MADRID.- Como una ciudad que surge del suelo en el videojuego SimCity o como gráfico de barras, la ciudad de Benidorm,
pequeño Manhattan alicantino, surge del litoral mediterráneo para
asombro y fascinación de unos y otros. La leyenda fundacional es bien
conocida: el alcalde Pedro Zaragoza, durante el franquismo, tiene la
visión de transformar un pequeño pueblo de pescadores en una máquina de
exprimir el incipiente turismo en España. Hasta viaja a Madrid en una Vespa para convencer al dictador de su nuevo modelo e incluso permitir el topless de las suecas, recuerda El País.
“El modelo de Benidorm es completamente pionero, porque era un modelo
para toda la ciudad y con gran visión de futuro, cosa no habitual en la
época. Más apreciado, como suele ocurrir, fuera de España que dentro”,
explica del arquitecto José Manuel Escobedo, del estudio JAS y miembro del Consejo de Escena Urbana de la ciudad.
Para explicar la decisión por el crecimiento en altura, en forma de innumerables rascacielos, Escobedo echa mano de la metáfora del paquete de tabaco:
si uno lo pone tumbado sobre su superficie más grande tiene un bloque
de viviendas como los que se ven en cualquier ciudad, pero si lo gira
para colocarlo sobre su superficie más pequeña le sale un rascacielos
que conserva el solar para esponjar la urbe y hasta colocar zonas
verdes, aparcamientos y piscinas.
“Aunque se le compare con Manhattan,
donde allí hay cuatro rascacielos, aquí solo hay uno”. Además, es más
igualitario. “Antes los más adinerados ocupaban la primera de playa,
ahora desde cada edificio se podía ver el mar”, explica el arquitecto.
“Cabe preguntarse si el modelo de Benidorm no ha sido uno de los más sostenibles
del litoral español por aspectos como el poco territorio consumido,
apenas unas pocas hectáreas, o la bajísima utilización del transporte
privado ya que cualquier lugar de la población se encuentra a una
distancia de la playa no superior a 10 minutos andando”, escriben Carlos Ferrater y Xavier Martí,
arquitectos galardonados con el Premio Nacional de Arquitectura de 2011
por el Paseo de La Playa de Poniente de Benidorm, en el reciente libro
colectivo Ensayo y error Benidorm (Editorial Barret).
¿Una realidad ecosostenible?
Aunque intuitivamente pueda parecer lo contrario, el cogollo de
rascacielos de Benidorm es más ecológico que otros modelos típicos del
litoral turístico, como las urbanizaciones extensas con sus campos de
golf, que gastan mucho territorio, más energía y requieren más
carreteras y medios de transporte.
Además, Benidorm ha conseguido atraer
al turismo durante todo el año, lo que la hace más eficiente en el aprovechamiento
de los recursos y el territorio. Benidorm recibe buena parte del
turismo y ocupando solo el 1 % del litoral de la Comunidad Valenciana.
“Parece un plan urbanístico muy abierto, pero en realidad es muy limitado”, explica Alejandro Muñoz, del estudio Interproyectos
y miembro del Consejo de Escena Urbana, “por ejemplo, los edificios no
pueden estar muy juntos y no se pueden hacer grandes pantallas de más de
50 metros. Siempre puedes tener una visión de la playa.
Parece muy
edificado pero no hay manzanas cerradas como en una gran ciudad. Se ha protegido la zona de huertas y aún queda espacio para expandirse en el futuro”.
Antes que destacar algunos edificios icónicos en particular, este arquitecto señala “el conjunto de edificios como agujas, los hitos en altura,
que le dan una imagen global a la ciudad muy característica”.
Estas
particularidades hacen que desde años se esté trabajando en que Benidorm
sea Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. “Es que no existe un sitio igual”, afirma Muñoz.
Del brutalismo a Grandes hitos de altura infinita
Entre los rascacielos que sujetan el soleado cielo de Benidorm, el más alto es el Intempo, proyectado por Pérez-Guerras Arquitectos & Ingenieros,
cuyas obras empezaron en 2006. Tiene el aspecto de una gran letra M de
superficies doradas que se alza notoriamente al extremo suroeste de la
ciudad, con sus 192 metros de altura y sus 47 pisos.
Sin embargo,
todavía no está habitado: el pinchazo de la burbuja inmobiliaria lo dejó
como un enorme recordatorio de la debacle.
Por estas fechas, con unos nuevos propietarios, el proyecto se vuelve
a poner en marcha y las viviendas se pondrán a la venta, se espera que a
precios estratosféricos, hasta de un millón de euros en las plantas más
altas y el diamante central que une a las dos torres.
El Gran Hotel Bali es el segundo edificio en altura
de Benidorm, de 186 metros y 52 plantas, obra de Antonio Escario e
inaugurado en 2002. El edificio es racional, simétrico y esbelto porque
su figura se va afinando desde una base más ancha hasta el final más
estrecho.
Según afirmó el arquitecto, fallecido en 2018, a El País con
motivo de su inauguración (cuando venció en altura a la Torre Picasso de
Madrid): “El tamaño del edificio no tiene ningún secreto, para
levantarla hemos utilizado lo que la profesión ya sabe, el sentido
común”. Debido a su altura se celebran en él diversos eventos como una
carrera anual de subida de escaleras o un campeonato de salto base.
Tercero en discordia es la Torre Lúgano (158 metros,
43 pisos), obra de Adolfo Rodríguez. Debido a su situación geográfica,
en el Rincón de Loix, un alto al final de la playa de Levante, es el
techo del skyline de Benidorm, alcanzando la cota de 287 metros sobre el nivel del mar.
En cuarta posición está el Neguri Gane (145 metros,
43 pisos) obra de los arquitectos Roberto Pérez-Guerras y Julio Pérez
Gegundez, inaugurado en 2002. Con sus formas redondeadas, recuerda a la
arquitectura brutalista del edificio Torres Blancas de Madrid, diseñado
por Sáenz de Oiza. El quinto rascacielos más alto de Benidorm es el Edificio Kronos (140 metros, 41 pisos), obra de MAPRC arquitectura, situado en la playa de Levante, cerca del Neguri Gane.
El eterno debate entre su desprecio y veneración
La ciudad de Benidorm pasa por diferentes etapas en las que es
alabada por su modelo y su carácter especial o vilipendiada por su
masificación y popularidad. “Solo desde una cultura que ha convertido el
‘sé tu mismo’, la exclusividad o la diferenciación personal en lemas
consensuales y funcionales se puede entender el desprecio a Benidorm en
términos culturales”, explica el urbanista Iago Carro
en el citado libro.
“Muchas de las críticas que se hacen a Benidorm no
son justas, pero la gente cada vez lo va entendiendo más”, dice
Alejandro Muñoz, “es justamente lo opuesto a lo que mucha gente cree y a
lo que muchos medios de comunicación hacen ver”.
Ahora, los rascacielos de Benidorm y su intensa y polifacética vida veraniega parecen estar de moda otra vez.
Aunque todos sus edificios no son tan icónicos como los aquí reseñados y
también abunda la arquitectura funcional y de baja calidad.
“Lo que le
falta a la ciudad es que todos sus edificios aspiren a ser de
referencia: por la misma inversión se puede hacer una arquitectura más
digna, más interesante”, concluye Escobedo, “basta con trabajar con los
mismos costes pero con más amor la profesión”.
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