Aquí alguien está intuyendo que algo no marcha bien y que están tomándole el pelo. Y es Rajoy. La foto de Público es
llamativa. El rostro ausente de un hombre que trata de componer figura
pero no sabe ni en dónde está. El otro, no; el otro es la imagen misma
de la felicidad, la del que tampoco sabe en dónde se ha metido pero no
le importa.
Mientras le dejen hablar a todas horas, aunque sea diciendo cosas contradictorias, seguirá sonriendo. Involuntariamente, el periódico les echa una mano interpretando piadosamente el retraso en aprobar la terrible maza del 155. No es que lo retrasen porque no saben qué hacer ni por dónde empezar, ¡qué va! Es por la muy humana razón de dar tiempo a Puigdemont a "rectificar".
Mientras le dejen hablar a todas horas, aunque sea diciendo cosas contradictorias, seguirá sonriendo. Involuntariamente, el periódico les echa una mano interpretando piadosamente el retraso en aprobar la terrible maza del 155. No es que lo retrasen porque no saben qué hacer ni por dónde empezar, ¡qué va! Es por la muy humana razón de dar tiempo a Puigdemont a "rectificar".
A
su vez, Puigdemont reitera que, mientras no vea las orejas al 155, no
habrá aprobación de DI pero, si las peludas orejas aparecen, la DI será
proclamada en solemne sesión parlamentaria. Esto quiere decir que la
situación de tablas o stalemate, que dicen los ingleses, tendrá
una duración variable. Hasta dos meses, como apunta una de las numerosas
y enrevesadas explicaciones del MH, lo cual no es muy seguro o hasta
que la troika nacional española (PP, PSOE, C's) decida poner fin, lo
cual aun lo es menos.
O
sea, que podemos estar así una temporada. Y estos retrasos llevan a
situaciones pintorescas: divisiones entre los aliados (el PSOE, muy
asustado, trata de transferir a la política el principio de intervención
mínima de la cirujía o el derecho penal), exageracioness grotescas
berlanguianas (ese delegado del gobierno en Castilla La Mancha que pide
aplicar a su región igualmente el 155, no van a ser el manchegos menos
que los catalanes); o situaciones de política exterior de los tercios de
Flandes (esa carta que un funcionario de exteriores ha enviado al
primer ministro belga amenazándolo por pronunciarse sobre el conflicto
catalán). Es obvio que el retraso deja lamentablemente a la vista las
carencias y vicios de la posición española y ello sobre el trasfondo de
las imágenes de la brutalidad policial. La táctica del pudrimiento de
Rajoy no funciona.
Para evitar este riesgo, El País,
feliz, saca a portada un titular "Rotundo mensaje de Europa a favor de
la España Unida" mensaje que deduce de la siguiente expresión literal de
la UE "Nadie en la UE reconocería la independencia de Cataluña".
El solo hecho de que la posible secesión catalana sea motivo de
consideración (incluso oficioso) ya es suficientemente alarmante. Tal
cosa no se considera de ningún otro país y, por lo demás, el valor de
estas declaraciones es siempre fluctuante y muy relativo. Por ejemplo,
frente a ese enunciado que parece un telón de hierro, surge la pregunta:
¿hasta qué punto tolerarían los Estados que no reconocen la
independencia de Cataluña un tratamiento español de esta de formas
contrarias al Estado de derecho, la democracia, los derechos humanos?
Luego
el punto tranquilizador no está en las declaraciones de terceros sino
en las intenciones, voluntad, determinación y apoyos de la otra parte,
la independentista catalana. Si en Cataluña la sociedad, como parece, se
cierra en desobediencia al gobierno central y este tiene que recurrir
al estado de excepción, ello presionará mucho sobre el ánimo europeo.
Imagínese que se encierra al govern en prisión (y ello si se
puede pacíficamente en vista del posible enfrentamiento entre cuerpos
armados), ¿cuánto tiempo puede sostenerse una situación así en Europa? O
peor, se cierra el Parlament y la autoridad la ejerce el delegado del
gobierno o una autoridad militar, por supuesto.
La
siguiente pregunta es: ¿estamos hablando en serio? Precisamente por
eso, porque no podemos estar hablando en serio, los dirigentes de los
dos partidos dinásticos han retrasado la decisión, sabia y
caritativamente, para dar tiempo a Puigdemont a rectificar. No porque no
tengan ni idea de cómo convencerlo para que rectifique con razones
comedidas y corteses Quieren librarlo de la terrible culpabilidad y
responsabilidad de morir machacado por ellos mismos.
Y eso, contando con que puedan.
Carlos de Urabá ha hecho un vídeo
fantástico -como siempre- sobre la jornada del 1/10 cuando la gente en
Cataluña salió a votar en referéndum pacífico en contra de la
prohibición expresa del gobierno y las cargas vandálicas de la policía
nacional y la fuerza militar de la Guardia Civil. Colas de gente, horas y
horas, esperando para votar con mal tiempo, con incomodidad y teniendo
que defender los colegios electorales frente a la barbarie policial.
Era
la respuesta de un gobierno histérico que había hecho todo lo posible
por impedir los preparativos (y había fracasado), por convencer a la
gente de que el referéndum era ilegal y que se quedara en su casa (y
también había fracasado), por mandar a sus fuerzas armadas a apalear a
los ciudadanos (e igualmente había fracasado) y hubo de contemplar,
rabioso e impotente, cómo los centros cerrados reabrían, las urnas
secuestradas reaparecían y, al final de la jornada, habían votado más de
2.200.000 catalanes; en realidad, casi tres millones si contabilizamos
las 770.000 papeletas que la policía confiscó a porrazos.
Este
hecho incuestionable y sin precedentes de millones de personas de todas
las edades y condiciones yendo a votar pacífica y democráticamente
frente a un Estado todopoderoso que pretendía impedirlo por la fuerza
bruta fue narrado al mundo por cerca de 1.500 periodistas
internacionales, entre ellos, Carlos. Sus crónicas tuvieron un impacto
mucho mayor cuando ese mundo pudo ver las terribles escenas de
brutalidad policial contra gente pacífica e indefensa.
Cataluña se había
puesto a la vanguardia del nuevo tipo de revolución popular, masiva,
organizada a través de las redes bajo la forma de las multitudes
inteligentes. Y con ello dejó al desnudo la superchería de un régimen
oligárquico, seudodemocrático y tiránico que, además, está corrompido
hasta la médula.
Dos
reacciones contrarias ha tenido este acontecimiento insólito, que ya
está en la historia como el episodio inicial de un pueblo que se ha
ganado a pulso el respeto y la admiración de toda persona democrática,
abierta y progresista y, por supuesto, de izquierda.
La
primera, la del gobierno que, según costumbre, que le viene de su
origen franquista, negó y niega que ese referéndum (sí, el mismo que
puede verse en el vídeo, uno de los cientos, miles de testimonios de
esta realidad) hubiera tenido lugar. Que no existió, vamos. Al margen de
que eso le obliga a desmentir también al Colegio de Médicos que
certificó la cantidad de más de 1.000 heridos/as por las cargas
policiales, deja en muy mal lugar a los policías y los militares de la
Guardia Civil que, al parecer, no estuvieron en donde estuvieron, ni
apalearon a la gente que apalearon.
Coincidente al milímetro con la
posición del gobierno, dos días después, el Rey de España, rompiendo
toda prudencia, largó un sermón amanezador contra la Generalitat y trató
a los independentistas de delincuentes lo cual, por supuesto, animó a
que unos días más tarde, sus fieles seguidores fascistas, nazis y demás
bazofia de la extrema derecha, salieran a la calle a abrir cabezas de
demócratas. Por supuesto, de sus labios no pronunciaron ni una palabra
de consuelo para los 1.000 heridos. Será justo que este servidor del PP
abandone un trono para el que nadie lo ha elegido, igual que su partido
abandonará el gobierno.
La
segunda reacción de rechazo y negación es la de esa sediciente
izquierda que niega el carácter revolucionario de este movimiento
independentista profundamente original y popular. Es la izquierda
seudorrevolucionaria estilo Podemos para la que esta revolución es un
producto de la corrupción de la burguesía catalana del 3%. No es, en su
opinión, una revolución porque no pueden manipularla ni dirigirla ni,
en el fondo, la entienden.
La
otra izquierda, la socialdemócrata, para ocultar su política de
sumisión a la derecha franquista del PP, cuya política de represión
salvaje apoya, se aferra a un dogma tan falso como antiguo a base de
sostener histéricamente que un movimiento nacionalista "no puede ser de
izquierda" porque la izquierda es internacionalista. Algo obviamente
falso.
Basta recordar la votación de los socialistas franceses y
alemanes en favor de sus burguesías en 1914 con la que empezó la Iª
Guerra Mundial o la actiutud del socialista francés Léon Blum
abandonando a la República española frente a Franco en 1937, o la del
socialista también francés Guy Mollet masacrando a los argelinos en
1956, etc. En cuanto a la primera memez, basta con mirar el vídeo de
Carlos Urabá y contar cuántos burgueses egoístas había votando en aquel
1º de octubre de 2017 que pasará a la historia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario