Tras la junta extraordinaria de accionistas del Grupo Prisa se inicia
la irresistible caída de quien como Juan Luis Cebrián ha sido el hilo
conductor mediático del entramado PPSOE. Tan pésimo gestor como buen
periodista, no supo contener su ira ante su cese descalificando a su
principal accionista, Amber Capital, como titular de un fondo buitre por
haber duramente criticado
su gestión empresarial.
Pese a que intenta como gato panza arriba
mantenerse de alguna forma en la cúpula, su futuro parece marcado por la
unanimidad con la que se ha votado su relevo y, sobre todo, por el
abandono obligado del apoyo del PP y del PSOE. No es hoy el mejor
momento para cesarle, la crisis del Régimen del 78 se agudiza, ni
tampoco aparece un sustituto, pero mantenerle hubiera impedido la
ampliación de capital por parte de la Caixa, Santander y Telefónica.
Ciertamente, el PP y el PSOE necesitaban su continuidad, tanto como
al IBEX-35 le era fundamental sustituirle. Divergencia de intereses que
Cebrián ha intentado instrumentalizar sin conseguirlo. La Moncloa ya no
podía echarle una mano que le salvara del firme cerco al que le sometía
el accionariado. En esta ocasión no ha encontrado el apoyo de Soraya
Saenz de Santamaría, ni el de Alfredo Pérez Rubalcaba, más allá de, eso
sí, de que su salida ha sido bien engrasada: seis millones de euros más,
otros cinco por la ampliación de capital.
De ahí que unos y otros,
desde Génova y Ferraz, hayan concentrado sus esfuerzos más en buscarle
un sustituto afín, que en su defensa imposible. Porque el balance
político de su presidencia ha sido tan sumamente rentable para el PPSOE
como muy perjudicial el balance económico para PRISA.
El valor de Bolsa del grupo ha pasado, durante la nefasta gestión de
Cebrián, de unos 3.000 a unos 250 millones euros. Sus acciones se han hundido en
un 80%. Quien actuó como fiscal de su incompetencia empresarial, Joseph
Oughourlian, que habló en nombre del principal grupo inversor (Amber
Capital), le descalificó como gestor en una intervención de once
minutos en que puso de vuelta y media al hasta ayer presidente de Prisa.
Sus palabras, así como las del representante de intereses mexicanos,
fueron demoledoras, en claro contraste con el cortés silencio de
Telefónica, La Caixa y el Santander que evitaron, probablemente, hurgar
en la herida de Cebrián, en atención a los muchos servicios prestados al
PP y al PSOE. Mientras los primeros se atenían estrictamente a la
cuenta de resultados, los segundos no olvidaban la crisis de su
hegemonía política.
Esta contradicción, entre los intereses económicos y políticos que ha
hundido a Prisa, es igualmente irresoluble para el sucesor que el PPSOE
designe para dirigir el buque insigne del bipartidismo decadente. El
País y la Ser , bajo la dirección de Cebrián, han abandonado a sus
lectores y oyentes habituales de centro izquierda para dirigirse a los
de derecha. De hecho, ambos medios compiten hoy con ABC y Onda Cero.
En
consecuencia, han perdido un mercado mayoritario progresista que no
puede ser compensado con uno minoritario conservador. Prisa, al
convertirlos en diario y emisora gubernamentales, se ve hoy condenada a
pedir sucesivas ampliaciones de capital tan indispensables como
infructuosas. Nunca se puede hacer buen periodismo– nadie mejor que
Cebrián lo sabe– si no se cuenta a la gente lo que le sucede a la gente.
No lo que interesa al Ibex-35 y sus dos brazos políticos.
Desde luego, no será la fundación que pretende crear Cebrián, si
PP y PSOE logran convencer a los accionistas, la que pueda encontrar la
salida de este laberinto. Puede ser una buena salida para él mismo, pero
nunca para la grave crisis que padece Prisa. El grave problema para el
PPSOE es tanto objetivo como subjetivo. Necesitan mantener al grupo
como correa de transmisión bipartidista a la vez que necesitan
encontrar un buen profesional como Cebrián sin los vicios de Cebrián.
No
es fácil hallar un curriculum PPSOE tan bien acreditado como el del
cesado presidente. Ser mano derecha de Soraya Santamaría, tras haber
sido la mano derecha de González y Suárez, es una tarea de auténtico
profesional del poder formado a lo largo de varias décadas. La caída de
Cebrián es la metáfora de la crisis del PPSOE.
En esa misma proporción , en tanto que son las dos fuerzas claves del
sistema, es también la crisis del Régimen del 78. Ninguno de los
sucesores políticos, tanto en el Estado como en los partidos, han
mejorado sino han empeorado bastante la situación del Estado, del PP y
del PSOE. Felipe VI no es Juan Carlos I, Rajoy no es más que un Fraga
provinciano y Sánchez una mera caricatura de González. Será también así
en Prisa.
Es un signo revelador de la muy grave crisis, como la que tan
solo estamos empezando a padecer en España y de la total irrelevancia de
los políticos, como si el sistema fuera ya absolutamente incapaz de
poder cribar la mediocridad institucional, política, económica y
mediática existente. Cuanto más necesitaban el PP y el PSOE a Cebrián en
Prisa, más le ven hacer mutis obligado por el foro sin poder salvarle
de los buitres que le devoran después de haberle amamantado.
(*) Periodista
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