A los políticos de
nuestro país les encanta hablar en nombre de los españoles, o al menos
en nombre de la mayoría de ellos. Un viejo vicio de nuestros
representantes que se ha agudizado en los tiempos de la nueva política.
Desde
el 28 de abril, cada líder político ha interpretado los resultados
electorales a su manera y ha intentado crear un marco mental sobre bases
figuradas, cuando no falsas.
Y así hemos escuchado hasta la saciedad a los dirigentes
del PSOE decir que la mayoría de los españoles quiere que haya un
gobierno progresista del PSOE en solitario. Es evidente que los
socialistas ganaron las elecciones pero solo el 28% del electorado que
escogió la papeleta del PSOE apoyaría claramente un gobierno monocolor
de los de Sánchez; el 72% restante votó a otras opciones y por lo tanto
no apostó por ese gobierno en solitario del PSOE.
Otra
afirmación habitual del presidente en funciones, Pedro Sánchez es que
los españoles piden un gobierno progresista que no dependa de los
independentistas. Las dos premisas son incompatibles porque la única
manera de que haya una mayoría progresista en el Congreso es si se suman
al PSOE y a Podemos, los diputados de Esquerra Republicana de
Catalunya. Además ningún votante del PSOE o de Podemos añadió a su
papeleta la condición de que no quería un gobierno que dependiera de los
independentistas.
En todo caso, los únicos acuerdos
de gobierno que evitarían la dependencia de los independentistas serían
los que pudiera alcanzar el PSOE con el PP o con Ciudadanos, opciones
inviables a día de hoy.
Así que ni la mayoría de los
españoles pidió un gobierno que no dependiera de los independentistas ni
reclamó un ejecutivo monocolor del PSOE. Tampoco pidieron los españoles
un gobierno de coalición entre los socialistas y Podemos como defienden
los dirigentes de la formación de Pablo Iglesias. Ese era el objetivo
de campaña de los morados y con ese mensaje lograron el 14% de los
votos, muy lejos de cualquier mayoría.
Esta
apropiación de las mayorías es generalizada. PP y Ciudadanos lo han
hecho también en las Comunidades Autónomas en las que han alcanzado el
poder. Madrid es un buen ejemplo. Díaz Ayuso e Ignacio Aguado repiten
una y otra vez que la mayoría de los madrileños quiere un gobierno de la
derecha, olvidando que el partido más votado y con mucha distancia por
los madrileños fue el PSOE y que había otras mayorías posibles si
hubieran querido evitar la dependencia de la ultraderecha de Vox.
Así
que los políticos españoles deberían dejar de hablar en nombre de la
mayoría de los españoles y ponerse a gestionar los resultados
electorales, que son la consecuencia acumulada del voto y el deseo
personal de cada uno de los españoles. Ese resultado lo que les obliga
es a buscar acuerdos y ponerse a gobernar. Basta ya de marear la perdiz y
perder el tiempo camino de otras urnas en noviembre.
(*) Periodista
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