miércoles, 8 de agosto de 2018

Apocalípticos e integrados y el master de Casado / Fernando G. Urbaneja *

¿Tumbará el penoso master de la rey Juan Carlos la prometedora carrea política de Pablo Casado? Sospecho que no siendo probable… es posible; depende de cómo vayan evolucionando los estados de opinión, siempre volátiles, y de cómo interpreten los hechos unos jueces del Supremo, en principio competentes y capaces, pero que tendrán que ponderar figuras jurídicas de complicada apreciación, entre ellas la del “cohecho impropio” que tiene poco desarrollo jurisdiccional y, por tanto escasos precedentes para relacionarlo y sustentarlo.

La juez que ha armado el caso tiene todas las credenciales profesionales necesarias y ninguna connotación política que sirva para explicar su decisión. Es una juez recta que aprecia una irregularidad, que la investiga y que, seguramente, hubiera actuado igual si el afectado fuera de cualquier otro partido. Ella ve irregularidad y actúa en consecuencia, es la instructora y a otros va a corresponder dictar sentencia.

De momento ante el caso se perciben entre expertos jurídicos y opinadores con más o menos facundia dos posiciones muy polarizadas que tomando la terminología que Umberto Eco acuño medio siglo atrás para analizar la cultura de masas podrían calificarse como “apocalípticos” e “integrados”. 

Los primeros consideran que no hay caso, que la juez se ha extralimitado y ha ido más lejos de lo que debe; los segundos sostienen que es un caso claro de corrupción, de abuso y aprovechamiento y que, al margen de que merezca una sanción benévola, estamos ante un caso que llevará condena y, muy probablemente inhabilitación, aunque solo sea moral y no llegue a material.

Los primeros, encabezados por el propio Casado que no ha rehuido el problema y seguido por su entregado e intenso secretario general y el resto de partidarios, no regatean esfuerzo para reducir el caso a nada, Tanto que se arriesgan con opinio0nes muy forzadas que rozan la mentira, quizá más por el entusiasmo que por cualquier otra razón.

Los segundos lo tienen claro, una oportunidad de oro para desembarazarse de un adversario y para satisfacer esa irresistible pasión de tumbar a un poderoso, y si es de un bando con el que no se simpatiza, pues miel sobre hojuelas.

Mirando el asunto con distancia y tanta frialdad como escepticismo podemos concluir que si sale con barba, san Antón y si no la Purísima Concepción.  Es decir que si el instructor del Suprema considera que hay caso y eleva a la Sala correspondiente un auto de procesamiento con mandato de juicio moral, pues al señor casado le habrá salido un cisne negro sobre su vuelo político que arruinará su carrera. Y si no hay procesamiento, pues será historia pasada que deja heridas y huella pero que no es concluyente.

El problema es de tiempo, ¿cuándo el supremo fijará posición? De momento pasará agosto, empezará septiembre, vendrán los escritos, las pruebas, los tiempos procesales que acusación y defensa determinen, y los plazos que los magistrados se vayan dando para ponderar su decisión. No van a faltar los meandros procesales con las variantes de prescripciones y errores de trámite que, en muchos casos, son el mejor desagüé para asuntos complejos y polémicos.

Mientras tanto el señor Casado va a estar manchado por la sospecha, acechado y vigilante de escaramuzas varias. De momento ya le están pidiendo los trabajos que enseñó hace días para analizar si su contenido es valioso, para calificar desde la perspectiva de hoy lo que fueron tareas de hace diez años. Nadie sabe cómo va a acabar esta historia pero va a dar mucho para hablar, mucha tinta y mucho enredo. Y, muy probablemente, algunas consecuencias no esperadas para todos los que se embarquen en la caza y en la protección.


(*) Periodista y politólogo


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