Una de las últimas fechorías del marianismo-sorayismo en su tenaz empeño
de desmentir que alguna vez pertenecieron al PP de Aznar, o sea, al PP
que alguna vez significó algo más que cargos en la política española,
fue la caza judicial de Eduardo Zaplana, sin duda el político al que,
con Rita Barberá, más debe la prosperidad valenciana del último cuarto
de siglo.
La teledetención de Zaplana y su prisión es uno de los más sangrantes casos de denigración personal y trituración civil sufrido por los líderes históricos del PP, para los que la presunción de culpabilidad, alentada por el teleduopolio de Rajoy y SSS, sustituye de forma inapelable la presunción de inocencia.
La teledetención de Zaplana y su prisión es uno de los más sangrantes casos de denigración personal y trituración civil sufrido por los líderes históricos del PP, para los que la presunción de culpabilidad, alentada por el teleduopolio de Rajoy y SSS, sustituye de forma inapelable la presunción de inocencia.
Esto ha llegado a tal extremo en el caso de Zaplana que ni siquiera
los que defendieron, con toda razón, el fuero de los jueces de Pamplona
en el caso de la Manada, han extendido la defensa de un juicio justo
para esa gentuza a un señor cuya imputación y prisión incondicional sin
fianza se basa en los papeles que en un altillo de un antiguo piso dice
que encontró un sirio de esos que Soraya y su General, ahora de otra
obediencia, guardan en la Cuesta de las Perdices para imputaciones
exprés, vía UCO, Fiscalía Anticorrupción y otros organismos cuya simple
mención supone condena.
Puede que el caso no llegue a juicio o si llega, el acusado sea absuelto. Pero del linchamiento mediático nunca te libras si perteneces al PP histórico. Y si le cae el caso a juez o fiscal de izquierdas, no lo instruye: lo disfruta.
Puede que el caso no llegue a juicio o si llega, el acusado sea absuelto. Pero del linchamiento mediático nunca te libras si perteneces al PP histórico. Y si le cae el caso a juez o fiscal de izquierdas, no lo instruye: lo disfruta.
No
hace falta recordar la infame, infamada e infamante sentencia del juez
De Prada, íntimo de Garzón y amigo de la ETA que sirvió en bandeja, tal
vez con la ayuda de Soraya, la moción que echó del Gobierno al PP.
Y en su día se estudiarán, acaso juzgarán, las actuaciones de la Hada-Jueza-ANECA, pasmosa instancia de convalidaciones universitarias españolas, aunque sólo en el caso co-instruido con Ignacio Escolar, el del master de Casado, derivado arbitrariamente por el panfletista progre y la jueza, del de Cifuentes, caso que no debería serlo, pero que sigue alimentando las nunca satisfechas fauces de la Izquierda mediática, judicial y política.
Y de paso, dejando en ridículo el periodismo llamado de investigación, que a veces es de simple confabulación sectaria, con toques de lamentable corporativismo.
Y en su día se estudiarán, acaso juzgarán, las actuaciones de la Hada-Jueza-ANECA, pasmosa instancia de convalidaciones universitarias españolas, aunque sólo en el caso co-instruido con Ignacio Escolar, el del master de Casado, derivado arbitrariamente por el panfletista progre y la jueza, del de Cifuentes, caso que no debería serlo, pero que sigue alimentando las nunca satisfechas fauces de la Izquierda mediática, judicial y política.
Y de paso, dejando en ridículo el periodismo llamado de investigación, que a veces es de simple confabulación sectaria, con toques de lamentable corporativismo.
Dado el origen –el sirio del altillo y el yonqui del dinero– del caso
Zaplana, es muy posible que cuando haya juicio, si una instancia
superior no le quita antes el caso a la jueza instructora por su
asombrosa actuación, el investigado, mediáticamente condenado, sea
absuelto. También podría ser condenado con pruebas fehacientes, y yo
personalmente lo lamentaría, pero eso debería ser después de un juicio
justo al que, como todos los españoles, tiene derecho.
En la práctica, el período de instrucción se ha convertido ya en juicio para los personajes relevantes. Las filtraciones son los fiscales, los titulares en los medios, las pruebas, y la condena, si la hay, apenas se oye, salvo para anunciar recurso contra la sentencia, escandalosa si favorece al políticamente condenado.
Otro caso llega al patíbulo mediático y aunque el recurso naufrague y el juzgado sea declarado inocente, condenado está y pronto olvidado en beneficio de otra instrucción telejudicial semejante. En este sistema, es mejor ser culpable, porque, si no lo eres, socialmente te han condenado igual y arrastras la amargura de saberte inocente… en vano.
En la práctica, el período de instrucción se ha convertido ya en juicio para los personajes relevantes. Las filtraciones son los fiscales, los titulares en los medios, las pruebas, y la condena, si la hay, apenas se oye, salvo para anunciar recurso contra la sentencia, escandalosa si favorece al políticamente condenado.
Otro caso llega al patíbulo mediático y aunque el recurso naufrague y el juzgado sea declarado inocente, condenado está y pronto olvidado en beneficio de otra instrucción telejudicial semejante. En este sistema, es mejor ser culpable, porque, si no lo eres, socialmente te han condenado igual y arrastras la amargura de saberte inocente… en vano.
El caso de Zaplana presenta, sin
embargo, tales singularidades que convierten en amenidades
insignificantes las feroces costumbres judiciales. Acabamos de conocer
que, por tercera vez, la defensa ha presentado otro angustioso informe médico,
informando de la mortal gravedad de su estado a una jueza que se
empeña, con una prosa digna del Marqués de Sade, en mantenerlo en
prisión incondicional, no en su domicilio y con cargos. No hay
precedentes por la gravedad del enfermo ni el ensañamiento del juez.
Sería
fácil comparar su caso al de Bolinaga por lo criminal o a los Pujol por
lo civil. No hace falta. Yo no conozco caso semejante, y la jueza, que
parece no leer o no entender los informes médicos, tampoco. Hasta ocho veces ha sido ingresado
tras un trasplante de médula para tratar una leucemia que le dejó sin
defensas. Pese a ello, la jueza que instruye –ojo: no juzga– el caso, parece burlarse del estado de salud de Zaplana
con frases tan peregrinas y arbitrarias que parecen criaturas
intelectuales de Carmen Calvo.
Me remito a las peticiones de la defensa e informes de los médicos y al último y tremebundo auto de la jueza. Si Zaplana falleciera en esa cárcel donde tan arbitrariamente lo mantiene la jueza, no tengo duda de que ella acabaría en el banquillo, acusada de prevaricación continuada y negligencia criminal. Para la Justicia española, para ese PP que tan cobardemente calla y para la propia jueza sería aconsejable no correr ese riesgo. Repito, mortal.
Me remito a las peticiones de la defensa e informes de los médicos y al último y tremebundo auto de la jueza. Si Zaplana falleciera en esa cárcel donde tan arbitrariamente lo mantiene la jueza, no tengo duda de que ella acabaría en el banquillo, acusada de prevaricación continuada y negligencia criminal. Para la Justicia española, para ese PP que tan cobardemente calla y para la propia jueza sería aconsejable no correr ese riesgo. Repito, mortal.
(*) Columnista
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