El debate de anoche en TV3, que no tuve el disgusto de contemplar, es un caso de manual de las reglas de fair play
que rigen en las competiciones deportivas y, según se ve, solo en las
deportivas. En el resto de las competiciones, especialmente las
políticas, rige el juego sucio, el ventajismo, las trampas. La política
es la continuación de la guerra por otros medios y, ya se sabe, à la guerre, comme à la guerre.
Así
que, cuando sale alguien blandiendo el código caballeresco, que impone
el juego limpio, descuella de inmediato por encima del ras de los
comportamientos ordinarios basados en cálculos interesados, por ejemplo,
electorales. Si se recuerda que este juego limpio democrático proviene
de alguien a quien el Estado español considera un prófugo de su
justicia, se aquilatará el valor simbólico de este acto. La legitimidad
del prófugo es superior a la del Estado que lo persigue. Somos
independentistas a fuer de demócratas; no demócratas a fuer de
independentistas.
Paradójicamente,
la actitud desinteresada del paladín demócrata, que se retira del
torneo porque los contrincantes no están en igualdad de condiciones,
atrae mayor voluntad del electorado por su innegable valor moral. No se
trata solamente de que el fin no justifica los medios sino de que los
medios injustos determinan el fin, lo desmerecen. Y una independencia
plena solo puede ser resultado de limpia lid.
Para
suciedades ya está la Junta Electoral Central (JEC), decidida a seguir
cometiendo arbitrariedades con los derechos fundamentales de los
candidatos. Estos debieran quizá recurrir a los tribunales en amparo
frente a los atropellos de un órgano administrativo aquejado de manía
persecutoria. Si hay arbitrariedades es porque se le consienten.
Lo interesante de esta peripecia televisav es el comportamiento de los demás, una vez que Aleix Sarri explica la razón por la que se ausenta del debate.
Es una actitud que interpela a los otros, quieran o no, porque se toma
en solidaridad con unos represaliados. Palinuro entiende que los demás
deberían haberle seguido.
Pero cada cual tiene sus razones. Solé, el
representante de ERC en lugar de Junqueras, denunció la situación de
injusticia, pero se quedó al debate. Ignoro si el de los Comuns formuló
alguna objeción. Los demás allí, tan tranquilos, poniendo verdes, al
parecer, a los ausentes.
Se
pudo pasar un vídeo con unas declaraciones de Junqueras. No se hizo con
otro de Puigdemont, que obraba en poder de TV3. Lo llevaba Sarri en un pen drive que entregó al presentador. Este es el vídeo con las declaraciones del MHP Carles Puigdemont.
El
tren de la independencia no es un monorail. Sigue necesitando dos
rieles y que sean paralelos. Si convergen o divergen, el tren no llegará
a ningún sitio.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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