domingo, 24 de diciembre de 2017

Lo que los Presupuestos esconden / Joaquín García Cruz *

Nadie hablará de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma en la cena de Nochebuena; sería como arruinar con sifón el vino más apreciado de la bodega. Los estudios demoscópicos están de más para constatar que el interés ciudadano por las cuentas públicas es inversamente proporcional a su importancia, pese a que la vida nos va en ellas, como se puede inferir a poco que pensemos, por ejemplo, en una sanidad insuficientemente dotada o en una educación despojada de recursos para mantener abiertos los colegios públicos.

Ciudadanos le ha sacado los higadillos al PP en una negociación que ha posibilitado la aprobación por la Asamblea Regional de los números presentados por el consejero Andrés Carrillo, el guardián del dinero. Es recomendable buscarlos en internet y darle un vistazo a las típicas tartas que se utilizan en estos casos para facilitar la comprensión de asunto tan farragoso. 

Enseguida se comprueba la verdadera trascendencia de los Presupuestos, que destinan cuatro de cada cinco euros a la sanidad, la educación y los servicios sociales, es decir, «a las personas», según gusta explicar al Gobierno para subrayar su vocación social. La subsistencia de cientos de asociaciones e instituciones de todo tipo (las universidades, sin ir más lejos) depende de estas cuentas, donde se recogen cuantiosas partidas para, entre otros menesteres, regenerar el Mar Menor, soterrar el AVE, impulsar políticas de empleo o pagar la nómina de 50.000 funcionarios.

El espaldarazo parlamentario a los Presupuestos constituye el objetivo principal de cualquier Administración al cabo del año, el instante sublime de cada ejercicio, y su configuración debería ser también la decisión más justa de todas cuantas adopta, si bien esto último queda al albur del interés no siempre confesable de los partidos. Los Presupuestos están llamados a promover la riqueza y a mitigar la pobreza, orientan a los agentes sociales con sus previsiones macroeconómicas (PIB, paro, déficit público y endeudamiento), y marcan, en definitiva, el rumbo a seguir. 

Ningún otro cometido de los gobiernos contiene una carga ideológica tan profunda, incluso en estos tiempos desideologizados, porque el ideario que se profesa determina que se rebaje generosamente la presión fiscal a los ricos y a las grandes empresas, como acaba de hacer Donald Trump en Estados Unidos, que se borre de un plumazo el gravoso impuesto de sucesiones y donaciones (algo que ya es una realidad en Murcia), que se financie un referéndum ilegal en Cataluña o que se permita a los ‘sin papeles’ de siete autonomías en las que el PP no gobierna el acceso universal y sin cortapisas a la sanidad pública, como decretaron Valencia, Cataluña, Navarra, Aragón, País Vasco, Cantabria y Baleares, en una decisión que el Tribunal Constitucional, sin embargo, ha tumbado esta semana porque el sentido de la justicia social que la guió invade competencias exclusivas del Estado. 

No es lo mismo mirar a la izquierda que mirar a la derecha. No es lo mismo, y por eso las tripas presupuestarias deberían merecer más curiosidad por parte de una ciudadanía con espíritu crítico, y una rectitud absoluta y una mayor transparencia, en lo que a los gobiernos respecta.

A no ser por la proverbial aversión de las fuerzas políticas al consenso, no sería descabellado exigir incluso una mayoría parlamentaria cualificada para poder transformar en ley los Presupuestos, dada su enorme repercusión sobre la gente. De esta forma, las cuentas reflejarían mejor las demandas de la sociedad representada en la Asamblea Regional, y se evitaría la sensación lacerante de que, gobierne quien gobierne, se castiga sistemáticamente desde el poder a las poblaciones en las que manda el adversario político. 

Hiere al oído, y da mucho que pensar, la acusación de la alcaldesa socialista de Molina de Segura, Esther Clavero, enojada porque el PP «maltrata» a su municipio -el cuarto de la Región-, al consignarle para 2018, víspera de un año electoral, «cero euros en inversiones». De llevar razón la regidora molinense, estaríamos ante una desvergüerza intolerable que atentaría contra el derecho de cualquier murciano a recibir de la Administración un trato igualitario, viva donde viva y vote a quien vote. 

El Gobierno regional niega que haya discriminado a los ayuntamientos del PSOE y asegura que los Presupuestos no están territorializados y que la acusación socialista no es, por tanto, demostrable. Pero resulta que unos y otros faltan a la verdad, y además pecan de pardillos, como sus propios partidos han puesto de manifiesto, desconocedores sin duda de que estaban desautorizando a los suyos. 

El listado que ‘La Verdad’ ha pedido al PSOE recoge para Molina de Segura casi diez millones y un reparto de 143,36 euros por vecino. A la alcaldesa le puede parecer un saldo insuficiente, y quizá lo sea (de hecho, Molina queda por debajo de la media regional), pero existe una diferencia considerable entre cero euros y 9.979.847 euros. Por el otro lado, es también incierto, contra lo que se afirma desde San Esteban, que sea imposible facilitar los números por territorios. 

El PP de Jumilla los tiene: hasta dos millones de euros recibirá el consistorio jumillano para la construcción del CEIP Príncipe Felipe, el acondicionamiento y arreglo de caminos rurales, el centro integral de alta resolución y el arreglo del primer tramo de la carretera del Carche. El propio partido presume de ello en Twitter, con planos, dibujitos, el logo del PP y el grito de ¡Jumillla adelante! Cuánto les cuesta, a unos y a otros, exhibir sinceridad y rigor en algo tan importante como las cuentas públicas. 

Lo mismo sucede con los Presupuestos Generales del Estado. Un partido ‘vende’ que las inversiones en obra pública mejoran un determinado tanto por ciento sobre el año anterior, pero esa misma cantidad (la que sea) es enjuiciada por la oposición desde una óptica divergente: la Región recibe del Estado un porcentaje inferior a la media nacional. 

Esta discrepancia forma parte de la natural confrontación política. El mundo al revés, el cruce de reproches y el ‘y tú más’ son consustanciales a la dialéctica partidaria, ya lo sabemos. Ahora bien, los números deberían figurar desnudos en una ley presupuestaria, sin margen para la confusión y los malentendidos. 

Quienes elaboran las cuentas de las que tantas cosas y tantas personas dependen, y quienes alegremente las censuran después con la única finalidad de desacreditar al contrario, están obligados a responder -con claridad meridiana- hasta por el último céntimo que la Administración destina a la pedanía más pequeña, porque con las cosas de comer no se juega, y con el dinero de todos, tampoco.


(*) Columnista


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