domingo, 14 de abril de 2019

El 'cardenal' le echa las cruces al PP / Vidal Coy *

No, no es cierto. No es verdad que José Luis Mendoza (A.K.A. El Cardenal) haya pedido el voto para Vox, pero visto lo visto con su penúltima salida de pata de banco contra el gobierno municipal del pío Ballesta (PP) y el autonómico del inconsistente López (PP, igualmente), ¿qué van a hacer con su papeleta el 26 de mayo los muchos partidarios, correligionarios kikos y opusdeístas, paniaguados añadidos, empleados a sueldo y corifeos espontáneos que ese cardenal cartagenero tiene en esta su santa Región?

Un silogismo puede venir al caso. Si soy católico de los de verdad y mi partido de toda la vida es el PP; si hay una nueva formación mucho más ardiente en la defensa de los principios inamovibles de la sociedad cristiana (sin lo de judeo, por favor); y si el máximo representante de la institución católica privada por excelencia en la región critica duramente al primero: ergo ¿qué hago con mi voto en las próximas elecciones? Pues eso.

Dejando aparte el cinismo extremo del cardenal cuando critica a un partido, el mal llamado Popular, que ha sido durante 25 años su sostén, su favorecedor, su consentidor, su promotor e, incluso, su proveedor de nombres ilustres para su profesorado, hay que fijarse en las consecuencias políticas de su rapapolvo.

Como el cardenal será lo que sea, pero tonto no es, ha escogido con premeditación y alevosía el momento en el que hacer su diatriba vitriólica: en vísperas de generales y autonómicas. No parece que semejante cosa pueda caer fácilmente en el olvido y el cardenal y el PP, el PP y el cardenal, vuelvan a ser felices y comer perdices cuando termine la cuaresma tras el santo carnaval que nos ocupa ahora.

Anda cabreado su ilustrísima con el maltrato que el partido gobernante le dispensa. ¡Válgame dios! Parece que el dueño de la UCAM piensa que puede hacer de su capa un sayo, es decir, lo que le salga de las narices con las normas urbanísticas. Por eso edificó varias instalaciones ilegales e imposibles de legalizar porque pisotean las normas urbanísticas vigentes en el municipio capitalino. Tal y como ya advirtió la Fiscalía, que ahora se apresta a sentar al cardenal en el banquillo.

También hay que tener en cuenta que todo esto no pasaría si los distintos equipos municipales que han pasado en los últimos años peperos por la Glorieta hubieran hecho la vista gorda, o gordísima, a los tejemanejes de los empleados de Mendoza con planos y normas de ordenación. Cosa de la que no pueden alegar ignorancia porque, aunque en el ayuntamiento miraran para otro lado, Huermur denunciaba infatigablemente los desaguisados una y otra vez desde que se iniciaron.

El caso es que recién ahora el cardenal se mosquea ante la inminencia de la imputación y carga contra sus benefactores de tanto tiempo, sin reparar ––¿o sí–– en que está alentando objetivamente ––como expresaría algún miembro de cualquier politburó–– a la grey católica a cambiar su voto por aquellos que representan auténticamente las esencias derechistas. O sea, los de Vox.

Aliento que, dicho sea de paso, tampoco es que fuera muy necesario dado que los votantes del PP están adquiriendo la condición de “ex” pasándose por miles a engrosar la prietas, recias y marciales filas de las escuadras de Vox. Recuperan así su lugar natural en el espectro político: la extrema derecha. Pues es sabido que no solo en Murcia y Cartagena, pero aquí más que en ningún otro sitio, sino también en España esa radicalidad diestra encontraba cobijo y etiqueta identificativa bajo la bandera "popular".

Puede resultar, entonces, que el cardenal esté errando el tiro con su acerva crítica, porque le va a ser difícil encontrar una formación que favorezca más que el PP a la santa institución que posee y preside así en la tierra como en el cielo. Los calentones tienen ese problema: se tira sin apuntar bien. Pero no llegará la sangre al río. Si vuelve a gobernar el PP, los puentes se recompondrán rápidamente, a pesar de que unos cuantos votos hayan ido al saco de Vox gracias a la incontinencia verbal de su eminencia.

Lo difícil será convencer a la Fiscalía de que el cardenal se ha ceñido escrupulosamente a la legalidad vigente y, finalmente, no haya de sentarse donde no quiere y se mantenga de pie. Pero, bueno, además de París siempre le quedarán los jueces suficientes como para sobreseer la causa por cuestiones procedimentales. Vale.



(*) Periodista


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