La entrada de Iñaki Urdangarin este lunes en prisión, para cumplir
una condena de más de cinco años, supone el ingreso en un centro
penitenciario del primer miembro de la familia real española. Será, sin
duda, una de las noticias del año y, en parte, también un reflejo de la
pérdida de credibilidad de la Monarquía en la sociedad española, que
tocó fondo con la renuncia de Juan Carlos I y que Felipe VI no ha
conseguido remontar.
Tanto es así que, por primera vez, el Rey tiene
enormes dificultades para viajar a Catalunya y, en menor medida, a
Navarra y el País Vasco. En el caso catalán, donde ha sido declarado persona non grata
en multitud de municipios, ha vivido estos últimos días las
consecuencias de su impopularidad y ha tenido que trasladar los Premios
Princesa de Girona a otra población y a un recinto particular, ya que el
consistorio gerundense denegó la autorización en el recinto ferial.
Urdangarin ingresará en prisión y es lógico y normal que sea así. Ha
gozado de una situación procesal de privilegio, ya que con condena firme
por parte de la Audiencia de Palma ha seguido gozando no solo de
libertad provisional, sino de libertad absoluta de movimientos al no
habérsele retirado el pasaporte y mantener su residencia en Suiza. De
hecho, este domingo ha volado desde Ginebra para ingresar en prisión.
Nada que decir, ya que la ley así lo permite.
Pero sí hay que resaltar
que esta situación contrasta, por ejemplo, con la que padecen los presos
políticos catalanes en prisión provisional y sometidos a una injusta
privación de libertad. La justicia, ciertamente, no es igual para todos.
Pero para eso no hace falta fijarse solo en Urdangarin, para el que
también se nos anuncia una serie de comodidades en prisión que tampoco
tendrán nada que ver con el encarcelamiento de los líderes
independentistas. El marido de la infanta Cristina es para el Estado un
mal menor a gestionar lo mejor posible, y, en cambio, los presos
políticos, la oportunidad de un escarmiento. Así de duro.
Decía el exfiscal anticorrupción de las Baleares, en una entrevista este domingo, que la inviolabilidad del Rey se tendría
que restringir, y la pasada semana el juez del caso Nóos, José Castro,
afirmaba que Juan Carlos I habría tenido que declarar como imputado en
el sumario.
Se refuerza así la idea de que no han salido a la superficie
todas las conexiones del caso Nóos, más allá de la culpabilidad de
todos los condenados. ¿Hasta que punto Urdangarin ha sido también, pese a
la condena, cabeza de turco en todo este proceso? Esta pregunta no
tiene una respuesta y a lo mejor no la tendrá nunca si Urdangarin no
acaba hablando un día. La sombra de que hay piezas ocultas, mientras
tanto, seguirá existiendo y dando pie a muchas teorías.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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