Hay un refrán vasco que, traducido, dice “el que no
escucha no quiere decir”. Estos días, hablando con dirigentes de la
cúpula del PNV, han tenido la sensación de que los líderes del PDECat o
no han escuchado o no han podido decir todo lo que pensaban.
Por Sabin
Etxea, la sede bilbaína de la formación nacionalista vasca, han pasado
media docena de dirigentes del nuevo partido catalán. Estaban
interesados en mantener la estrecha relación que antes hubo con CDC,
pero también deseaban saber de primera mano cómo vivieron la crisis del
partido que supuso el plan Ibarretxe, cómo se reorganizaron en la
oposición y cómo volvieron a ganar, situándose de nuevo en la
centralidad política.
Andoni Ortuzar, presidente del PNV, periodista sólido y
político pragmático, tiene claro que en su formación el que manda es el
partido, que se gobierna desde la centralidad y que no se puede pasar la
responsabilidad a la calle. Y que lo peor que le puede pasar a una
formación es que se produzca una escisión, como sucedió con EA y
Garaikoetxea.
Los líderes del PDECat tomaron buena nota, pero deben de
haber perdido los apuntes. O para ser más realistas, en este momento
político han sido incapaces de dar un golpe de timón. El partido
prácticamente se ha borrado de estas elecciones, ante la voluntad de
Carles Puigdemont de hacer una lista de país, que ERC no ha deseado en
ningún momento.
La llamada llista del president, que ha
confeccionado Puigdemont, con mayoría de personalidades independientes,
puede ser atractiva electoralmente, pero no contribuye a que los
exconvergentes rehagan su espacio político.
Marta Pascal y David Bonvehí
reman a contracorriente intentando remontar un río lleno de obstáculos,
pensando en que las municipales serán una última oportunidad. Mientras,
en Sabin Etxea se los miran con desconcierto, con la tranquilidad de
que Euskadi (y el PNV) va a toda máquina.
(*) Periodista y director de La Vanguardia
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