De entre los catalanes que han hecho del anticatalanismo un modus vivendi político probablemente sea Albert Rivera (Arrimadas
tampoco le va a la zaga) el que figure en el lugar más destacado.
No hay un símbolo de la identidad catalana con el que el líder de Ciudadanos no quiera acabar, desde la lengua a la cultura y desde TV3 a los mossos d'esquadra.
Tiene su mérito ir a Sevilla y que las crónicas de su acto electoral recojan como gran titular su amenaza al director de TV3, Vicent Sanchis.
Ciudadanos nació para eso: destruir el autogobierno catalán, imponer el
monolingüismo y acabar con la escuela catalana y recentralizar el
máximo posible las competencias.
De hecho, el titular de TV3 era el que buscaba ya que de lo dicho en
el mitin andaluz, Rivera ha hecho un único tuit que dice lo siguiente:
"El director de TV3 me ha puesto una querella por decirle la verdad. Y
unos días después le han procesado por participar del golpe del 1-O. Le
digo una cosa, señor Sanchis: búsquese un buen abogado porque yo, al
contrario de Sánchez [Pedro], no le indultaré".
Ciudadanos hace días que estira como un chicle una mentira de la que
no sabe como salirse, cuando fruto de un calentón o de una acción
voluntaria y buscada Rivera declaró que en TV3 habían llamado puta a
Inés Arrimadas. La cadena pública le exigió inmediatamente un desmentido
y, al negarse, Sanchis se querelló contra el líder de Ciudadanos.
Ahora, Rivera amenaza a Sanchis con un tuit que contiene tres nuevas
mentiras: el director de TV3 no he la puesto una querella por decir la
verdad sino por mentir; para necesitar Sanchis un indulto tiene que
estar condenado, cosa que no lo está; Pedro Sánchez
tampoco ha dicho que hipotéticamente le vaya a indultar si se mantiene
en la presidencia del Gobierno español y el periodista es condenado.
Pero nada de eso importa. Ciudadanos hace años que está acostumbrado a
caminar a lomos de la mentira. Su manera de hacer política es un lastre
para la democracia española y algo de todo eso empieza a intuir ya el
ex primer ministro francés Manuel Valls que se las
prometía muy felices en las elecciones municipales a la ciudad de
Barcelona y su candidatura no consigue despegar.
Introducir ahora en la
campaña electoral una amenaza a un medio de comunicación y a un
periodista, quizás de votos como ya vimos en Estados Unidos en el pulso
entre Donald Trump y la cadena de televisión CNN en las pasadas
elecciones presidenciales. A lomos de la mentira a veces se consiguen
cosas, pero las costuras de la democracia acaban saltando más tarde o
más temprano.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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