No deja de tener su cosa que Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte desde el año 2013, haya sido designada candidata del Partido Popular
por la circunscripción de Barcelona en las elecciones españolas que se
celebrarán el próximo 28 de abril, desplazando a la exministra de
Sanidad Dolors Montserrat, de Sant Sadurní d'Anoia, que ya tiene un
billete que no había pedido para Europa.
Y no porque Cayetana no hable
catalán y la exministra sí, sino porque la marquesa no tiene ni idea de
lo que es Catalunya, aunque estuviera, durante un tiempo, casada con un
catalán de postín residente en Madrid que iba y venía con el puente
aéreo una vez al mes para asistir a un consejo de administración de una
empresa familiar que hace un tiempo lo disolvió.
Se puede defender la
españolidad desde Catalunya, claro está, pero la bofetada que ha
propinado Pablo Casado al Partido Popular de Catalunya trayendo una
cunera para encabezar la candidatura es de las que hace tiempo que no se
oían en la calle Urgell.
Y no tanto porque el PP catalán sea muy poca cosa, que lo es, sino
porque Casado hunde a la organización aún más en el barro a cambio de
nada. Nunca nadie se había atrevido a tanto desde la calle Génova pero
está visto que si un candidato a la alcaldía puede llegar de París, ¿por
qué no va a poder llegar otro al Congreso desde Madrid?
Incluso Josep
Piqué, el más flamante de los candidatos de postín que ha tenido el PP
catalán y que hoy está sólidamente instalado y casado en Madrid, se debe
haber llevado las manos a la cabeza. Aunque solo sea porque su
cese-dimisión en el PP de Catalunya, en 2007, se produjo cuando Cayetana
Álvarez de Toledo (habría que saber si le gusta que se le llame por sus
siglas, CAT, igual que Zapatero es ZP, Felipe González es FG o Mariano
Rajoy es MR) hacía un año que se había puesto al frente del gabinete del
entonces secretario general del PP, Ángel Acebes, y le asesoraba en
temas de estrategia.
El PP catalán no se españoliza más con CAT al frente de sus listas,
se madrileñiza, que es otra cosa muy diferente. Españolizado del todo ya
estaba con Alicia Sánchez Camacho o con Xavier García Albiol. También
con su actual presidente Alejandro Fernández o con la exministra Dolors
Montserrat. Pero ninguno de ellos ha podido competir con fuerza en
Madrid con Albert Rivera o Inés Arrimadas,
mucho más mediáticos y desacomplejadamente anticatalanistas hasta el
extremo de rechazar cualquier símbolo de identidad catalana: desde la
lengua a la cultura, desde el himno a la bandera.
Todo por muy oficiales
que sean las cuatro cosas. Cayetana, la otrora musa de Aznar, como así
la definieron un día en la prensa madrileña de la derecha, vuelve de la
mano de Pablo Casado, uno de sus hijos políticos, y
dispuesta a protagonizar una insólita batalla en las elecciones
españolas en Catalunya de Gabriel Rufián (ERC) y Jaume Asens (Comuns)
contra cuatro mujeres: además de Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo,
Laura Borràs (JxCat) y Meritxell Batet (PSC). Al menos, los debates
electorales prometen.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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