viernes, 20 de octubre de 2017

Rajoy paraliza el intento de Puigdemont de obtener apoyo internacional / José Hervás *

Entre las crí­ticas más ge­ne­ra­li­zadas a la ac­ción del Gobierno frente a la crisis ca­ta­lana está su inac­ción en el ám­bito in­ter­na­cio­nal. Políticos, pro­fe­sio­nales y pe­rio­distas re­pro­chan a la es­casa ac­tua­ción del ser­vicio ex­te­rior, de las em­ba­ja­das, de los di­plo­má­ti­cos, el éxito que han con­se­guido los in­de­pen­den­tistas en al­gunos de los grandes me­dios de co­mu­ni­ca­ción in­ter­na­cio­nales y en sus lec­to­res. 

En cambio, en esta ocasión el éxito del presidente del Gobierno ha sido incontestable. Falta le hace a la economía española.

El negro panorama sobre la desaceleración de la economía española que ha presentado la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), si continúa la crisis por un período prolongado de tiempo, supone una advertencia muy autorizada sobre la necesidad urgente de empezar a actuar sin demorar más las decisiones.

Con ocasión de la presentación de los resultados trimestrales de la banca llegará la oportunidad de cuantificar como está sufriendo el sector las consecuencias de la crisis catalana. La propuesta de los nacionalistas de retirar los depósitos de las principales entidades afincadas en Cataluña puede provocar una crisis de liquidez y de confianza que se debe despreciar.

El apoyo de los grandes líderes de la Unión Europea debe servir de estímulo para que el Gobierno recupere la iniciativa respecto de la solución para este problema. Habrá que analizar también los fracasos sufridos. Empezando por el de la comunicación. El Gobierno debe admitir que en este terreno ha sufrido importantes fracasos.

En las últimas semanas se ha tratado de explicar el fracaso de la política de comunicación con los medios internacionales por la falta de presupuesto que tendría el Ejecutivo. Destacados profesionales transmiten la idea de que el Ejecutivo no habría podido contratar grandes agencias de comunicación porque no existen recursos para ello.

Estas mismas fuentes contraponen a su vez la gran cantidad de medios de los que ha dispuesto la Generalitat para difundir sus equívocos y mentiras en los que se ha basado para defender y celebrar el ilegal referendo de independencia.

De ser esto así debería conducir a un replanteamiento de la actual política de contratación de los servicios públicos para la difusión de la verdadera imagen del país. Acudir a la utilización de los fondos reservados, como proponen desde ámbitos profesionales y políticos, abriría la puerta a pensar que estamos defendiendo una democracia vergonzosa. Y no es el caso.

Una muestra clara de que se puede actuar de otra forma ha sido lo sucedido este jueves en Bruselas. Los presidentes de la Comisión el Consejo y el Parlamento Europeo han dado su apoyo claro a las tesis del Gobierno de no permitir un referéndum ilegal. Lo han hecho también explícitamente los líderes de Francia, Alemania, Holanda y Luxemburgo, por citar solamente los que se han manifestado más explícitamente sobre la cuestión catalana, pese a que no estaba en la agenda del Consejo. Puede decirse que el éxito ha sido rotundo.

En esta ocasión los independentistas catalanes solo han contado con un apoyo matizado por parte del primer ministro belga, Charles Michel quien sigue manteniendo una posición similar a la que defendió hace días cuando confesó que si fracasaba el diálogo en Cataluña, cabría plantearse una mediación internacional.

No debe extrañar esta propuesta viniendo del primer ministro de un país, como Bélgica, con tres comunidades que son incapaces de romper las barreras culturales que han venido construyendo desde hace más de medio siglo, pero ahí siguen ellos bajo la misma bandera.

Lo que ha molestado más al presidente del Ejecutivo español, y así lo ha dejado entender con el frío trato que ha mantenido durante la celebración del Consejo con el primer ministro belga, ha sido la condena sin matices que ha realizado Michel de la violencia, en referencia directa a la actuación de la Policía Nacional para tratar de impedir la votación el día del referéndum. NI una palabra contra las ilegalidades cometidas por la Generalitat y la presidenta del Parlament.

El Gobierno, pese a que dice que no hay ningún problema con Bélgica por este asunto, hubiera preferido que su primer ministro Charles Michel hubiera enfatizado la necesidad de volver a la normalidad constitucional como condición previa para iniciar el diálogo sobre las futuras relaciones entre el Estado y las autonomías.

El éxito de comunicación del presidente del Gobierno en esta ocasión, no debe hacer olvidar que queda un trabajo hercúleo por delante. Si la Generalitat no revierte la situación creada con la abolición de hecho de la Constitución y del propio Estatuto de Autonomía, la aplicación de las medidas que permite el artículo 155 de la Constitución no lo arregla todo.

El primer paso lo tiene que dar la Generalitat volviendo a la legalidad previa al 6 y 7 de septiembre días en los que el Parlament aprobó las leyes de referéndum y de transitoriedad a la República Catalana.

Pero el Gobierno también tiene que desplegar una oferta de posibilidades que hasta ahora no ha hecho. Cataluña sabe que no cuenta con apoyo nacional ni internacional. Pese a la gravedad de la situación todavía no hay daños que sean irreversibles. Pero de continuar la tensión no se puede descartar ningún daño, incluso los mayores de pérdida de vidas.



(*) Periodista

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