía -se tomó a broma lo del cambio climático-,
pero no debería asumir culpas y errores que empezaron con el Conde-Duque de Olivares
y aún siguen. Siguen empeorando, desde entonces, cuando, según don
Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, Dios estaba de
parte de la nación española.
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario