No deja de resultar irónico que la derecha convoque
una manifestación para pedir el adelanto electoral y sea precisamente
el fracaso de esa convocatoria lo que acabe precipitando la llamada a
las urnas. Es el signo de los tiempos. Los estrategas proponen y la
realidad dispone.
Tras la semana negra del relator
fantasma y los presupuestos tumbados, Pedro Sánchez y el PSOE se han
venido arriba con los evidentes apuros de la derecha para llenar Colón.
Puede que tengan razón y se trate de la señal de debilidad que indicaba
que ahora era el momento propicio para poner las urnas.
Todos hemos
tenido esas fases de subidón después de haberlo pasado francamente mal y
no siempre escogemos las mejores ideas, ni tomamos las mejores
decisiones. Se verá. Lo bueno de los pronósticos es que el tiempo los
acaba confirmando o desmintiendo. Lo malo es que, para entonces, ya no
se puede hacer mucho para arreglarlos.
El electorado
es una criatura muy sensible y detecta el miedo a perder a kilómetros.
Las primeras encuestas que ya tenemos nos dan todavía poca información
sobre el impacto que puede haber causado el adelanto en muchos votantes
que, hasta hace apenas unos días, escuchaban al presidente Sánchez
decirle muy seguro a la derecha que esperase sentada por las elecciones.
El PSOE empieza la carrera en cabeza, aunque con una ventaja tan ligera
que podría servirle para ganar pero no resultaría suficiente para
gobernar. La duda que se irá despejando reside en comprobar si ese
"todos contra Sánchez" que corean PP, Cs y Vox y la crisis de Podemos
provocan una concentración de voto en torno al candidato socialista o,
por el contrario, generan más dispersión y desmovilización en una
izquierda que se ilusionó con el éxito de la moción de censura, pero
ahora no sabe cómo sentirse exactamente o si irá a votar el 28-A.
En la derecha existen bastantes más dudas de las que
aparentan. Populares y naranjas saben que nos les conviene dejarse ver
mucho con Santiago Abascal porque eso sólo beneficia a Vox, pero les da
miedo dejar desatendido ese frente por incomparecencia.
La vertiginosa
sensación de que Vox sube con la marea y solo tiene que flotar y dejarse
llevar hacia arriba les mantiene escorados en los extremos, cuando la
experiencia les dicta que necesitan ir hacia el centro para ganar y
hacerlo rápido.
No se puede correr en dos direcciones
sin acabar en el suelo. Hay una derecha moderada y poco amiga de las
estridencias y los excesos que tampoco sabe muy bien qué hacer, ni a
quién votar.
Comprobar cómo se decanta y si le compran a Pablo Casado y
Albert Rivera la idea de que lo importante es echar a Sánchez, aunque
sea con la incómoda compañía de la derecha extrema, conformará otra de
las claves que marquen el resultado de unos comicios bastante más
abiertos e imprevisibles de lo que muchos creen.
(*) Periodista y profesor
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