Confesión
de un dirigente madrileño del Partido Popular: “No vamos a poder frenar
a Vox en las próximas cinco semanas. No hay tiempo. La batalla está
ahora en la frontera con Ciudadanos. El Partido Popular tiene que
desplumar a Ciudadanos y frenar en lo que pueda a Vox con una fuerte
apelación al voto útil”.
Los cuadros territoriales del PP están celebrando
encuentros con grupos de votantes susceptibles de sentirse tentados por
el partido de Santiago Abascal y Javier Ortega Smith. El
partido que va a presentar a cuatro generales retirados en sus listas.
El partido que promete abolir la Generalitat de Catalunya y detener a Joaquim Torra.
El partido que ya sugiere la ilegalización de Podemos.
En esos
encuentros, los cuadros del PP están constatando que Vox es hoy una
tentación casi irresistible para la derecha muy cafetera. El reclamo de
la foresta. El regreso de la España Varon Dandy. El puñetazo encima de
la mesa. El alzamiento.
Prosigue su relato el dirigente madrileño del PP.
“Organizamos cenas con grupos de simpatizantes. Les explicamos las
razones por las que no debieran votar a Vox. Es un partido populista que
ofrece respuestas simples a problemas complejos. Es un partido que hace
propuestas irrealizables a sabiendas. Es el partido que pide mano dura
en Catalunya y que puede regalar el Senado, la casa del 155, al PSOE.
Es
el partido del voto tirado a la papelera en las provincias más
pequeñas. Les explicamos todo esto, nos dicen que tenemos razón y añaden
que siguen dispuestos a votar a Vox. ‘No nos seducís’, responden
algunos. Contra esa atracción emocional, poco o nada podemos hacer
ahora. No hay tiempo. Ahora la batalla está en la frontera con
Ciudadanos, el partido con el electorado más dubitativo. La mejor manera
de frenar a Vox es ir a por Ciudadanos”.
La elección de Cayetana Álvarez
de Toledo para encabezar la lista del Partido Popular en Barcelona obedece a esa estrategia. Pablo Casado ha
efectuado un inteligente movimiento, que sus adversarios harían bien en
no menospreciar. Casado ha movido dama en el interior de un cuadrante
que Inés Arrimadas y Albert Rivera creían suyo.
La
cuestión, ahora, no es el arraigo del PP en Catalunya. Ese arraigo se
acabó de estropear con la defenestración de Josep Piqué en el 2007. El
objetivo es no desaparecer en Catalunya y plantear un pulso con
Ciudadanos en Barcelona que se proyecte en las pantallas de toda España.
La pugna dialéctica entre Arrimadas y Álvarez de Toledo será uno de los
puntos fuertes de la campaña.
El público cafetero estará muy bien servido las próximas
semanas. Las tres derechas van a tope. Aparentemente esa concentración
de sabores fuertes beneficia al PSOE, que puede crecer por la izquierda y
por el centro. Centristas amantes del descafeinado y votantes de
Podemos con canguelo se arremolinarían alrededor de Pedro Sánchez, empujando al PSOE hacia el 30%. Eso dicen la mayoría de las encuestas. Puede ser.
Cuidado con el triunfalismo. La derecha está muy
movilizada, le sobran alicientes para ir a votar. Está por ver que
ocurra lo mismo en la izquierda. El PSOE, partido ciclotímico, podría
morir de éxito. El desmayo de Podemos podría ser más intenso de lo que
pronostican los sondeos.
Una izquierda descafeinada y magdalenizada puede perder las elecciones.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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