MADRID.- Uno de los argumentos utilizados más frecuentemente cuando se analiza el sistema español de protección social tiene que ver con la generosidad del sistema de pensiones. Se suele esgrimir, en concreto, que la llamada tasa de sustitución, es decir, la relación entre la pensión inicial del beneficiario y el último salario, es la más elevada de la OCDE. En concreto, según este trabajo del Banco de España —muchos otros van en la misma línea—, representa una media del 82,2%, frente al 55,2% que se registra en el club de los países más avanzados del mundo, desvela hoy El Confidencial.
A partir de esta realidad aritmética, se argumenta que las pensiones españolas son muy generosas, lo que justificaría una reforma en profundidad para garantizar sus sostenibilidad. Como consecuencia de ello, se propone, entre otras cosas, aumentar el periodo de cálculo o un nuevo incremento de la edad legal de jubilación (67 años en 2027).
En 2019, como se sabe, el número de años que se toman en cuenta para calcular la pensión son 22, aunque serán 25 en 2022, mientras que en la mayoría de los países de la OCDE se tienen en cuenta todos los años de vida laboral.
Como se presupone que en los últimos años de cotización los salarios tienden a ser más elevados (por el efecto de la antigüedad y de la mayor cualificación
profesional de los trabajadores), cuantos más años se tengan en cuenta
para el cálculo, menos será la prestación y, por lo tanto, más ahorro para la Seguridad Social.
¿Es eso verdad? Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea (UE), lo matiza, y mucho. Hasta el punto de que desmonta la presunta generosidad de las pensiones españolas.
Por el contrario, utilizando otro medidor que se ajusta más a la realidad de las pensiones, estima que el riesgo de pobreza
de los pensionistas españoles (hombres y mujeres) se sitúa solo
ligeramente por debajo de la media europea.
Incluso, en el caso de los
hombres, el riesgo de pobreza es mayor que en la media de la Unión
Europea. No parece, por lo tanto, que el sistema de pensiones sea tan espléndido.
En concreto, el riesgo de pobreza afecta al 13,3% de los pensionistas masculinos, frente al 12,5% en el conjunto de la Unión Europea. Incluyendo los dos sexos, incluso, existen hasta 11 países
de los Veintisiete en los que el riesgo de pobreza para los
pensionistas es menor, lo que refleja la realidad del sistema de
jubilación.
Es decir, no parece que las pensiones sean tan generosas. Francia es el país con un umbral más bajo en el riesgo de pobreza y, por el contrario, los países bálticos alcanzan el peor registro.
Renta disponible
Eurostat considera que un individuo está en riesgo de pobreza si su renta disponible
equivalente —después de impuestos y deducciones— es inferior al 60% de
la renta disponible nacional después de recibir transferencias sociales.
Por lo tanto, si la media son 1.000 euros mensuales, las personas con
ingresos inferiores a 600 se situarían por debajo del
umbral de pobreza, que es una medida relativa, no absoluta. Un 'pobre'
en Francia sería un 'rico' en muchos países.
Las cifras de Eurostat se refieren a todas las personas de 18 años o más que viven en hogares privados que se han jubilado. Es decir, personas que reciben una pensión al final de su vida laboral o que perciben una prestación por razón de discapacidad.
No menos significativa es la evolución. Los datos de Eurostat muestran,
en concreto, que mientras en la UE el riesgo de pobreza entre los
pensionistas permanece básicamente igual desde 2010, en torno al 14%, en
España se producen dos periodos muy distintos.
Entre 2010 y 2014 no dejó de caer (del 16,5% al 9%), principalmente debido a que la destrucción de empleo hundió la remuneración de los salarios totales, mientras que las pensiones están garantizadas por ley (otra cosa es su cuantía).
Riesgo de pobreza
A partir de entonces, sin embargo, el
riesgo de pobreza no ha hecho más que subir (por la recuperación de los
salarios totales). Ha escalado, como se ha dicho, hasta el 12,7%,
incluyendo hombres y mujeres, lo que sitúa a los pensionistas en un nivel medio
respecto del riesgo que tienen de caer por debajo del umbral de
pobreza, que es una medida muy relevante porque permite comparar la
condición de vida de los pensionistas respecto de la población general.
Es decir, la tasa de sustitución puede ser elevada, pero eso no significa que las condiciones de vida de un jubilado español sean mejores que las de un europeo medio. Entre otras cosas, porque la tasa de sustitución
obvia un factor fundamental.
La comparación entre el último salario y
la primera paga de la jubilación se hace sobre la pensión pública, que,
por ejemplo en el caso británico, es una prestación de supervivencia (modelo Beveridge), por lo que no se tienen en cuenta los fondos privados acumulados durante la vida laboral, y que se suman a la pensión pública en el momento de la jubilación.
El informe de envejecimiento de la
UE, por ejemplo, estima que la relación entre la pensión media del
sistema de Seguridad Social y la remuneración media de la economía se
sitúa en el 59,7% contra el 46,2% en el área del euro.
Ahora bien, al
menos en el caso español, con una gran dispersión. El
informe económico-financiero del sistema de protección social de 2019
revela que el 47,8% de las pensiones tiene un importe igual o inferior a
700 euros (lo que explica en parte el riego de
pobreza), mientras que, por el contrario, el 9,3% supera los 2.000 euros
al mes (casi un millón de pensiones). Es decir, prácticamente el
triple.
Esto hace que en la 'VI encuesta sobre jubilación y
pensiones', que elabora el BBVA, el 35% de los pensionistas españoles
—casi cuatro de cada 10— considera que su paga es adecuada, frente al
65%, que afirma que es regular, mala o muy mala.
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