Hay que ver cómo han cambiado los cuentos de princesas en la
actualidad. Cierto que ellas siguen siendo bellas rubias arias como
antañazo, pero los tules, los valses, las carrozas y los zapatitos de
cristal ahora los paga el contribuyente, y los sapos canoros, cuando los
besan, no se convierten en príncipes, sino en filtradores de
información para Eduardo Inda. Supongo que, como en tantas cosas, habrá que echarle la culpa al progreso.
El affaire Corinna ha dejado descolocados a
nuestros cada día más desvencijados periódicos de papel, que no están
preparados para la nueva narrativa. Ellos querían seguir escribiendo
sobre la calabaza transicional convertida en carroza democrática gracias
al príncipe Juan Carlos, a la sazón héroe
militar contra los golpistas del tejerazo, garante de la unidad de
España y tal, todo el día desvelado por su pueblo, campechano hasta la
extenuación, dotado de un sentido de Estado que va de aquí a La Meca,
pero en AVE.
Busqué por los viejos periódicos la noticia de las grabaciones a
Corinna en las que desvela comisiones árabes y blanqueos suizos,
mayestáticos urdangarinazos y amenazas de muerte a las princesas en
general y a esta en particular. Pobre historia de España, cuento no apto
ya para enseñar en los colegios por miedo a que los niños se conviertan
en sediciosos republicanistas catalanes de repente.
Por supuesto, la conversación entre el espía Villarejo, el millonarizado amiguete aznarino Juan Villalonga
y la “amiga entrañable” no mereció grandes portadas. Al fin y al cabo,
que un jefe de Estado se lo lleve crudo a Suiza no tiene por qué ser de
interés para la opinión pública española, que aun no está madura para
entender los rincones oscuros de la última restauración borbónica.
La Razón, este viernes, lo llevaba a su anodina página 16 con este titular: Los socios de la moción presionan con el ‘caso Corinna’. Y,
en el texto, no se habla de los cien millones ni de las amenazas de
muerte, sino de “revelaciones”, así en etéreo, como corresponde a un
buen cuento infantil.
El País es todavía más cuidadoso, y esconde la noticia en página 21 con una triste columna: Corinna no niega la veracidad de la cinta sobre el rey emérito. Y, un día antes, solventaba el asunto señalando en chiquitito que La Audiencia decidirá sobre una supuesta cinta que atañe al Rey emérito (lo de que una cinta pueda ser supuesta no deja de tener cierta gracia). Se conoce que Antonio Caño aprovechó un despiste de Soledad Gallego-Díaz y se antrincheró un último día en el despacho de director. Como la otra vez, hubo que sacarlo con forceps.
El ABC de mi paisano Bieito Rubido tampoco cita a Juan Carlos en su titular de página 25: Corinna denuncia una campaña política en su contra. Y El Mundo dedica su página 16 a relatar lo mismo y casi con las mismas palabras: Corinna denuncia una campaña de descrédito.
Si Juan Carlos I antes era inviolable, ahora se va convirtiendo en
innombrable para nuestra prensa. Sigue causando temor contar a los
pobrecitos españoles las verdaderas artes del heredero de Franco, cuya fortuna, salida de la nada, fue otrora cuantificada por Forbes, Eurobusiness y The New York Times en 1.800 milones de euros.
Nuestro rey demérito y sus cortesanos mediáticos ya tuvieron que lidiar hace tiempo con la lenguaraz Bárbara Rey,
pero en este caso ya no se trata solo de saltos de cama con una
titiritera, sino de una actividad delictiva incluso protegida por los
servicios de inteligencia españoles, ese CNI que pagas tú con el dinero
que te sobra de tu hambre. Ni siquiera Felipe El Preparao estaba preparao para esto. Este rey nuevo es tan bondadoso e inocente que no se entera de nada, lo que, siendo Borbón, casi le honra.
Lo cual que tenemos una prensa que no considera noticiable tener un
jefe de Estado corrupto y peligroso. Siempre nos quedará Venezuela, Ilsa. Aunque quizá sería más adecuado un viajecito a la Isla de Elba.
Los mismos periódicos que cacarean día sí y noche también que nuestra
democracia es limpia y pura y está sólidamente consolidada, amojaman el
derecho a la información en cuanto la corona borbónica asoma por el
lado oscuro. Será para no reabrir heridas. Al español medio primero le
obligaron a olvidar una guerra y cuarenta años de dictadura que dejaron
decenas de miles de cadáveres en las cunetas.
Ahora nos piden que
olvidemos también otros cuarenta años de juancarlismo. A este paso,
cualquier mañana nos vamos a despertar sin Historia de España. Por
patriotismo. Id sacando del baúl la lista de los reyes godos, que esos
sí que eran campechanos.
(*) Periodista
http://blogs.publico.es/repartidor/2018/07/14/el-rey-demerito/
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