Barcelona siempre tuvo pocas opciones de acoger la sede de la Agencia Europea del Medicamento y después de la violencia policial del pasado 1 de octubre, presenciada casi en directo por televisión en los cinco continentes, ninguna. Cero. Por eso, lo normal es que fuera severamente castigada a las primeras de cambio y la primera eliminada frente a Copenhague, Milán y Ámsterdam, la ciudad ganadora. Esta es la realidad y, como sucede siempre, a unos gustará más y a otros menos. 

Vayamos por partes: el gobierno español ya consideraba el pasado mes de julio "una labor prácticamente imposible" ganar la candidatura y aducía como excusa las posiciones del independentismo catalán. Todas las plagas de Egipto acaban siendo culpa del Govern a poco que uno se deje llevar por la potencia mediática del unionismo. Pero la realidad es muy diferente.

Veamos cuáles han sido los éxitos de la diplomacia española en los últimos tiempos: en septiembre de 2013, Madrid perdía por tercera vez la nominación olímpica frente a Tokio que fue la escogida para los Juegos de 2020 y Estambul, que llegó a la final. La capital española ya había perdido el tren olímpico en las dos previas anteriores para escoger la ciudad de los JJ.OO. de 2012 y 2016. Tras tres fracasos consecutivos y un déficit económico colosal, Madrid ha decidido hibernar durante unos años su candidatura.

En 2015, el ministro de Economía, Luis de Guindos, perdió el pulso frente al holandés Jeroen Dijsselbloem para la presidencia del Eurogrupo, el foro que reúne a los ministros de Economía de los países de la UE. Fue una derrota dolorosa que implicó al mismo presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, que no tuvo suficiente con el apoyo de la Alemania de Angela Merkel. 

Hace unos meses se produjo un segundo intento que no llegó a fructificar, ya que los apoyos de Guindos eran incluso inferiores a los de la primera ocasión. España también está ausente del comité ejecutivo del BCE y ha perdido la silla de la exministra socialista Magdalena Álvarez como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) después de que dimitiera en 2014 tras su imputación en el caso de los ERE de Andalucía.

Vayamos a la Comisión Europea. España ha perdido la vicepresidencia económica que ocupó Joaquín Almunia y el cargo de Alto Representante en Política Exterior que durante años llevó el sello de Javier Solana. Hoy ocupa una cartera de escaso peso político como la de Energía. Podríamos seguir en otros estamentos en los que la influencia de la diplomacia siempre es importante como el COI, el Fondo Monetario Internacional, la UNESCO...

Realmente, con esta hoja de presentación, ¿alguien podía ser optimista con la candidatura de Barcelona? O, sencillamente, era un ejercicio de ilusionismo.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia