domingo, 14 de abril de 2019

López Miras no me deja escribir un artículo / Ángel Montiel *

Hace algún tiempo que quiero escribir un artículo de esos que sus posibles lectores calificarían de elogioso sobre el presidente de la Comunidad, Fernando López Miras. Con frecuencia, los dedos se me hacen aguas ante el teclado, pero justo cuando voy a empezar a redactarlo llega un teletipo o un vídeo que me lo desaconseja, pues contradice radicalmente mi propósito. 

En realidad, mi intención no es tanto hacer un elogio de López Miras como advertir a sus adversarios de que se equivocan si lo menosprecian. A él mismo se lo advertí personalmente cuando me señaló algunas deficiencias evidentes de sus competidores: «Ellos también te tienen por un político menor, y esa es tu ventaja, pues te menosprecian; pero si haces lo mismo con ellos, la sorpresa te la puedes llevar tú».

López Miras, advierto, no es lo que parece a primera vista. Es catedrático en la ciencia de la Práctica Política. Ha tenido un buen mentor, PAS, y éste, a su vez, otro, Valcárcel, pero sobre todo ha hecho un trabajo de campo en la estructura del partido que lo ha entrenado para las altas competiciones. Se lo sabe todo, lo cual le permite administrar los tiempos, componer equipos incluso despreciando piezas aparentemente fundamentales y preservarse con una leal escudería. 

Los esquemas básicos de la política interna de su partido se los sabe mejor que la tabla del nueve. Y no solo eso. También conoce los resortes que hay que pulsar para levantar al electorado clásico, frente a quienes le aconsejan que actualice el discurso y proponga políticas de ruptura con los desmayados mantras que hasta hace unos años hacían germinar los votos para el PP. Cuando desde la oposición o desde la prensa se señala esa cansina vía en la que incurre, él suele replicar que sabe lo que hace. A efectos electorales, es posible.

Pero hay algo que a López Miras no le acompaña. No es gracioso. No importaría que no lo fuera, pero es que pretende serlo. Y esto es grave. Muy grave. Valcárcel, que no aspiraba a ser gracioso, practicaba una cierta ironía sádica, muy competente. Todas aquellas retóricas decimonónicas al estilo de «no es menos cierto que», la nuez elevada, la voz grave y puesta en falsete para enunciar alguna falsa trascendentalidad («una gota de agua es una gota de vida», y en ese plan), y aquellas imposturas cínicas a sabiendas de que lo eran, pero para las que contaba con plena impunidad. Valcárcel 'vestía el cargo', portaba trajes a medida y daba confianza a las abuelas. 

Sin embargo, ni PAS en su día, ni López Miras ahora, disfrutan de esa planta. El primero bromeaba fuera de foco con su imagen de 'gordito calvo', y el segundo admite en petit comité que su físico no le ayuda. Esto parece una tontería, incluso en tiempos en que nadie ha desmentido que una de las causas que le manifestaron al actual portavoz de Ciudadanos en Lorca para no repetir candidatura es que no se adapta a un estándar físico, sea éste el que sea. 

Pero si alguien asume de entrada que carece de las cualidades exigibles para pasar el cásting del Club de la Comedia, lo más lógico es que intentara preservarse de que lo grabaran en vídeo haciendo el chorra en plan patriótico sobre una tarima, porque en ese oficio siempre gana un tal Abascal, que cumple con más tronío. 

Si la técnica del mitin reproduce a Gaby, Fofó y Miliki, ya tienes adelantada la respuesta: te tacharán de payaso, y en la versión peyorativa. Por lo demás, no hay ninguna necesidad de exhibir que tu público cautivo acepta una forzada infantilización. 

López Miras tiene malos consejeros porque nadie le dice que es mortal. ¿Quién, bien pagado en San Esteban, y sobre todo ahora, se atrevería a advertirle de que no debiera hacer mítines de partido en actos institucionales, tal y como se prodiga, o que no es aconsejable que se despendole en los mítines ante sus partidarios como si se tratara de fiestas de fin de curso posteriores a la resaca del acto oficial? 

Se trata del presidente de la Comunidad, al menos todavía, un presidente de circunstancias, hay que recordar, y debiera labrarse el prestigio y la continuidad validada por las urnas manteniendo una imagen pública que consolidara un adecuado perfil para esa función. Cuando alguien sale al ruedo político para limitarse a dar vivas a España, la deducción más lógica del espectador es que el espontáneo no tiene nada más que decir. 

Y siempre es preferible escuchar ese mensaje en una verbena en la versión de Manolo Escobar. Al menos es más divertido y no produce vergüenza ajena. 

Las campañas electorales existen para captar votos, no para disuadir a los potenciales votantes. Es lo que debiera rezar en la primera línea de cualquier argumentario de campaña. Si el tono del PP va a consistir en la reincidencia de shows, transmitidos por móvil, en que se exhibe la voluntaria demolición pública de un candidato que se empeña en impedir la identificación de sus cualidades políticas, que las tiene, al irrumpir constantemente con espectáculos bochornosos, es probable que hasta los amigos del CEMOP se vean obligados a reducir todavía más las expectativas de supervivencia de ese partido. 

Ya digo que llevo un tiempo tratando de escribir un artículo, de esos que se consideran elogiosos, sobre López Miras a fin de intentar matizar la caricatura que sus adversarios suelen hacer de él, y esto aunque solo fuera para advertirlos de que no están ante un competidor pequeño. Pero López Miras, con sus reiteradas actuaciones, no me deja escribirlo.



(*) Columnista 



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