El 'peligroso', 'atrabiliario' y 'podemita' José Orihuela, ganador de
las elecciones de 2014 al rectorado de la UMU, por sorpresa y por solo
32 centésimas de ventaja sobre Juan María Vázquez (que era el favorito y
el candidato anhelado por el sistema), concluye su mandato dejando la
UMU como estaba, más o menos.
No la ha dinamitado desde dentro, contra
lo que muchos se temían a la vista de sus discursos incendiarios, ni ha
revolucionado finalmente los campus, en parte porque está por nacer el
rector (y van ya once, sin contar a los dos comisarios regios) que sea
capaz de sacar de sus casillas a una institución anquilosada y
endogámica poco dada a las aventuras, y en parte también porque José
Orihuela se ha percatado, cuatro años después, de que el universo donde
él mejor se mueve está en la pizarra y las tizas de colores, lejos de
las ceremonias académicas y de la templanza diplomática necesaria para
gobernar la Universidad.
A Orihuela le espera un año sabático, en el que
dejará la impartición de clases y se pasará el tiempo yendo y viniendo a
la Politécnica de Valencia al reencuentro de la topología geométrica de
espacios infinitos, el Espacio de Hilbert, los análisis computacionales
y otros fundamentos matemáticos que le hacen feliz y cuya comprensión
no está al alcance de los mortales.
Antes, a mediados de abril,
entregará los atributos del rectorado a José Luján o a Pedro Lozano, los
dos sobrevivientes de la primera vuelta. Orihuela no votó por ninguno
de ellos. Hasta la máquina del café se habría enterado de sus
preferencias si hubiera depositado el nombre de cualquiera de los cinco
aspirantes iniciales en la mesa de solo un puñado de electores donde le
tocaba votar, así que participó únicamente en el proceso de renovación
del Claustro.
Pero el día 15 votará por Lozano (aunque cree que éste
tiene las de perder frente a Luján), porque el decano de Química lleva
en la candidatura al gerente de su equipo rectoral. (¡Ay, su equipo,
cuántas desafecciones ha sufrido en tan poco tiempo, bien fuera por el
autoritarismo de Orihuela, como cuentan quienes lo abandonaron, bien a
causa de gestiones deslucidas, según la versión apócrifa del rector!).
Luján, además, se proclama delfín y admirador de José Antonio Cobacho,
el cordial discrepante (dejémoslo así) de Orihuela desde que éste le
sucedió en La Convalecencia.
El rector cree que ganará Luján, vistos los
resultados del primer envite, pero él votará a Lozano. No siempre
apostó a caballo ganador. Hijo de un concejal de la etapa franquista,
Orihuela (59 años) se crió en una familia de derechas, fue alumno de los
maristas y se dejó seducir en las urnas por la Alianza Popular de
Manuel Fraga y después por la UCD de Adolfo Suárez, hasta terminar
votando al PSOE. Y ahí sigue.
A su llegada al rectorado, sin
embargo, se encendieron tantas alarmas en Murcia -porque se le creía un
insurrecto- que fue llamado enseguida a capítulo para tantear sus
intenciones. El mismo mes en que dio el campanazo con su victoria frente
a Juan María Vázquez (abril de 2014), llegó también a la presidencia de
la Comunidad Autónoma Alberto Garre, aún en el PP, que citó a Orihuela
en un bar de la plaza Belluga, a la hora de la siesta, para conocerse.
Actuaron de emisarios el exrector José Antonio Lozano y Adolfo
Fernández, pero aquella primera reunión resultó fallida por la
incomparecencia de Garre. Después se llevaron bien.
Garre desbloqueó
desde la presidencia el plan de financiación de la UMU que permanecía
atascado en la Consejería de Educación, de la que era titular Pedro
Antonio Sánchez (PAS). Meses más tarde, durante la solemne celebración
de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, Orihuela agradeció públicamente
la intervención personal de Garre, y lo alabó en su discurso, por lo
demás hipercrítico hacia el poder, en su línea habitual. Al término de
la ceremonia, PAS se acercó al rector y le dijo, también en su línea:
«Que sepas que soy persona que ni olvida ni perdona».
José
Orihuela, a quien se recordará por el ruido extramuros, está satisfecho
de su gestión de cuatro años, que acaba de plasmar en un voluminoso
resumen colgado ya de la web de la UMU. Regresa a sus abstracciones
matemáticas, a la pizarra y las tizas de colores, y se va feliz -dice-,
especialmente después de que haya salido indemne de una denuncia que
tenía un origen genuinamente laboral pero se llevó al terreno penal
porque allí era donde más daño se le podía causar. Se va feliz él, y se
quedan felices y más tranquilos quienes temían que el inobservante
Orihuela pudiera haber volado una institución que está fuertemente
cimentada y parece a salvo de extravagancias.
(*) Columnista
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