domingo, 11 de marzo de 2018

El Rector se va, y todos felices / Joaquín García Cruz *

El 'peligroso', 'atrabiliario' y 'podemita' José Orihuela, ganador de las elecciones de 2014 al rectorado de la UMU, por sorpresa y por solo 32 centésimas de ventaja sobre Juan María Vázquez (que era el favorito y el candidato anhelado por el sistema), concluye su mandato dejando la UMU como estaba, más o menos. 

No la ha dinamitado desde dentro, contra lo que muchos se temían a la vista de sus discursos incendiarios, ni ha revolucionado finalmente los campus, en parte porque está por nacer el rector (y van ya once, sin contar a los dos comisarios regios) que sea capaz de sacar de sus casillas a una institución anquilosada y endogámica poco dada a las aventuras, y en parte también porque José Orihuela se ha percatado, cuatro años después, de que el universo donde él mejor se mueve está en la pizarra y las tizas de colores, lejos de las ceremonias académicas y de la templanza diplomática necesaria para gobernar la Universidad. 

A Orihuela le espera un año sabático, en el que dejará la impartición de clases y se pasará el tiempo yendo y viniendo a la Politécnica de Valencia al reencuentro de la topología geométrica de espacios infinitos, el Espacio de Hilbert, los análisis computacionales y otros fundamentos matemáticos que le hacen feliz y cuya comprensión no está al alcance de los mortales. 

Antes, a mediados de abril, entregará los atributos del rectorado a José Luján o a Pedro Lozano, los dos sobrevivientes de la primera vuelta. Orihuela no votó por ninguno de ellos. Hasta la máquina del café se habría enterado de sus preferencias si hubiera depositado el nombre de cualquiera de los cinco aspirantes iniciales en la mesa de solo un puñado de electores donde le tocaba votar, así que participó únicamente en el proceso de renovación del Claustro. 

Pero el día 15 votará por Lozano (aunque cree que éste tiene las de perder frente a Luján), porque el decano de Química lleva en la candidatura al gerente de su equipo rectoral. (¡Ay, su equipo, cuántas desafecciones ha sufrido en tan poco tiempo, bien fuera por el autoritarismo de Orihuela, como cuentan quienes lo abandonaron, bien a causa de gestiones deslucidas, según la versión apócrifa del rector!). Luján, además, se proclama delfín y admirador de José Antonio Cobacho, el cordial discrepante (dejémoslo así) de Orihuela desde que éste le sucedió en La Convalecencia. 

El rector cree que ganará Luján, vistos los resultados del primer envite, pero él votará a Lozano. No siempre apostó a caballo ganador. Hijo de un concejal de la etapa franquista, Orihuela (59 años) se crió en una familia de derechas, fue alumno de los maristas y se dejó seducir en las urnas por la Alianza Popular de Manuel Fraga y después por la UCD de Adolfo Suárez, hasta terminar votando al PSOE. Y ahí sigue.

A su llegada al rectorado, sin embargo, se encendieron tantas alarmas en Murcia -porque se le creía un insurrecto- que fue llamado enseguida a capítulo para tantear sus intenciones. El mismo mes en que dio el campanazo con su victoria frente a Juan María Vázquez (abril de 2014), llegó también a la presidencia de la Comunidad Autónoma Alberto Garre, aún en el PP, que citó a Orihuela en un bar de la plaza Belluga, a la hora de la siesta, para conocerse. Actuaron de emisarios el exrector José Antonio Lozano y Adolfo Fernández, pero aquella primera reunión resultó fallida por la incomparecencia de Garre. Después se llevaron bien. 

Garre desbloqueó desde la presidencia el plan de financiación de la UMU que permanecía atascado en la Consejería de Educación, de la que era titular Pedro Antonio Sánchez (PAS). Meses más tarde, durante la solemne celebración de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, Orihuela agradeció públicamente la intervención personal de Garre, y lo alabó en su discurso, por lo demás hipercrítico hacia el poder, en su línea habitual. Al término de la ceremonia, PAS se acercó al rector y le dijo, también en su línea: «Que sepas que soy persona que ni olvida ni perdona».

José Orihuela, a quien se recordará por el ruido extramuros, está satisfecho de su gestión de cuatro años, que acaba de plasmar en un voluminoso resumen colgado ya de la web de la UMU. Regresa a sus abstracciones matemáticas, a la pizarra y las tizas de colores, y se va feliz -dice-, especialmente después de que haya salido indemne de una denuncia que tenía un origen genuinamente laboral pero se llevó al terreno penal porque allí era donde más daño se le podía causar. Se va feliz él, y se quedan felices y más tranquilos quienes temían que el inobservante Orihuela pudiera haber volado una institución que está fuertemente cimentada y parece a salvo de extravagancias.



(*) Columnista



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