jueves, 28 de marzo de 2019

La mejor noticia política / Ángel Montiel *

Los preámbulos electorales son la ocasión para intensificar los disensos entre las fuerzas políticas, pero la Región de Murcia es (esta vez, afortunadamente) diferente. Enmedio de una de las más competidas batallas por el poder que se han dado nunca en esta comunidad, el arco parlamentario regional nos ofrece, como primera flor de primavera, un insólito consenso para diseñar la reforma del Estatuto de Autonomía, largo tiempo aplazada. 

El parlamento más plural desde que se inauguró el modelo autonómico ha sido capaz de diseñar el marco general estatutario que actualiza nuestra 'pequeña constitución', y lo ha hecho con un texto que conforma a la izquierda y a la derecha en todas las variantes con representación institucional. Cabe suponer de antemano que esto responde a un esfuerzo extraordinario de cada una de las partes, en la consideración por cada una de ellas de lo que es posible ceder y lo que es preciso introducir o mantener. 

Los subtextos son importantes en estos casos, cuando el enunciado general de los asuntos más propicios al debate pudieran impedir cualquier acuerdo por cuestiones de principios o por las cerradas compuertas de las ideologías respectivas. Pero la inteligencia de los redactores ha permitido limar los conceptos, dejar abiertas las interpretaciones para que los Gobiernos a que corresponda desarrollen el marco general de acuerdo a las mayorías que puedan alcanzar, y esto sin dejar al margen ninguna de las cuestiones que interpelan a los ciudadanos de este tiempo. 

En líneas generales, el propósito y el resultado merecen aplauso, sobre todo porque la política regional en su conjunto se presta a él en escasas ocasiones. 

Hay que tomar en consideración la valentía de los líderes políticos de los cuatro partidos con representación parlamentaria (PP, PSOE, Cs y Podemos) y de sus respectivos portavoces parlamentarios, que recibirán inevitables reproches de los más irreductibles militantes de cada una de las formaciones por la insatisfacción de no culminar en la 'constitución general' el programa particular de cada grupo. Pero las reglas de juego han de ser comunes, adecuadas a los tiempos y a la vez abiertas, amplias, en la aceptación de que la democracia no es patrimonio de parte sino que precisamente existe porque reconoce al opuesto. 

Que el escándalo por este magnífico esfuerzo de consenso proceda de una fuerza política extraparlamentaria, Vox, avala aún más la validez de la reforma. Las apelaciones a las cuestiones de memoria o de género conducen a sospechar sobre qué posición habría tenido ese partido cuando los debates eran sobre el voto femenino o sobre los derechos civiles de los negros. 

La clase política regional, tantas veces estigmatizada, ofrece con este proyecto un alivio y provoca sensaciones estimulantes de reenganche, más aún cuando el remate de los tan intensos como discretos debates que han conducido a este consenso insólito desde la Transición se produce en la antesala de un proceso multielectoral en que los partidos se juegan el todo por el todo. 

Y el corolario inesperado de que el nuevo Estatuto deberá ser aprobado en referéndum añade un valor especial de política bien hecha, de autoestima autonómica y de libertad ciudadana. Chapó.



(*) Columnista


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