jueves, 21 de diciembre de 2017

Acción de control / Enric Juliana *

Hoy se comprobará si las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona tienen acción de control en la asamblea ciudadana de Catalunya. Disponer de un paquete de acciones de control – acción de oro se decía hace unos años de las participaciones del Estado en las empresas públicas en vías de privatización– no significa mandar en todo, pero otorga poder de veto en los momento más importantes y trascendentales.

Con la acción de control se puede decir: “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Esto es lo que querrán hoy expresar centenares de miles de ciudadanos de Catalunya, especialmente concentrados en las áreas urbanas de Barcelona y Tarragona. ¿Dispone de acción de control la Catalunya metropolitana-litoral en una situación de máxima movilización? La respuesta la tendremos esta noche.

La participación será muy alta. El récord quedó establecido en las generales del 28 de octubre de 1982, en las que acudió a votar un 81%, con un fuerte apoyo a la propuesta de cambio de Felipe González, después del intento de golpe de Estado del 23 de febrero del año anterior. 

En aquella ocasión, las dos áreas metropolitanas –la grande y la pequeña– dieron un apoyo decisivo a la lista socialista, que la Catalunya interior contrapesó con un notorio apoyo al catalanismo pragmático de Miquel Roca Junyent. 

Una mayoría encumbró al PSOE y una minoría intentó disponer de una cierta acción de control. (En realidad, el contrapeso fuerte lo estableció Jordi Pujol al conquistar su primera mayoría absoluta en Parlament de Catalunya en 1984).

En 1999 se produjeron otras elecciones de vivo contraste entre el voto metropolitano-litoral y el de las comarcas interiores. Jordi Pujol aspiraba a su último mandato y Pasqual Maragall le disputaba, con retraso, la presidencia de la Generalitat. El alcalde de Barcelona contaba con la fuerza propulsiva de los Juegos Olímpicos de 1992, un gran éxito colectivo que hoy todos los catalanes añoran. 

Cada año que pasaba, Maragall perdía un poco de gas. Su momento óptimo habrían sido las elecciones catalanas de 1995, pero la Fortuna visitó a Pujol. Virtud y Fortuna han de acompañar siempre al gobernante, escribió Maquiavelo. La fortuna de Pujol consistió en poder prestar apoyo parlamentario al declinante Felipe González, a cambio de que Maragall no se presentase. 

La gran batalla entre convergentes y socialistas se pospuso cuatro años y en 1999, Maragall ya había perdido un poco más gas. Ganó en número de votos, gracias al fuerte apoyo de las dos áreas metropolitanas, pero se quedó corto en escaños, porque la Catalunya interior ejerció el poder de veto con la ayuda de la ley electoral.

Son batallas pasadas que puede que ya no interesen a nadie, pero es necesario recordarlas para entender mejor el presente. La tortuosa evolución política de Catalunya en los últimos quince años se deriva de un ciclo de cambio defectuoso. Maragall nunca llegó a ganar, ni siquiera en el 2003. Convergència nunca llegó a perder. La Catalunya interior vetó un mandato fuerte de los socialistas. Ahí empezó todo.

Las elecciones de hoy vuelven a versar sobre la acción de control.


(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia


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