viernes, 20 de octubre de 2017

Procrastinación / Ramón Cotarelo *

Aquí alguien está intuyendo que algo no marcha bien y que están tomándole el pelo. Y es Rajoy. La foto de Público es llamativa. El rostro ausente de un hombre que trata de componer figura pero no sabe ni en dónde está. El otro, no; el otro es la imagen misma de la felicidad, la del que tampoco sabe en dónde se ha metido pero no le importa. 

Mientras le dejen hablar a todas horas, aunque sea diciendo cosas contradictorias, seguirá sonriendo. Involuntariamente, el periódico les echa una mano interpretando piadosamente el retraso en aprobar la terrible maza del 155. No es que lo retrasen porque no saben qué hacer ni por dónde empezar, ¡qué va! Es por la muy humana razón de dar tiempo a Puigdemont a "rectificar". 

A su vez, Puigdemont reitera que, mientras no vea las orejas al 155, no habrá aprobación de DI pero, si las peludas orejas aparecen, la DI será proclamada en solemne sesión parlamentaria. Esto quiere decir que la situación de tablas o stalemate, que dicen los ingleses, tendrá una duración variable. Hasta dos meses, como apunta una de las numerosas y enrevesadas explicaciones del MH, lo cual no es muy seguro o hasta que la troika nacional española (PP, PSOE, C's) decida poner fin, lo cual aun lo es menos.

O sea, que podemos estar así una temporada. Y estos retrasos llevan a situaciones pintorescas: divisiones entre los aliados (el PSOE, muy asustado, trata de transferir a la política el principio de intervención mínima de la cirujía o el derecho penal), exageracioness grotescas berlanguianas (ese delegado del gobierno en Castilla La Mancha que pide aplicar a su región igualmente el 155, no van a ser el manchegos menos que los catalanes); o situaciones de política exterior de los tercios de Flandes (esa carta que un funcionario de exteriores ha enviado al primer ministro belga amenazándolo por pronunciarse sobre el conflicto catalán). Es obvio que el retraso deja lamentablemente a la vista las carencias y vicios de la posición española y ello sobre el trasfondo de las imágenes de la brutalidad policial. La táctica del pudrimiento de Rajoy no funciona.

Para evitar este riesgo, El País, feliz, saca a portada un titular "Rotundo mensaje de Europa a favor de la España Unida" mensaje que deduce de la siguiente expresión literal de la UE "Nadie en la UE reconocería la independencia de Cataluña". El solo hecho de que la posible secesión catalana sea motivo de consideración (incluso oficioso) ya es suficientemente alarmante. Tal cosa no se considera de ningún otro país y, por lo demás, el valor de estas declaraciones es siempre fluctuante y muy relativo. Por ejemplo, frente a ese enunciado que parece un telón de hierro, surge la pregunta: ¿hasta qué punto tolerarían los Estados que no reconocen la independencia de Cataluña un tratamiento español de esta de formas contrarias al Estado de derecho, la democracia, los derechos humanos? 

Luego el punto tranquilizador no está en las declaraciones de terceros sino en las intenciones, voluntad, determinación y apoyos de la otra parte, la independentista catalana. Si en Cataluña la sociedad, como parece, se cierra en desobediencia al gobierno central y este tiene que recurrir al estado de excepción, ello presionará mucho sobre el ánimo europeo. Imagínese que se encierra al govern en prisión (y ello si se puede pacíficamente en vista del posible enfrentamiento entre cuerpos armados), ¿cuánto tiempo puede sostenerse una situación así en Europa? O peor, se cierra el Parlament y la autoridad la ejerce el delegado del gobierno o una autoridad militar, por supuesto.

La siguiente pregunta es: ¿estamos hablando en serio? Precisamente por eso, porque no podemos estar hablando en serio, los dirigentes de los dos partidos dinásticos han retrasado la decisión, sabia y caritativamente, para dar tiempo a Puigdemont a rectificar. No porque no tengan ni idea de cómo convencerlo para que rectifique con razones comedidas y corteses Quieren librarlo de la terrible culpabilidad y responsabilidad de morir machacado por ellos mismos. 

Y eso, contando con que puedan.

¿Quieren ver una revolución democrática en marcha?
Carlos de Urabá ha hecho un vídeo fantástico -como siempre- sobre la jornada del 1/10 cuando la gente en Cataluña salió a votar en referéndum pacífico en contra de la prohibición expresa del gobierno y las cargas vandálicas de la policía nacional y la fuerza militar de la Guardia Civil. Colas de gente, horas y horas, esperando para votar con mal tiempo, con incomodidad y teniendo que defender los colegios electorales frente a la barbarie policial. 
Era la respuesta de un gobierno histérico que había hecho todo lo posible por impedir los preparativos (y había fracasado), por convencer a la gente de que el referéndum era ilegal y que se quedara en su casa (y también había fracasado), por mandar a sus fuerzas armadas a apalear a los ciudadanos (e igualmente había fracasado) y hubo de contemplar, rabioso e impotente, cómo los centros cerrados reabrían, las urnas secuestradas reaparecían y, al final de la jornada, habían votado más de 2.200.000 catalanes; en realidad, casi tres millones si contabilizamos las 770.000 papeletas que la policía confiscó a porrazos.

Este hecho incuestionable y sin precedentes de millones de personas de todas las edades y condiciones yendo a votar pacífica y democráticamente frente a un Estado todopoderoso que pretendía impedirlo por la fuerza bruta fue narrado al mundo por cerca de 1.500 periodistas internacionales, entre ellos, Carlos. Sus crónicas tuvieron un impacto mucho mayor cuando ese mundo pudo ver las terribles escenas de brutalidad policial contra gente pacífica e indefensa. 
Cataluña se había puesto a la vanguardia del nuevo tipo de revolución popular, masiva, organizada a través de las redes bajo la forma de las multitudes inteligentes. Y con ello dejó al desnudo la superchería de un régimen oligárquico, seudodemocrático y tiránico que, además, está corrompido hasta la médula.

Dos reacciones contrarias ha tenido este acontecimiento insólito, que ya está en la historia como el episodio inicial de un pueblo que se ha ganado a pulso el respeto y la admiración de toda persona democrática, abierta y progresista y, por supuesto, de izquierda.

La primera, la del gobierno que, según costumbre, que le viene de su origen franquista, negó y niega que ese referéndum (sí, el mismo que puede verse en el vídeo, uno de los cientos, miles de testimonios de esta realidad) hubiera tenido lugar. Que no existió, vamos. Al margen de que eso le obliga a desmentir también al Colegio de Médicos que certificó la cantidad de más de 1.000 heridos/as por las cargas policiales, deja en muy mal lugar a los policías y los militares de la Guardia Civil que, al parecer, no estuvieron en donde estuvieron, ni apalearon a la gente que apalearon. 
Coincidente al milímetro con la posición del gobierno, dos días después, el Rey de España, rompiendo toda prudencia, largó un sermón amanezador contra la Generalitat y trató a los independentistas de delincuentes lo cual, por supuesto, animó a que unos días más tarde, sus fieles seguidores fascistas, nazis y demás bazofia de la extrema derecha, salieran a la calle a abrir cabezas de demócratas. Por supuesto, de sus labios no pronunciaron ni una palabra de consuelo para los 1.000 heridos. Será justo que este servidor del PP abandone un trono para el que nadie lo ha elegido, igual que su partido abandonará el gobierno.

La segunda reacción de rechazo y negación es la de esa sediciente izquierda que niega el carácter revolucionario de este movimiento independentista profundamente original y popular. Es la izquierda seudorrevolucionaria estilo Podemos para la que esta revolución es un producto de la corrupción de la burguesía catalana del 3%. No es, en su opinión, una revolución porque no pueden manipularla ni dirigirla ni, en el fondo, la entienden.

La otra izquierda, la socialdemócrata, para ocultar su política de sumisión a la derecha franquista del PP, cuya política de represión salvaje apoya, se aferra a un dogma tan falso como antiguo a base de sostener histéricamente que un movimiento nacionalista "no puede ser de izquierda" porque la izquierda es internacionalista. Algo obviamente falso. 
Basta recordar la votación de los socialistas franceses y alemanes en favor de sus burguesías en 1914 con la que empezó la Iª Guerra Mundial o la actiutud del socialista francés Léon Blum abandonando a la República española frente a Franco en 1937, o la del socialista también francés Guy Mollet masacrando a los argelinos en 1956, etc. En cuanto a la primera memez, basta con mirar el vídeo de Carlos Urabá y contar cuántos burgueses egoístas había votando en aquel 1º de octubre de 2017 que pasará a la historia.


(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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