No está claro que sea todo el gobierno quien acepte. El ministro de Proganda anticatalana estalló ayer en el Senado contra Josep Lluís Cleries (PDeCat) y Jon Inarritu (EH Bildu),
cosa de esperar, dado su bronco (del ministro) talante. Pero antes
había desautorizado agriamente a su propia vicepresidenta Calvo, cosa
menos de esperar.
Y, echando leña al fuego de su fama de racista, habló
de "tratamiento de ibuprofeno" (ya saben, se empieza desinfectando...) y
dio prueba de su falta de sensibilidad porque ayer precisamente moría
Stewart Adams, inventor de tan benéfica substancia. Lo contrario que
Borrel, que es cizañero y venenoso.
El
fino olfato nacional-español detecta en la habitual logomaquia
"mediador"/"coordinador" una sombra de claudicación. Para disiparla, los
estrategas gubernativos tratan de rebajar el problema cambiándole el
nombre, como si, por no llamarlo por su nombre, el problema dejara de
existir. Como si, cuando hablan de "políticos presos", desaparecieran
los presos políticos como sombras del pasado.
Tras
meses de fingir indiferencia y permitirse alguna chulada, el gobierno
descubre su juego y se aferra a una remota posibilidad de salvar los PGE
cediendo en su negativa a tratar a Catalunya de igual a igual, con gran
escándalo de las huestes del Cid. Prueba de que lo que más le importa
es quedarse en donde está. A cambio pone el pie en terreno resbaladizo y
a Borrell a dar gritos en el Senado.
Justo
ahora también afloran sutiles desacuerdos en el bloque indepen y,
curiosamente, en sentido contrario al que se esperaba. Según parece,
ERC, señalada como más "pactista", presiona para exigir el programa
máximo (autodeterminación, libertad presos políticos) a cambio de los
PGE, mientras que, de JxC,
el lado más conservador y más intransigente, se intuye una inclinación
por el programa mínimo y un reproche a ERC de falta de realismo en sus
condiciones.
Nada
nuevo en la compleja historia de esta revolución sin precedentes. El
programa mínimo da luz verde a los PGE y garantiza continuidad del
gobierno del PSOE. El programa máximo rechaza los PGE, pero eso no
implica necesariamente caída del gobierno (que prorroga los PGE
anteriores) ni elecciones anticipadas. El PSOE puede seguir gobernando,
pero estará condicionado por los votos indepes, máas que si estos
hubieran apoyado las cuentas.
Cualquiera
de las dos salidas apunta a un futuro my complicado en el corto y medio
plazo. La idea de que apoyar el gobierno del PSOE evitará otro de
concentración nacional más reaccionario y más agresivo contra Catalunya
tiene el mismo valor que la que fía la ruptura final con España
precisamente a la reacción a esa última agresión ultranacional, la
aznarina, la que la gente española del "a por ellos quiere."
Discrepancia
normal. Terreno muy discrepable. Personalmente me inclino por el asunto
de principios: sin libertad de presos políticos, no hay PGE, pero
admito que los partidarios del programa mínimo tienen sus razones,
adobadas, además, por el hecho de que no renuncian a exigir la
autodeterminación. Es más, es el punto segundo de los 21 que Torra
presentó a Sánchez en su reunión de diciembre pasado.
Aquí hay una interesante clave para entender el alma a veces ambivalente del independentismo, en los 21 puntos de Torra. Léanse
con atención y dígase si no son dos bloques: el primero, del punto 1 al
6, ambos inclusive, trazan la vía a una República catalana
independiente; el segundo bloque (del punto 7 al final) articula una
política de regeneración democrática de España con Catalunya dentro de
alguna forma no especificada que, lógicamente será innecesaria si los
primeros puntos dan la independencia de Catalunya.
Programa máximo, programa mínimo. Cal triar.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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