martes, 12 de marzo de 2019

La corporación aguileña, contra el litoral / Pedro Costa Morata *

Como una venganza desabrida (aunque inútil) y a modo de provocación ambiental (con ruidosa salva preelectoral), la corporación municipal aguileña ha querido compensar, con la aprobación de una nueva híper urbanización costera, el azotazo que le ha infligido, junto a la lorquina, el Tribunal Superior de Justicia de la Región de Murcia (TSJ), obligándole a deshacer las malas artes urbanísticas urdidas cuando ambos municipios se alinearon fervorosamente con la promoción, por el Gobierno regional, de la macro urbanización Marina de Cope.

Como diciendo: «Marina de Cope no se hará, pero nosotros tenemos aquí listo un sucedáneo de urbanización turística que nos venimos currando solitos para que quede nuestro nombre vinculado a ella y, de paso, se nos arrimen los votantes a la proclama del empleo que, junto a los promotores, entonaremos una y otra vez en el mes de mayo». La nueva urbanización corresponde a un Plan Parcial (PP) llamado Playa de la Cola, y este mismo es el nombre de la batalla que se avecina.

Añadiré (porque la prensa no siempre es suficientemente explicativa) que el recurso que ha dado lugar a la sentencia del TSJ contra los dos Ayuntamientos remisos en obedecer al Tribunal Constitucional, ha sido cosa de Prolitoral (Asociación de Iniciativa Ciudadana y Profesional para la Defensa Jurídica del Litoral), curtida en hacer frente a otros disparates (Marina de Cope, Autopista Cartagena-Vera, puerto del Gorguel) en los que el sentido común, cuando no la política o la justicia, le viene dando cumplida razón, y que preside, muy inmerecidamente, este cronista.

El problema que ahora nos ocupa consiste en dos o tres mil viviendas, previstas para extranjeros, que pretende incrementar un 150% la urbanización existente de Calabardina, ya que se adosaría a ella, contribuyendo a magnificar el error que desde los años 1960 arrastramos con este último núcleo, porque está contraindicado dar marcha a entidades sin alma ni autonomía, separadas del casco principal.

Así que esta es la primera pega que interpondrán los miles de firmas que ya han empezado a fluir contra esta ocurrencia, y que se incrementarán sensiblemente en los próximos días. Una dificultad que no es legal, sino filosófica, incrustada en el 'manual del planificador costero' con este simple enunciado: el medio natural, rural o costero, hay que dejarlo para lo que está, agricultura (la civilizada, no la presente, pero ésta es otra historia), conservación y disfrute general, evitando la creación de nuevos núcleos no integrados en el principal, ya que resultan perturbadores, elitistas, abusivos y carísimos.

Para la 'filosofía turistera' de esta corporación, que tanto viene decepcionando sobre todo por empeñarse en revitalizar un 'turismo de sol y playa' que ya suena a franquismo fraguista y casposo, cateto y humillante, se le interpone además la necesidad de demostrar que esa urbanización es coherente con el cuidado y la correcta planificación del suelo municipal, en este caso el más delicado y codiciado, que es el litoral.

Cuando el paisaje urbanístico existente en ese mismo sector, a levante de la ciudad, se ha constituido por urbanizaciones a medias que fueron promesas brillantísimas, incrustaciones de viviendas-nichos del peor gusto posible y algún enclave cutre y vergonzante que sobrevive bajo el polvo y el abandono, las novedades urbanísticas que repiten mentiras aburridas y evidentes, que hieren nuestra tierra, nuestro mar y nuestra vista, se ven en grandes dificultades para convencer: ya es demasiado tarde.

Así que, primero, este PP que promueve la empresa Torreviñas, S. L. y que pretende aprobar el ayuntamiento de Águilas, tiene que demostrar su necesidad y su adecuación territorial (y no lo tiene fácil).

En segundo lugar, no debe vulnerar el interés naturalístico de un estratégico corredor ecológico que comunica el sistema de Almenara con el litoral (aunque es verdad que, según todos los indicios, a la corporación aguileña y al Gobierno regional les importa un pito ese valor ecológico).

En tercer lugar, tampoco debe vulnerar el alto interés geológico de la zona, playa y entorno montañoso (aunque es verdad que, según todos los indicios, a la corporación aguileña y al Gobierno regional les importa un pito ese valor geológico).

Creo que lo más grave del alegre atentado ambiental (y ético, al tiempo) que está dispuesta a perpetrar esta corporación municipal se centra precisamente en la singularidad geológica de la playa de la Cola, para la que viene pidiendo en los últimos años, a las instancias autonómicas y estatales de Costas, una 'regeneración' claramente orientada a regalar a la urbanización prevista un valor añadido, la playa de arena, sin el que su interés turístico-crematístico decrecería notablemente.

Pero esa playa (que, en realidad, nunca ha sido tal) es merecedora de protección vigorosa, debido a su excepcionalidad geológica, y no de regeneración destructiva y consumista; dígase lo mismo del mar litoral inmediato, que se incluye en el Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de la franja sumergida murciana, y por lo tanto sagrado e intocable.

En los textos justificativos de la aprobación del PP (en los que se percibe la vistosa incompetencia del redactor) se relata un cuidadoso proceso de minimización y trampa en relación con las condiciones naturales del espacio a urbanizar.

Es decir, que estamos ante un proceso de aprobación de ese PP (que viene de 2009) profunda y arteramente viciado por el impulso urbanizador, que ni tiene en cuenta la situación general de nuestra costa, catastrófica, ni la dignidad que hay que mantener cuando se trata de negociar con los intereses de promotores, anteponiendo con claridad los intereses generales, sociales y ambientales.

El asunto viene de atrás, sí, pero la corporación actual se empeña en dar los pasos decisivos para un nuevo atentado en nuestro litoral.

Menos mal que hay muchos aguileños y ciudadanos sensibles para los que las (infames) historias pasadas no deberán repetirse.



(*) Activista social y medioambiental. Ingeniero y profesor universitario jubilado



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