Uno ve muchas cosas a lo largo de su vida y, para ser sincero, incluso ve cosas que nunca hubiera podido imaginar. La prisión provisional injusta y desproporcionada
de seis miembros del Govern, la presidenta del Parlament y los dos
principales líderes sociales del independentismo es un ejemplo. La
invención de un relato por parte de la justicia española para poder
pedir unas determinadas condenas es otro.
La falta de empatía humana de
líderes unionistas con los presos políticos es estremecedora. Deben
tener razón Felipe González y Jordi Pujol cuando sostienen que para dedicarse a la política hay que ser de una pasta especial y dejar a un lado los sentimientos.
Cuando uno cree que lo ha visto todo en estos tenebrosos meses en que
se ha ido a aniquilar uno a uno a los líderes independentistas en el
exilio o en la prisión resulta que no es así. La justicia aún puede
darle una vuelta de tuerca a una situación que es esperpéntica si no
fuera por los más de dos siglos de prisión que se piden a los nueve
presos políticos.
Ha sucedido este martes en la Audiencia Nacional
mientras el fiscal Pedro Rubira se oponía al traslado de la causa del mayor Trapero
y la cúpula policial de los Mossos al Tribunal Superior de Justícia de
Catalunya (TSJC).
Rubira, quizás envalentonado por jugar en casa, quizás
sabiendo que, a la postre, tiene el árbitro a favor, pronunció una de
las barbaridades mayores que uno puede oír en la sala de un tribunal.
"¿Puede haber imparcialidad y serenidad si la causa, con rebelión y
sedición, se envía a Catalunya?". No llegan a ser una veintena de
palabras, pero son suficientes para desautorizar sin piedad alguna a
jueces y fiscales catalanes. A todo el TSJC, del primero al último. Solo
en Madrid habrá imparcialidad y serenidad. ¿Es esa la opinión de la
Fiscalía General del Estado? Es cierto que ante el revuelo originado,
una nota oficial pretendió apagar el incendio. Pero ya era imposible.
Sus palabras se amplificaron durante toda la jornada ante el insólito
exabrupto a sus colegas catalanes. Pero, quizás, en el fondo, es lo que
piensa. ¡Ay, la sensibilidad catalana! Quizás aquellos fiscales que
inicialmente no vieron ni rebelión ni sedición tras el 1-O están
abducidos y no serían ni imparciales ni estarían serenos para juzgarles.
Ciertamente, muy fuerte e inexplicable. En la carpeta judicial para
acudir a organismos internacionales no va a faltar de nada.
Dejo para otro día el debate semántico de la jornada sobre la nueva
figura arbitral en las relaciones entre el gobierno español y el
catalán: relator (para Sánchez), notario (para Iceta) y mediador (para Torra).
El cargo realmente no hace a la cosa y es mucho más importante quién va
a ocuparlo y cuales son sus atribuciones.
No es lo mismo un experto en
este tipo de conflictos, preferentemente internacional, que un político o
expolítico contrario a las demandas del independentismo catalán. Pero
como aún estamos en el primer estadio y en los movimientos iniciales del
gobierno español, habrá tiempo de volver a ello antes de que los
presupuestos generales del Estado se voten en el Congreso de los
Diputados.
(*) Periodista
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