Como Ebenezer Scrooge, el protagonista de ‘Cuento de Navidad’ de
Charles Dickens, el PP regional no está viviendo estas fechas con
especial alegría. De alguna forma también se le apareció el fantasma de
un antiguo socio para comunicarle que sería visitado por tres espíritus:
el de las Navidades pasadas, el de las presentes y el espíritu de las
Navidades futuras.
El primero le habría transportado a tiempos remotos
cuando, tras ocho años de plácido gobierno en momentos de despegue
económico, la arrogancia epistémica frente a problemas mayúsculos y la
sensación de invulnerabilidad por las repetidas mayorías absolutas les
condujo a todo tipo de errores políticos o a impulsar algunas
actuaciones que han revestido carácter de delito, como prueba la
sentencia del caso ‘Zerrichera’, o pueden llegar a tenerlo, como el
deterioro presuntamente consentido del Mar Menor.
El segundo (el
espíritu de las Navidades presentes) le muestra las consecuencias de lo
anterior y a su principal rival en pleno éxtasis tras conseguir un
resultado histórico en Cataluña que bien podría extenderse en el futuro
al resto del país. En caso de repetirse al pie de la letra la historia
de Dickens, el último fantasma exhibiría un cadáver (político) tapado
con una sábana. Ni que decir tiene quién sería el finado. Esto es lo que
aparece en las peores pesadillas de no pocos dirigentes populares, a la
vista del panorama.
El resultado de las catalanas es un estrepitoso
batacazo. Es verdad que también para el PSOE de Pedro Sánchez y el
Podemos de Pablo Iglesias, aunque en mucha menor medida. Los populares
quedan residualmente diluidos en el grupo mixto del Parlament y ven cómo
se revaloriza el potencial de Ciudadanos como alternativa de gobierno
nacional.
Con el órdago independentista totalmente vivo se pone cuesta
arriba la recuperación económica y sigue abierto en canal el mayor
problema de España, pasándole factura política. Ahora será más difícil
aprobar los Presupuestos del Estado y negociar el nuevo modelo de
financiación. En este contexto no es de extrañar que crezca la
preocupación popular en la Región. Sobre todo a medida que se acercan
unas elecciones autonómicas con circunscripción única, un candidato que
electoralmente es una incógnita y la aparición de otros contendientes
con quienes también se comparte espacio político, como la formación que
liderará Alberto Garre.
La visita de Rajoy a Murcia del miércoles
servirá para respaldar, interna y externamente, a López Miras y al
tiempo exhibir el impulso del Gobierno nacional en materia de
infraestructuras, desde la adjudicación del aeropuerto y la llegada del
AVE en cuestión de meses a la culminación de la autovía de Yecla y el
impulso a la variante de Camarillas. Si a lo anterior se suma la
aprobación de los Presupuestos regionales, una tasa de crecimiento
económico superior al 3%, la supresión del impuesto de donaciones y
sucesiones y la oferta de empleo público prevista para el próximo año,
nadie pensaría que el Gobierno regional atraviesa un mal momento.
Sin
embargo, transmite urgencias y gestos que delatan inquietud por su
futuro político. El problema del agua, fundamental para la Región y de
enorme incidencia electoral, tiene muy mal pronóstico a corto plazo si
lo que se espera es una solución estructural. Y tras la ‘Zerrichera’,
vienen los casos de la desaladora de Escombreras y ‘Novo Carthago’,
todos ellos de profundo calado político porque tuvieron su origen en la
cúpula del poder popular, más los juicios de los casos ‘Auditorio’ y
‘Púnica’.
Entretanto, no son pocos los marrones heredados de la
larga etapa de Valcárcel que darán aún grandes quebraderos de cabeza.
Corvera era uno de ellos. A finales de 2012, el entonces presidente
regional pidió ayuda a Rajoy, que convenció a Aena para asumir su
gestión y abrirlo en 2014, una vez que Sacyr fuera desprovista de la
concesión, lo que sucedió en agosto de 2013. Lo que nadie podía intuir
es que menos de una semana después de la retirada de la concesión, tras
un sólido informe del Consejo Jurídico, Valcárcel ordenaría negociar de
nuevo con la constructora, como ocurrió sin ningún éxito, por razones
que nadie conoce. Desmadejar el ovillo jurídico y lanzar un nuevo
concurso ha exigido tres años de trabajo y desgaste. Ver para creer.
(*) Periodista y director de La Verdad
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