¿Tumbará el penoso master de la rey Juan Carlos la prometedora carrea
política de Pablo Casado? Sospecho que no siendo probable… es posible;
depende de cómo vayan evolucionando los estados de opinión, siempre
volátiles, y de cómo interpreten los hechos unos jueces del Supremo, en
principio competentes y capaces, pero que tendrán que ponderar figuras
jurídicas de complicada apreciación, entre ellas la del “cohecho
impropio” que tiene poco desarrollo jurisdiccional y, por tanto escasos
precedentes para relacionarlo y sustentarlo.
La juez que ha armado el caso tiene todas las credenciales
profesionales necesarias y ninguna connotación política que sirva para
explicar su decisión. Es una juez recta que aprecia una irregularidad,
que la investiga y que, seguramente, hubiera actuado igual si el
afectado fuera de cualquier otro partido. Ella ve irregularidad y actúa
en consecuencia, es la instructora y a otros va a corresponder dictar
sentencia.
De momento ante el caso se perciben entre expertos jurídicos y
opinadores con más o menos facundia dos posiciones muy polarizadas que
tomando la terminología que Umberto Eco acuño medio siglo atrás para
analizar la cultura de masas podrían calificarse como “apocalípticos” e
“integrados”.
Los primeros consideran que no hay caso, que la juez se ha
extralimitado y ha ido más lejos de lo que debe; los segundos sostienen
que es un caso claro de corrupción, de abuso y aprovechamiento y que,
al margen de que merezca una sanción benévola, estamos ante un caso que
llevará condena y, muy probablemente inhabilitación, aunque solo sea
moral y no llegue a material.
Los primeros, encabezados por el propio Casado que no ha rehuido el
problema y seguido por su entregado e intenso secretario general y el
resto de partidarios, no regatean esfuerzo para reducir el caso a nada,
Tanto que se arriesgan con opinio0nes muy forzadas que rozan la mentira,
quizá más por el entusiasmo que por cualquier otra razón.
Los segundos lo tienen claro, una oportunidad de oro para
desembarazarse de un adversario y para satisfacer esa irresistible
pasión de tumbar a un poderoso, y si es de un bando con el que no se
simpatiza, pues miel sobre hojuelas.
Mirando el asunto con distancia y tanta frialdad como escepticismo
podemos concluir que si sale con barba, san Antón y si no la Purísima
Concepción. Es decir que si el instructor del Suprema considera que hay
caso y eleva a la Sala correspondiente un auto de procesamiento con
mandato de juicio moral, pues al señor casado le habrá salido un cisne
negro sobre su vuelo político que arruinará su carrera. Y si no hay
procesamiento, pues será historia pasada que deja heridas y huella pero
que no es concluyente.
El problema es de tiempo, ¿cuándo el supremo fijará posición? De
momento pasará agosto, empezará septiembre, vendrán los escritos, las
pruebas, los tiempos procesales que acusación y defensa determinen, y
los plazos que los magistrados se vayan dando para ponderar su decisión.
No van a faltar los meandros procesales con las variantes de
prescripciones y errores de trámite que, en muchos casos, son el mejor
desagüé para asuntos complejos y polémicos.
Mientras tanto el señor Casado va a estar manchado por la sospecha,
acechado y vigilante de escaramuzas varias. De momento ya le están
pidiendo los trabajos que enseñó hace días para analizar si su contenido
es valioso, para calificar desde la perspectiva de hoy lo que fueron
tareas de hace diez años. Nadie sabe cómo va a acabar esta historia pero
va a dar mucho para hablar, mucha tinta y mucho enredo. Y, muy
probablemente, algunas consecuencias no esperadas para todos los que se
embarquen en la caza y en la protección.
(*) Periodista y politólogo
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