sábado, 3 de febrero de 2018

La dictadura del 155 / Ramón Cotarelo *

Divertido ver al atildado petimetre portavoz de este gobierno franquista hablando de legalidad y Estado de derecho como si supiera lo que son. Como si lo supiera alguno de la banda de presuntos malhechores que lleva años saqueando el país. 
 
No parecen servirles de mucho los briefings que sobre la materia les da el cogollo de ilustres nulidades que administra Cebrián en torno al pesebre de Prisa, incapaces de una sola idea medio original que rompa con el mazacote del nacionalismo español más retrógrado. No es de extrañar que sus discípulos, faltos de alimento espiritual, salgan a las ruedas de prensa cargados de ruedas de molino. 

¿Recuerdan ustedes cuando este mismo pavo decía no hace cuatro meses que estaría encantado si Puigdemont se presentara a las elecciones? Los lumbreras creían que los unionistas iban a ganarlas por goleada. Seguramente se lo sopló Arriola, el "gurú" demoscópico de esta basca. Lo dijo con su brutal simpleza Cospedal: que habían convocado elecciones para que las ganara el bloque constitucionalista. O sea, el que las ha perdido. Las ha ganado el bloque independentista. ¡Ah, pero Puigdemont no puede ser presidente! ¿Por qué no? Porque a la partida que detenta el gobierno de España no le da la gana, porque le tiene rabia y odio. Y, sobre todo, miedo, mucho miedo.

Por fortuna cuentan con unos medios capaces de mentir con más aplomo que ellos para engañar a la gente. Y con razón. Les van la subsistencia, las nóminas, los sobres, las pagas, pluses y primas por manipular a favor del gobierno y prostituir la noble actividad periodística. 

Se convocaron elecciones para ganarlas. Si se perdieron, se emplea la fuerza bruta y la complaciente actividad de unos jueces más al servicio del gobierno de lo que están los periodistas (son las dos brigadas del franquismo actual: la judicial y la mediática), para anularlas de hecho y no respetar su resultado. Al presidente del Parlament no lo elige este sino el gobierno del PP a través de la dictadura del 155.

¿Recuerdan ustedes asimismo cuando el nacionalismo español decía en el País Vasco que sin violencia podría hablarse de todo, incluso de independencia? Era mentira entonces y sigue siendo mentira hasta el día de hoy. Pero le da igual. Su forma de ser es la mentira. Los franquistas no saben hacer política sin mentir. Y ahora es peor. Como no se les ofrece la excusa de la violencia en Catalunya para justificar la represión que tienen preparada, están haciendo lo posible por provocarla ellos. 
 
Toda su acción, desde el atentado de las Ramblas en el verano al día de hoy busca provocar y provocar y provocar, a ver si, por fin, alguien salta, pasa algo y se justifica la ocupación militar de Cataluña, que es lo que esta banda está buscando para que así se olviden también las sinvergonzadas de la Monarquía, la corrupción y el latrocinio peperos.

Por supuesto que el 155 seguirá. No hace falta que lo enuncie el portavoz. Nunca pensaron dejar de hacerlo. El 155 es la anulación de la democracia y la Constitución real de Cataluña. La Constitución real de Cataluña es la dictadura y, se quiera o no, la de España entera, de acuerdo con el enunciado nacional-español de que Cataluña es España.

Por último, exactamente, ¿qué puede significar candidato limpio, dicho por un embustero (probado queda con la invitación a Puigdemont a ser candidato), miembro del gobierno más corrupto de la historia reciente de España, con un presidente que cobró sobresueldos en B y un partido literalmente cuajado de ladrones bajo una monarquía tan cursi como autoritaria y antipopular? ¿Está limpio M punto Rajoy?

Más limpio está cualquier candidato independentista que todos los peperos juntos comulgando en el Corpus Christi. 
 
 
Catalunya ya se ha ido
 
 
Traigo aquí la entrevista que me hizo Rosa Peroy con motivo de la xerrada que tuvo lugar el lunes pasado en el Teatro Principal de Lleida en donde conseguimos llenar el aforo de 800 personas. 
 
Así son las cosas. Cuando uno ve cómo la ilusión de independencia, el conjunto del procés suscita tanta atención, comprende uno la inutilidad del esfuerzo represivo de la oligarquía española y el bloque del 155. 
 
Cualquier acto que se convoque, sea conferencia, manifestación, declaración, vigilia, movilización, homenaje, lo que sea, en reivindicación unitaria de la independencia, tiene garantizada una asistencia en masa de la gente. Porque esta gente no es comparsa ni espectadora pasiva, sino muy activa de un proceso en el que está directamente implicada como pueblo porque sabe que, en el fondo, es ella quien lo dirige.

El espectáculo es tan clásico, tan obvio, tan conocido y su desarrollo tan previsible que uno se pregunta cómo es que estos gobernantes y el conjunto de la clase política española no lo ve. Pregunta con veloz respuesta: no lo ve porque, en su ciega soberbia española, no lee, no mira, no se entera, no quiere enterarse de que esto no es una actividad delictiva de un grupo de malandrines, sino un movimiento popular (y popular de verdad, no como el partido del gobierno que de "popular"solo tiene el nombre del banco que lo apoya), extendido por todo el territorio, encastrado en todas las actividades civiles de la sociedad, compartido como un sentimiento común. 
 
La imagen es de parodia: un pueblo unido, pacífico, cívicamente movilizado, articulado con unas autoridades imaginativas, con flexibilidad e iniciativa frente a otras que son como muñecos de cartón: políticos ladrones, monarcas cursis pero venenosos, curas trabucaires, obispos repipis, jueces avinagrados y prevaricadores, policías brutales, funcionarios corruptos, opositores sumisos, periodistas lacayos, tertulianos mordedores, presentadoras plagiarias, bandas callejeras de fascistas rebuznantes, izquierdistas de chicha y nabo a quienes Cataluña produce urticaria. 
 
Todos ellos armados con leyes y contraleyes que hacen en sus covachuelas de franquistas de guardia para tratar de detener un movimiento popular, abierto, espontáneo, libre.

No podrán.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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