Conozco a jueces de todos los pelos y pelajes. Los más presentes y
agresivos tienen un color determinado y parecen estar en nómina (aunque
no es cierto) de determinados canales de televisión y medios en general.
Nunca entendí bien ni me quedaron claras las autodefiniciones que se adjuntan unos como "jueces progresistas" y otros como "jueces conservadores".
¿Acaso la ley tiene letra pequeña a la hora de interpretarla según el
sesgo personal del justiciero?
Es como si un asesinato televisado
tuviera distinta interpretación en las '5W' para dos periodistas, uno de
derechas y otro de izquierdas. En todo caso, ello quedará para el
apartado de la "opinión" y, además, dejando claro que es "opinión" y no "información".
Bien. El hecho cierto y sonrojante es que, a tenor de la autodefinición, ya sabemos con antelación la clase de sentencia que van a poner.
Especialmente en los casos "políticos".
Alrededor de 900 jueces en
ejercicio han suscrito esta semana un considerando en el que dejan en
muy mal lugar a Carlos Lesmes y el resto de conmilitones que abrevan —a buen precio y coches oficiales— en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
La flamante e inquietante ministra Dolores Delgado,
amiga de Garzón, nos ha dejado helados: "No modificaremos el sistema de
elección del CGPJ". ¿Cree la ministra que interesa esto menos a los que
le pagamos su posición que la vuelta a la Justicia Universal?
Vuelvo a la queja de los 900 jueces. Lo que ponen en cuestión es que la opinión publicada que tanto moviliza a la pública sean tribunales paralelos en casos de enjundia.
¿En qué mundo viven, señores togados? Lo que ahora mismo ha quedado claro es el ridículo del Tribunal Supremo del que se chotean los Puigdemont y Cía.
¡Y encima cobran!
(*) Periodista
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