lunes, 18 de junio de 2018

Hay un ambicioso proyecto europeo en la cartera de Margarita Robles / Antonio Sánchez-Gijón *

La nueva mi­nistra de Defensa, Margarita Robles, re­cibe una car­tera que lleva dentro el am­bi­cioso pro­yecto de coope­ra­ción eu­ropea al que se com­pro­metió el an­te­rior go­bierno y que hizo de España uno de los cuatro países de la Unión (más Alemania, Francia e Italia) que de­ci­dieron dotar de ope­ra­ti­vidad a la po­lí­tica eu­ropea de de­fensa, y además servir de en­garce fun­cional con la OTAN. Siempre, claro está, que se lleve a cabo. Otros pro­yectos de de­fensa eu­ropea se han mar­chi­tado en el pa­pel, ali­men­tando el es­cep­ti­cismo de Washington sobre el grado de com­pro­miso de los eu­ro­peos con la alianza co­mún. 

Se trata de la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO en su sigla en inglés), que aunque entró en vigor legal en 2010 en virtud del tratado de Lisboa, no había sido incorporada a la política de la Unión. La iniciativa que la va a desarrollar lleva el sello de Enmanuel Macron. Solo dos meses después de tomar posesión, él y la canciller Merkel, en una ‘cumbre’ bilateral, invitaron a otros países europeos a activar la iniciativa, y de inmediato se adhirieron al proyecto España e Italia. 

Sucesivamente lo han ido haciendo otros países hasta un total de 25 (todos los de la Unión menos Dinamarca y Malta, y tampoco Reino Unido, por razones obvias).

Los estados se obligan a desarrollar y adquirir en común capacidades militares ‘estratégicamente relevantes’. El proyecto fue aprobado formalmente por el Consejo Europeo de diciembre 2017. Según sus previsiones, todos los países firmantes están obligados a participar e invertir en la investigación, desarrollo y producción de esas capacidades.

Los estados pueden proponer proyectos. A la primera convocatoria se presentaron una cincuentena, pero solo se han seleccionado 17, que van desde un Mando Médico Europeo, hasta un Sistema de Mando y Control Estratégico, un vehículo de combate de infantería y otro de asalto anfibio, artillería de apoyo (‘euro-artillería’), dotaciones tecnológicas para la ciberguerra, el control marítimo, protección de puertos, control de crisis, transporte aéreo y marítimo de larga distancia, localización de ‘blancos’, etc. 

Un propósito declarado del programa es hacer más competitiva la industria de armamentos europea y sostener lo que oficialmente se llama Base Tecnológica e Industrial de la Defensa Europea.

El programa supone un ‘toma y daca’ entre la Comisión y los estados. Estos se comprometen a aumentar y mantener sus presupuestos de defensa en el 2% de su PIB, y dedicar el 20% de ese presupuesto a la investigación, la tecnología y la adquisición de recursos. Se formará un fondo de €5.000 millones al que la Comisión contribuirá el 20%. El fin de este fondo es atender las deficiencias reconocidas en materia de dotaciones estratégicas, muchas de las cuales son suplidas hoy por los Estados Unidos.

Las oportunidades para las industrias de defensa de los países europeos son obvias. Se les exigirá operar con una perspectiva europea, esto es, para un mercado varias veces mayor que el de cualquier país en particular, rompiendo la asentada costumbre de reservar el dinero de la defensa a las industrias nacionales.

La estadardización de los sistemas de defensa ayudará a la interacción de los sistemas de mando militar, facilitando el uso común de los recursos como ‘strategic enablers’. Una vez alcanzado un alto nivel de cooperación, se podrá crear estructuras únicas comunes, con multiparticipación estatal, y mandos integrados, mantenimiento común, etc. Se trata, en suma, de cambiar el objetivo actualmente vigente, de ‘interoperatividad’ entre los recursos militares nacionales, por la ‘integración’ de sistemas y personas en estructuras únicas para cada función estratégica. 

Este último paso, sin embargo, será el que pondrá a prueba la voluntad política de los gobiernos europeos, para ceder al programa común prerrogativas que hoy por hoy residen en cada una de los gobiernos soberanos.

Es indudable que Francia cedería esa parte de soberanía, con tal de que se le garantizase que siempre mantendrá alguna forma de poder decisorio sobre los programas. Alemania se inclina más bien por que lo que se haga en integración militar, se complemente o añada a las garantías ofrecidas por los recursos de la OTAN.

Es probable que España se incline al modelo ‘alemán’, dada la importancia diplomática y militar de sus relaciones con los Estados Unidos, cuyo acuerdo sobre bases militares se presenta siempre por Madrid como cooperación para la defensa común, en el marco de una Alianza Atlántica que defiende a Europa.


(*) Periodista


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