miércoles, 20 de septiembre de 2017

La medida de las cosas / Màrius Carol *

La frase “El hombre es la medida de todas las cosas”, que escribió el sofista griego Protágoras, resulta una invitación a relativizar todo cuanto sucede a nuestro alrededor, pues a su juicio no existe la verdad absoluta, sino que las verdades están condicionadas por la mirada propia y la ajena. 

Las obras de Protágoras se han perdido –la sentencia se supone que figuraba en el libro Los discursos demoledores–, pero sabemos de su existencia por los debates que suscitó en la Grecia clásica, donde Diógenes Laercio, Platón, Aristóteles o Hermias se refirieron a ella, a menudo para criticarla, porque el sofista dejaba de lado la explicación de las cosas en relación con los dioses, dando todo el protagonismo al hombre, que se convierte en su filosofía en el centro de cuanto ocurre.

Esta relativización de la verdad nos ha ido permitiendo ser más tolerantes con el prójimo, comprensivos con los contrarios y respetuosos con otros credos. La civilización, como la entendemos en nuestros días, se cimenta en no creer que estamos en posesión de la verdad. A partir de este pensamiento es más fácil combatir la posverdad, que no deja de ser la mentira con celofán.

Los diarios acumulan estos días discursos amenazantes que hay que relativizar para no acabar con agorafobia. Ahí está, por ejemplo, Donald Trump amenazando con “destruir totalmente” Corea del Norte si Kim Jong Un –a quien ha calificado de hombre cohete en una misión suicida– continúa con su escalada bélica. El discurso lo ha formulado el presidente de Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, que es un organismo poco acostumbrado a las bravuconadas tuiteras.

El peligro de un enfrentamiento con Corea tiene de bueno que nos permite relativizar pulsos más próximos. Lástima que no podamos leer a Protágoras para poner un poco de calma en nuestro escenario más cercano.


(*) Periodista y director de La Vanguardia


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