lunes, 16 de octubre de 2017

Los caballeros que dicen "ni" / Ramón Cotarelo *

Galicia arde por los cuatro costados. Imágenes tremendas. Tres muertos por ahora. Dos desaparecidos. La gente haciendo cadenas humanas con cubos de agua para atajar las llamas que todo lo devoran y llenan de humo y hacen irrespirable hasta el aire dentro de las casas, en Vigo, por ejemplo. Una tragedia impresionante. 

Se habla de cien focos vivos y, al parecer, intencionados. De momento no cabe si no pensar en cómo acometer esta gigantesca desgracia, cómo evitar males mayores y remediar los acaecidos, auxiliar, ayudar. Y, ya se sabe, o pobo na rúa, trabajando sin medios y a la desesperada.

Es la Galicia de Rajoy, del Prestige, de Fraga y Feijóo, la Galicia del PP, de los caciques y la corrupción. Pasado el primer momento del desastre hay que exigir responsabilidades a unos gobernantes que no merecen nombre de tales.

En cuanto al tema del día, Cataluña, el otro incendio del gobierno en la otra punta, Rajoy debería estar mosca. Por mucho que se sulfure y emita requisitorias con exigencia de respuesta breve y en plazo, da la impresión de que en la otra parte no lo toman muy en serio. Y nada hay que enfurezca más a un matachín que se lo tomen a guasa. Irá a más la fumarola jupiterina y a más también la ironía en la respuesta hasta llegar al sarcasmo. ¿"Sí" o "no"? inquiere olímpico y amenazador el señor de La Moncloa y manda a alguno de sus correveidiles a precisar en los medios que solo se espera eso, un "sí" o un "no" escuetos, y que cualquier otra forma no se aceptará. O sea, facilitando las cosas.

Harto está uno de señalar la inepitud de esta fórmula. Y como los que la emplean no atienden a la razón lógica de que, siendo el "sí" y el "no" iguales en cuanto a los efectos, no hay dos opciones sino una sola, "sí", echamos mano a los Monty Python y sus caballeros que dicen "ní". Lo único que estos caballeros no pueden escuchar es "no". El "no" no es una opción, por mucho que el PSOE tenga preparada una ilusoria comisión de reforma constitucional en un incierto futuro y a la que ERC ya ha anunciado su inasistencia.

¿Lo entiende la alianza patriótica española? La respuesta al ultimátum del gobierno solo puede ser un "sí" lacónico o conceptista o un "sí" historiado y culterano. Tras el primer "sí", el conciso, hay otros tres días de espera en tanto el govern explica qué medidas piensa tomar para retornar a la legalidad. Son ganas de esperar pues es obvio que la Generalitat no tomará ninguna medida dado que es ella misma la supuesta rompedora de esa legalidad.

En el caso de que la respuesta sea el segundo "sí", pero con una nueva suspensión con oferta de diálogo, el gobierno puede hacer dos cosas: tomarla como un "sí" lacónico ignorando la oferta, en cuyo caso volvemos al primer supuesto, o bien seguir haciendo el ridículo. Al no ajustarse la respuesta al nudo "sí" y no aceptarla el gobierno este la dará por no formulada, según inveterada costumbre de no dar por real lo que no le gusta. 

Este conflicto está lleno de no-realidades; es el conflicto del no-referéndum, la no-DI y ahora, la no-respuesta. Ya puede Puigdemont mandar su oferta de nueva suspensión y diálogo por burofax. La Moncloa la dará por no recibida. "Esa respuesta de la que usted me habla no se ha dado y por tanto, yo lo que no puedo hacer es tomar medidas sobre algo que no se ha producido. El señor Puigdemont no ha contestado a la requisitoria en forma de ultimátum que nos vimos obligados a enviarle. A partir de ahí, ya tal."

He aquí lo que los linces del gobierno no habían previsto: ¿qué sucede si le Generalitat no contesta o contesta de forma inaceptable? Habrá que aplicar sin más espera el 155, cosa que nadie quiere salvo Rivera, según dice Sánchez. Quizá a algún cerebro de La Moncloa se le ocurra aprovechar los tres días inútiles de plazo que hay renovando la requisitoria: "La respuesta no vale. Envíenla de nuevo". Claro que ahí pueden encontrarse como los caballeros de Arturo, cuando llevaron el acuerdo del primer "ní" y se encontraron que ahora los del "ní" decían "Ekke, Ekke, Ekke, Ptang, Zoo-Boing", algo que los de Arturo ya no podían soportar.

La revolución catalana está en plena creatividad. A la sobrada que ha demostrado la gente durante la hoja de ruta y las organizaciones políticas y sociales trabajando al unísono, se une una habilidad política casi florentina en unos dirigentes que los nacional-españoles tienden a menospreciar con un orgullo nacido en la ignorancia. El govern es mucho govern para el gobierno, acostumbrado al ordeno y mando y aquí no hay nada que negociar. Sea lo que sea lo que el govern responda hoy, la decisión -y la responsabilidad- de iniciar la represión será del gobierno de España. 

Y con toda Europa mirando, cosa que saca de quicio a Rajoy quien se queja de que la prensa internacional refleja el conflicto con visión pro-catalana y sostiene que quien quiera estar bien informado lea prensa española, esa que, según el estudio Reuter de la Universidad de Oxford, es la menos creíble de Europa. Igualito que su ejemplo y referente Franco: menos viajar y más leer el Informaciones.

El control de la realidad

El "mandato" de que habla El confidencial parece claro. Coincide con el espíritu de la calle, con la posición de la CUP y otras organizaciones. Y coincide asimismo con el ánimo del que hasta la fecha ha dado pruebas Puigdemont. El autoritario ultimátum del gobierno tendrá la única respuesta posible: Cataluña se declara República independiente y avisa a Rajoy de que sus requerimientos no tienen efecto en un país extranjero.

Esto es lo que los teóricos de las revoluciones llaman “quemar etapas”. En definitiva, una rebelión institucional que sus más enconados adversarios consideran un “golpe de Estado”, al frente de una sociedad catalana en generalizada actitud de desobediencia. Obviamente, quienes ven en el conflicto un puro asunto de orden público y de necesidad de imponer la ley coactivamente se reafirman en sus posiciones de intransigencia. Se dice incluso que no es preciso esperar al agotamiento del segundo plazo. Con la proclamación de la República ya hay base suficiente para proceder contra la Generalitat por todos los medios, empezando por la suspensión de la autonomía.

Al menos, en lo que cree el fiscal Maza, para quien el 155 faculta para sustituir las instituciones de autogobierno de la Generalitat. Se entiende que, de ser necesario, por la fuerza. ¿Cuánta? La que haga falta. Si la ocupación del Principado por la policía y la fuerza militar de la Guardia Civil no fuera suficiente, en reserva se encuentra el ejercito. Que Cospedal informe de que “casi seguro” no se emplearán las Fuerzas Armadas en Cataluña ya pone sobre aviso de que piensan en lo contrario. 
 
Trátase de un ejército que no ha ganado una sola guerra internacional en más de 300 años pero sí ha intervenido sistemáticamente en la política del país siempre en auxilio de los mismos y contra su propio pueblo, al que ha llegado a masacrar en alguna ocasión. Cosa de seguir con la tradición aunque ahora, muy probablemente, no pueda. La pertenencia a la UE y a la OTAN tiene sus contrapartidas.

Quizá sea llegado el momento de pedir al PSOE que recapacite en dónde está metiéndose al apoyar una política de represión policial y militar de una reivindicación política con un enorme apoyo social en Cataluña. O puede que aún sea temprano y este partido esté dispuesto a justificar ante el mundo un estado de excepción en el Principado, la supresión del Parlament y el encarcelamiento del gobierno.

Porque esta es la fuerza, la violencia que será preciso desplegar para atajar el funcionamiento de la República Catalana, para hacer realidad el juicio del gobierno de que la DI carece de efectos jurídicos y, por lo tanto, la República Catalana no existe. Nada nuevo. Corresponde con la actitud mágica y supersticiosa de negar la existencia de lo que incomoda. 
 
Es el mismo gobierno que negó que fuera a celebrarse un referéndum y niega hoy que se haya celebrado porque tiene un grave problema de percepción de la realidad. Que fuera preciso un brutal asalto policial a Cataluña, con 900 heridos y la aplicación de hecho del estado de excepción no es asunto que preocupe a los gobernantes. El referéndum no ha existido; los policías, tampoco; los heridos, menos. Negar la realidad es no poder  controlarla

Para muchos –probablemente casi todos- los analistas, la proclamación de la República es un acto sin consecuencias por ser ultra vires ya que, al no ser Cataluña soberana, no puede cambiar su estatus jurídico-político por su cuenta. Por lo tanto, no es preciso negar la existencia de la República Catalana. La Republica Catalana no existe, por mucho que insista en su soberanía que el Estado niega. Salvo que, por ejemplo, la reconozca algún otro Estado con el que España probablemente romperá las relaciones diplomáticas.

La inexistente República Catalana solemnemente proclamada en condiciones revolucionarias será fuente de todo tipo de disgustos para el Estado español, que está obligado a suprimirla. Aquí cabe plantear la cuestión de que, si para borrar de la realidad de un referéndum de 2.220.000 votantes (y sin conseguirlo) han sido necesarios 10.000 policías y guardias civiles, unos barcos, 900 heridos y cuantiosos daños materiales en escuelas, centros deportivos, etc., ¿qué será preciso para ocultar, suprimir, la República Catalana? 

Podemos dejar rienda suelta a la fantasía e imaginarnos escenarios de toque de queda en Barcelona, pero lo cierto es que, llegados a este punto de confrontación, la situación ya no es sostenible para el gobierno y mucho menos lo será si incrementa su actividad represiva en una sociedad que se ha declarado en desobediencia no solo frente al gobierno sino frente al Estado.

Porque es una revolución.  
 
 
Otra vez el juego de la gallina
 
El consabido juego del gallina: el primero que se aparta, pierde. Es un juego a vida o muerte de uno o los dos jugadores. Llevar el conflicto a este extremo revela otra vez la incompetencia del gobierno, aferrado de modo rígido al dogma de la obediencia a la ley. Ese dogmatismo de la ley carece de toda autoridad porque se trata de la más palmaria ley del embudo. El gobierno se salta la ley de modo sistemático y carece de autoridad para exigir a otros su cumplimiento.
 
Eso es de dominio común, así que tras hablar de pasada de la ley, el bloque tripartito nacional-español apoya como un solo hombre una medida política autoritaria, un ultimátum que no solamente ignora la oferta de diálogo de la Generalitat sino que conmina a esta a deponer su actitud y sus pretensiones de grado o por la fuerza. Esa fuerza que quienes están dispuestos a pasar por encima de la voluntad de la mayoría social catalana llaman “violencia legítima” del Estado. 

Incidentalmente, la autoridad ya ha hecho un ensayo general de aplicación de la violencia “legítima” en la brutalidad de las cargas policiales del 1/10. Esas cargas han sido inhumanas y, por tales, solo cabe condenarlas. No hacerlo equivale a darlas por buenas, siendo así que dejan reducida la autoridad moral del gobierno a cero y la de la oposición a menos de cero.

La izquierda apoya este dislate sin pararse por un momento a pensar si calibra bien el respaldo social al independentismo y el atractivo de su oferta alternativa. Esperar que los indepes renuncien a Itaca en espera de una reforma constitucional que los medios pregonan como la panacea, muy sabedores de que es un enunciado vacío, es esperar el Santo Advenimiento. Es lo que hacen muchos socialistas. En sentido literal. 

Habiendo llegado hasta aquí y habiéndose demostrado fehacientemente que el gobierno no está interesado en diálogo alguno si no es previa rendición incondicional de la Generalitat, esta no tiene otra salida airosa que reafirmar la DI y proclamar la República Catalana. La alternativa es la renuncia y, aunque el gobierno y sus aliados PSOE y C’s lo ignoren, sería mucho peor acogida por la ciudadanía que la afirmación de la independencia.

Esto abre una etapa de incertidumbre sobre si el Estado consigue disciplinar a Cataluña, cosa harto improbable y si la sociedad catalana articula una política de resistencia cosa más verosímil. La  incertidumbre alimentará ataques especulativos España y obligará a la UE a mediar antes de que estalle una deuda ya impagable. L
 
a razón aconsejaría que el Parlamento solicitase una moratoria en tanto se procede a licenciar al presidente de los sobresueldos y se arma un gobierno capaz de negociar. Yo no confiaría en el otorgamiento de esa moratoria e iría concienciando al gobierno de que la negociación habrá de ser de igual a igual. 

A la fuerza tendrán que acabar entrando en el siglo XXI los políticos españoles.
 
 ¡Ah, la modernidad!

El mero hecho de que esto sea motivo de titular en portada del periódico dice mucho sobre la implantación de lo digital en la vida de la gente. Pues sí, el independentismo catalán se ha articulado en gran medida en la red. Podría hablarse de un e-gobierno en la sombra, un shadow e-cabinet, para dar mayor fuerza a la opinión de Palinuro de que en España la verdadera oposición es Cataluña. Pero no lo es solo en el orden institucional; lo es también en el social. El grado de movilización del independentismo catalán es infinitamente superior al del unionismo y, en general, el nacionalismo español. 
 
En los últimos días han florecido las rojigualdas en ventanas y balcones, pulseras y vehículos, pero es un gesto espontáneo, desestructurado, movido por los medios de comunicación, singularmente la TV. No hay una red de voluntarios/as trabajando activamente todo el año, en todas las clases sociales, para adelantar su reivindicación y organizar los actos colectivos.

Todo eso se hace fundamentalmente en la red. La Revolución catalana se caracteriza por una acción colectiva de ciberpolítica. La presencia del independentismo en las redes es abrumadora. Y es congruente con ello que sus instituciones funcionen igualmente en lo digital. Es más, la ciudadanía está acostumbrada a interactuar entre sí, pero también con sus instituciones a través de las redes. 

Qué manía la de estos catalanes de andar siempre en vanguardia. Así no hay manera de encajarlos en el conjunto de una nación que celebra su aniversario haciendo desfilar una cabra.  
 
En efecto, el gran escollo ante la nación española es la nación catalana, obstinada en ser reconocida como tal con su derecho a la independencia. 

Los hechos conocidos hasta el momento son claros. Hay un ultimátum del gobierno a la Generalitat para que se ajuste a la legalidad so pena de aplicación del 155 que, paradójicamente, ya está aplicado de hecho y de derecho, desde el punto en que el ultimátum equivale al requerimiento que él mismo exige. Otra cosa son los conciliábulos generalizados y la oleada de bulos que ha invadido las redes y hasta los periódicos digitales. 

El gobierno ha cortado en seco el saque de Puigdemont que abría un plazo para el acuerdo y la mediación. No hay diálogo y el plazo se acorta a cinco y ocho días. Visto lo cual, tampoco parece necesario que la Generalitat los consuma. Es una decisión muy simple, "sí, hay una DI" o "no hay una DI" y la consecuencia será la misma; fracaso de la hoja de ruta. No hay independencia. 

Está claro que el gobierno no quiere solución negociada alguna, sino el sometimiento de la Generalitat sin condiciones, cosa impensable. El planteamiento del ultimátum solo tiene como respuesta la reactivación de la DI y la proclamación de la República Catalana. A no ser que el PP girara a admitir la posibilidad de una negociación, está abocado a materializar el 155 e intensificar la represión. Es decir, entra en un terreno muy rebaladizo y peligroso de inestabilidad política que repercutirá de inmediato en la deuda y las relaciones de España con los mercados financieros. 

Así las cosas, y con el pronunciamiento del Consejo de Europa en favor de la negociación y la condena de la violencia policial, Europa estará muy atenta a los siguientes pasos de Rajoy en Cataluña. A diferencia del Consejo de Europa, la UE se ha decantado por apoyar al Estado y sugerir que el conflicto se resuelva "dentro de la Constitución". Naturalmente, ¿qué va a decir? ¿Que se resuelva fuera o en contra de la Constitución? Pero, al mismo tiempo, seguirá de cerca los acontecimientos. Una segunda oleada de brutalidad policial en Cataluña -en razón de una posible huelga general- no será tolerada en Europa.

Y luego está el movimiento independentista en sí. No sé para qué estamos pagando unos centros de información, inteligencia, espionaje que son incapaces de detectar una organización clandestina que ha organizado un referéndum en el que han votado 2.200.000 personas (más otros 750.000 cuyos votos secuestró la policía) a pesar de la brutalidad con que se pretendió impedirlo. Y no solo incapaces de detectarlo también de comprenderlo una vez se ha manifestado. No comprenden el espíritu de una red de resistencia. 

El caso del gobierno es peor ya que aun comprende menos aquello a lo que se enfrenta, pues sigue negando que hubiera referéndum y, por tanto, organización social alguna que lo hiciera posible. No reconoce la extensión y profundidad del movimiento social. Al contrario sostiene que el independentismo es cosa de cuatro lunáticos empeñados en romper la unidad de España en contra de la voluntad de una "mayoría silenciosa" que se ha inventado. 

Cuando Rajoy, el de los sobresueldos, reconozca el error de enfocar la cuestión como una de orden público (policía, jueces y cárceles) ya tendrá la mediación encima. Una mediación que le obligará a comerse sus palabras de que la nación española es indiscutible e indiscutida.
 
La libertad catalana
 
La velocidad de la revolución catalana es tal que apenas hay tiempo de valorar los resultados de una decisión cuando se imponen otros nuevos. He aquí un artículo de Palinuro publicado el martes, 10 de octubre en el diario vasco Berria. Se escribió el 9 y se titula España sin salida. Es, pues, un día anterior al climax de la DI catalana del martes y dos al del anticlimax del cierre parlamentario del bloque dinástico PP-PSOE-C's. Esperanza/ilusión y desesperanza/frustración en veinticuatro horas. El ánimo humano es así. Pero no cabe desfallecer. Nadie dijo que una revolución de nuevo tipo fuera fácil frente a esta Bastilla de la oligarquía dinástica tradicional a la que se ha cooptado al PSOE, beneficiario asimismo de esta ridícula restauración nacionalcatólica que tiene parasitado y paralizado al país.

La mayoría parlamentaria franquista (PP, PSOE y C's) cree haber conjurado el peligro de la secesión catalana con el típico (y único) argumento español: por c.... Sintiendo algún lejano escrúpulo de su olvidado pasado de izquierda, el PSOE cree acallarlo por boca de su SG recurriendo al repugnante pretexto machista de culpar a la víctima con el "no me obligues a matarte". Quizá algún día esta gente llegue a ver qué bajo ha caído en punto a moral y respeto por los derechos humanos, pero no es asunto nuestro. Ellos verán hasta dónde alcanzan en su complicidad con el fascismo.

La revolución sigue y, llegados a este momento, merece la pena recordar las razones por las que, según Heródoto, los atenienses se enfrentarán al poderoso ejército de Jerjes, rey de reyes, en defensa de la libertad:  "no retroceder nunca en la batalla, sean cuales sean las circunstancias, permanecer siempre en su puesto y vencer o morir". 

Sigue el texto del artículo :

ESPAÑA, SIN SALIDA
                                                                                                         
El 1-0 abrió una cuenta nueva en el contencioso Cataluña-España. A pesar de la brutalidad de la policía y del cuerpo paramilitar de la Guardia Civil, más de dos millones doscientos mil electores votaron, en condiciones muy difíciles, arrostrando con valentía todo tipo de amenazas, violencia y represión. Esta circunstancia da al referéndum catalán un valor moral y una importancia política que nadie se atreve a ignorar, tanto en el Estado español como en el extranjero.

Excepto Rajoy y sus ministros, que se obstinan en negar, no ya la validez del referéndum, sino su mera existencia material. Una actitud tan absurda parece difícil de entender salvo si se recuerda que les va en ella la continuidad en el cargo. Si reconocieran que el referéndum se celebró, a pesar de haber asegurado rotundamente que no tendría lugar y que lo impedirían a toda costa, alguno de ellos, con algún tipo de escrúpulo, se consideraría obligado a dimitir. No así Rajoy o Sáiz de Santmaria, que solo dimitirán cuando los encierren en Soto del Real.

No obstante, temeroso el gobierno de que la mera negativa del referéndum no fuera suficiente para ocultarlo y engañar a los medios internacionales al tiempo que se manipula a los españoles, decidió sacar al Rey a hacerle parte del trabajo sucio. Ningún gobierno de España se había atrevido a escudarse detrás del Monarca para blanquear sus fechorías (las del gobierno). La comparecencia de Juan Carlos I a raíz del golpe de Estado de 1981 fue decisión personal suya pues las autoridades y parlamentarios estaban todos secuestrados. Lo mismo, en el fondo, ha sucedido ahora ya que, a pesar de todo, Felipe VI pudo haberse negado a secundar la política del gobierno más corrupto, incompetente y franquista de la historia de la transición.

Pero no lo hizo. Al contrario, con gesto hosco y amenazador, suscribió el planteamiento ultraderechista del gobierno, sirvió de pobre mensajero de las hipócritas ofertas de entendimiento de los franquistas, ignoró por entero la violencia infligida en Cataluña por su policía y su guardia civil, no se interesó por las víctimas y vino a dar luz verde para la intensificación de la represión en el Principado. Todo un programa de dislates que deslegitiman la pretensión del Rey de hacerse pasar por un monarca parlamentario y democrático en lugar de un guiñol franquista de tercera generación.

La III Restauración borbónica se cierra sobre sí misma y, al hacer frente al independentismo catalán muestra la verdadera naturaleza del sistema político de la Constitución de 1978. El crescendo fascista de las declaraciones nacionalespañolas de los dirigentes del PSOE (González pide aplicar el art. 155; Guerra, enviar el ejército; Mª Antonia Trujillo, ser ella misma tropa invasora; Ibarra, formar piña con el PP, Rubalcaba aplicar la Ley de Seguridad Nacional) no deja lugar a dudas del apoyo socialista a la involución del PP. 
 
Se añade la virulencia de Ciudadanos en el Santiago y cierra España y la ambigüedad de Podemos y confluencias, que apoyan un referéndum pactado sabiendo de sobra que el nacionalismo español jamás lo aceptará, pero negando respaldo a un referéndum no pactado, pues su apoyo al derecho de autodeterminación acaba en el umbral de la vigente Constitución española. Todo lo cual permite hablar de un proceso acelerado de fascistización del Estado al enfrentarse con el independentismo catalán. 
 
El PP gobierna por decreto, ignora el Parlamento, tiene a los jueces y los medios de comunicación a su servicio y, si convocara elecciones generales, como le piden muchos, seguramente arrasaría porque ha conseguido ocultar su carácter franquista, ladrón y corrupto bajo la bandera monárquica.

En vista de las circunstancias, no basta con las víctimas del 1 de octubre. El Estado juega con la idea de incrementar la represión con motivo de la DUI. Pero seguramente no podrá emplearla a causa de las presiones europeas. España está a un paso de que alguien invoque la doctrina del derecho de injerencia humanitaria en protección de los ciudadanos frente a la barbarie de un gobierno tiránico.
 
Para evitar esta negra perspectiva, el mismo Estado que negó y niega que hubiera un referéndum el 1-0 está ahora empeñado en negar que vaya a haber una DUI. Como es poco probable que, para impedirla, vuelva a enviar a los paramilitares de la Guardia Civil y los antidisturbios, tendrá que encajar su proclamación pero, como suele hacer, negará que tenga efecto jurídico alguno y, entre tanto, seguirá intensificando la represión, hasta el punto, probable, de encarcelar al gobierno de la Generalitat.

En ese momento, la comunidad internacional impondrá una mediación por las urgencias de la estabilidad económica del reino. La mediación obligará a un referéndum pactado. Y el referéndum pactado (y vinculante) arrojará un sí a la independencia, producido por la manifiesta incompetencia del gobierno y la catalanofobia de su partido y los medios de comunicación.

Y, cuando los nacionalistas españoles que acuden a manifestaciones convocadas por asociaciones neofranquistas como DENAES o VOX o la Societat Civil Catalana quieran darse cuenta, los catalanes serán independientes. 

Morir matando

El enfrentamiento se agudiza e intensifica. El PSOE ha sido engullido en la espiral patriótica de la derecha. A extremos vergonzosos, como ese alcalde de Valladolid que ha dejado sin calle a Rigoberta Menchú por tres tuits criticando la represión en Cataluña. Estos socialistas son muy modernos, están en internet, pero su mentalidad sigue anclada en algún tiempo anterior. Seguramente el del juez que procesó a unos titiriteros.

Se ha formado un gobierno de unión nacional, un tripartito con una "derecha" jingoista en C's, una "izquierda" chauvinista en el PSOE y un PP oligárquico de ordeno y mando que aprovecha para presentarse como "centrista". Los tres blanden el 155 como un ultimátum en dos tiempos: el lunes, cuando la Generalitat ha de aclarar si se ha proclamado o no una DI y el jueves siguiente en caso de "sí", para rectificar, esto es, retirar la DI so pena de aplicación del 155. Obsérvese que es un ultimátum sin alternativa porque tanto el "sí" como el "no" tienen el mismo efecto: la derrota. 
 
La diferencia aparente es que un caso lleva directo al 155 y el otro, no. Pero eso es falso porque el gobierno ya procede con un 155 no declarado: la presencia del contingente armado, su desaforada actuación, los buques atracados en puerto, la intervención de las cuentas de la Generalitat entran perfectamente en el elástico concepto de "medidas necesarias" que prevé dicho artículo. Así que la amenaza del ultimátum reside en la legalización de la arbitrariedad gubernativa, porque, obviamente, cada cual interpreta las "medidas necesarias" como le da la gana.

Esa es la respuesta del gobierno y la oposición en el tripartito del "¡a por ellos!" a la DI del Parlament y su periodo de carencia en demanda de diálogo y negociación de igual a igual. A los efectos mediáticos, esto se concreta en la banda de los tres contra el MH. Los aficionados al cine recordarán la escena cumbre de Solo ante el peligro. El resultado solo puede ser uno: responder "sí". Esto deja tres días para proclamar la DI de modo definitivo, sin plazo de espera ya que la otra parte lo ha rechazado.  

Con el ultimátum, el gobiernoposición exige una rendición sin condiciones, algo que el campo independentista no va a aceptar. El gobierno lo sabe y sigue pues su propósito es el de vencer con escarmiento. Para enmascarar o endulzar la amargura que muchos socialistas sentirán respaldando una decisión tan injusta como inútil, hablan de una reforma de la Constitución a la que se ha sumado el PP, como si eso tuviera el más mínimo valor. Realmente, para la izquierda española, Cataluña ha sido una apisonadora. ERC ya ha hecho saber que no participará en ninguna reforma un texto al que no otorga otro valor que el de ser un cerrojo para las aspiraciones del pueblo catalán y, en realidad, de todos los pueblos de España, si las tuvieran.

Esta negativa cerrada a todo diálogo tiene un vicio de salida y otro de llegada. El de salida: al bendecir la aplicación del 155, el PSOE está legalizando la dictadura. La citada provisión de las "medidas necesarias" obviamente dejan al arbitrio del gobierno cuáles puedan ser. De este gobierno, el de la Ley Mordaza y la de Seguridad Nacional. El artículo 155 configura una especie de dictadura constitucional schmittiana. 
 
El de llegada: aun suponiendo que la gestión del 155 no genere crisis y tumultos de variado orden, el final parece ser la convocatoria de elecciones autonómicas. No es de esperar que se preste atención al portavoz Casado y se prohíban los partidos independentistas, aunque, con esta tropa, nunca se sabe. Y, de darse las elecciones y repetir mayoría absoluta independentista en el Parlament, ¿qué proponen los del tripartito patriótico? ¿Repetir este proceso?

¿A qué puede deberse esta obstinación en ir contra una práctica -el referéndum- que tarde o temprano acabará dándose? ¿Por qué empeñarse tan tozudamente en que los catalanes no decidan por sí mismos? Sin duda por adhesión rígida a cuestiones de principios del tipo de "la soberanía no se negocia" dicho por un gobierno que negocia con todo, la salud, la educación, la seguridad, las pensiones, el paro, todo.  

Pero, más importante que eso y algo que determinará la evolución de este conflicto entre la salida y la entrada, es el punto de vista, la convicción con que el gobierno y sus aliados abordan la llamada "cuestión catalana". A la idea de que la política del garrote convence a la gente, los más entendidos cuentan con el efecto de la puta i la Ramoneta y dan por cierto que el movimiento independentista remitirá, que habrá una desmovilización general. Un momento especialmente crítico se avecina también el lunes, cuando están citados en la Audiencia Nacional el Mayor de los Mossos, Trapero y los líderes de Ómnium Cultural (Cuixart) y de la ANC (Sánchez). 
 
Habrá que ver si los interesados abordan la situación en términos estrictamente procesales o si le dan un giro político y cuál sea la actitud del juez. De la que dependerá también la reacción de la calle, pues la ANC y Ómnium son la columna vertebral social del independentismo catalán. Será en esta ocasión o en la siguiente cuando el tripartito vea que está en una vorágine de acción/reacción social muy peligrosa.

La petición de Unidos Podemos de que se renuncie al 155 y el gobierno se vaya si no dialoga es muy sensata pero inviable. Los que incendiaron la pradera en 2006 y 2010 vienen hoy a apagar el fuego con gasolina, apaleando físicamente y humillando moralmente.

¿Qué creen que va a quedar de este sistema cuando comprueben que ya no pueden sojuzgar a Cataluña?
 
Pensad antes de seguir haciendo el ridículo
 
No es costumbre de Palinuro dirigirse a los jefes de los dos partidos dinásticos por considerarlo inútil. Su arrogancia, tan densa como su ignorancia, lo hacen ocioso. Ninguno de los dos escucha nada ni a nadie que no les diga lo que quieren oír. Y, así, de dislate en dislate, han traído al país a una situación francamente hilarante. Reunidos los dos cerebros decidieron pedir aclaraciones al presidente de la Generalitat antes de activar -dicen- el 155. 
 
Una copia servil de la jugada de Puigdemont: me declaro dispuesto a aplicar el 155, pero lo aplazo hasta ver qué es lo que tú has declarado. Puigdemont haría muy bien demorando la respuesta un par de días y remitiendo a los dos lumbreras al diario de sesiones del Parlament. 

La independencia está declarada con un periodo de carencia para ver cuál es la reacción del gobierno y de su trasportín del PSOE. Y vista está: no hay reacción sino nueva amenaza. Amenaza ¿de qué? De aplicar el 155. Por partes: el 155 está ya aplicado sin decirlo; igual que el estado de excepción. Solo les falta también recurrir a ese adefesio que cocinaron a la par Rubalcaba y su cuate Rajoy pomposamente llamado Ley de Seguridad Nacional. 

El gobierno mantiene un contingente de fuerzas de ocupación (llamadas de seguridad, pero dedicadas básicamente a generar inseguridad, tratar de atropellar ciudadanos en las calles como si fueran terroristas y a hacer pintadas en contra de los indepes), tiene intervenida la Hacienda catalana con ese prodigio de la contabilidad que es Montoro, suspendidos o recurridos todos los actos de la Generalitat ante ese Tribunal Constitucional o lo que de él quede, está cerrando todas las páginas web de las organizaciones independentistas y censurando internet como si esto fuera la China. 
 
¿Qué añade a todo esto la declaración formal del 155? Por supuesto, más control, más prohibición, más censura frente a un gobierno que ha mostrado al mundo su voluntad de diálogo y conseguido que el mundo tome nota y observe lo que está pasando en España. 

Para distraer al personal, los dos políticos han decidido "abrir la reforma de la Constitución", como si eso, aparte de ser la habitual mentira dicha ex abundatia cordis, tuviera hoy el menor interés. Una Constitución que está muerta y empieza ya a oler, desde el momento en que su columna vertebral, el Estado autonómico, ha saltado por los aires.

¿El 155? ¿El 116? Apliquen ustedes lo que quieran. Hasta el Fuero Juzgo. Cataluña está fuera de su jurisdicción, off limits y mucho más allá de su capacidad de comprensión. Cataluña no reconoce ni la legitimidad ni la legalidad de sus aspavientos de matachín sin empleo. ¿Pasar el control de los mossos al ministerio del Interior, en donde un rociero ha sustituido a dos psicópatas? Inténtenlo y se llevarán un disgusto. ¿Mandar la Policía Nacional y la paramilitar Guardia Civil a reducir los cuerpos catalanes díscolos? Vean si pueden. ¿Encarcelar a Puigdemont y el govern en pleno? Y ¿cómo lo justifican a los ojos del mundo? Exactamente, ¿cómo explican que detienen ustedes a líderes democráticos, representativos, pacíficos, que ofrecen diálogo y dejan que en las calles campen libremente bandas de criminales fascistas entre los cuales andan de paisano muchos de los suyos?

¿Creen ustedes que el público europeo es tan bobo y fácilmente manipulable como las tribus españolas del "a por ellos"? ¿Que les van a permitir seguir masacrando a la población pacífica, violando sus derechos fundamentales sin intervenir por razones ya claramente humanitarias? ¿Que van a tolerar que vuelvan ustedes a emplear unos militares que llevan más 300 años sin ganar una sola guerra en contra de su propio pueblo?

De la vergüenza que debiera sentir un dirigente de la izquierda apoyando la represión de un gobierno franquista ya no hablamos. Toda la izquierda española ha demostrado lo que es ante la revolución catalana: exactamente, nada. De la que debieran tener los medios supuestamente progres que colaboran al trabajo de mixtificación para seguir sometiendo a un pueblo rebelde, tampoco. 

Pero tengan presente que se trata de eso: de un pueblo rebelde, movilizado, a una con sus instituciones, concienciado y combativo. Después del 1 de octubre vino el 3, con un paro general en Cataluña. Si rechazan ustedes la posibilidad abierta de dialogar y negociar porque, en realidad, viven ustedes en un marasmo de prepotencia e ignorancia e incrementan ustedes el nivel de la represión se encontrarán ustedes con una población unida en la desobediencia y con una huelga general. 

Y todo eso bajo el intenso escrutinio de la comunidad internacional. 
 
El colapso del Estado
 
Apenas terminó Arrimadas (C's) su intervención negando la validez de la declaración de independencia (DI) y pidiendo elecciones autonómicas, intervino Iceta, del PSC. Político experimentado, ducho en lides parlamentarias, pensó derribar el andamiaje de la DI señalando su punto flaco: no había habido DI y, lógicamente, es imposible suspender lo que no se ha declarado. Un punto de vista que compartía mucha gente, tanto partidarios como enemigos de la DI. No había habido DI. La decepción de muchos indepes se mezclaba con las burlas de las redes, del tenor de "la independencia de Cataluña dura un minuto", que no carece de ingenio.

Momentos más tarde, la versión "negacionista" de la DI zozobraba ante una intervención de Anna Gabriel (CUP), perfectamente sintonizada con Puigdemont. Decía la cupaire que, aunque ellos iban a botar festivamente el buque de la República Catalana, comprendían la prudencia de la prórroga. Los radicales mostrando moderación. Un extraordinario ejemplo de aplicación de la Realpolitik a un objetivo revolucionario, cosa nueva. Admitían la DI diferida y, dado el tirón moral de la CUP, esa aceptación volvía a la DI al mundo de los vivos.

Para mayor desconsuelo de Iceta y los bromistas de Tuiter, la mayoría parlamentaria (CUP incluida) coronaba la "No-Declaración" firmando solemnemente una Declaración de los Representantes de Cataluña que es una una DI de hecho y de derecho y escrita. Es decir, sí puede suspenderse una DI que no solamente se ha proclamado, sino que se ha firmado en documento solemne con cierto garbo histórico, cuyo contenido se encuentra aquí y que, por cierto, no prevé plazo de carencia, de forma que este es una decisión del Govern.

Para acabar de zanjar este asunto de la dilación, considérense las posibles consecuencias de una DI sin suspensión. El Estado/gobierno, en su habitual simpleza, tenía preparados dos planes para la solución dicotómica que preveía: el Parlament proclama la DI o no lo hace. Si lo primero, se consideraría legitimado para aplicar el 155 e intensificar la represión. Si lo segundo, mantenimiento de la situación actual que, en definitiva es, como dice la DI escrita, un estado de excepción no declarado. 

Pero, ¿y si hay DI pero no hay DI porque queda aplazada a una mediación? Para algo tan complicado el gobierno no tenía plan, así que se reúne hoy a primera hora por si el Espíritu Santo, al que cree del PP, lo ilumina sobre qué hacer con estos escurridizos catalanes. Pero no hay Espiritu Santo que pueda aconsejar a gente tan obtusa. Rajoy se escondió tras la vicepresidenta que recitó la doctrina del jefe con tan impávido atrevimiento que solo puede provenir de una mente presa del delirio. 
 
Haciendo de menos a Iceta, Sáenz de Santamaría sostuvo que no había habido DI porque tampoco había habido Referéndum (recuérdese, "ese referéndum no va a celebrarse") como tampoco hubo 9N en 2014. Esto se llama contumacia en la negación de la realidad. Es tan penosa la situación que no da ánimos ni para bromear sobre qué decidirá el gobierno, reunido hoy de urgencia, sobre una DI que no se ha producido. Es un misterio. Como el del Espíritu Santo, por lo demás. 

Tan desesperado está Rajoy -a quien aún no se le ha ocurrido dimitir ante el desastre que ha organizado- que se ha reunido en conciliábulo con Sánchez, a quien a su vez ya no se le ocurre pedir la dimisión de Rajoy como antes, no sea que el otro se vaya y le toque a él gestionar un marrón del que tiene tan poca idea como su antecesor. Quizá decidan ambos formar un gobierno de concentración al que, sin duda, llamarán a Rivera y hasta es posible que a Iglesias aunque es poco probable porque todavía no se fían del todo de él. Y hacen mal. Está loco por ser parte de la solución, ya que no puede ser La Solución.

Un gobierno de salvación nacional frente al separatismo catalán tiene buena venta electoral, pero no ayuda nada a decidir la espinosa cuestión: ¿se aplica o no el 155? Los tres partidos dinásticos consideran esta posibilidad. ¿Y la legislación de excepción del 116? Lo mismo. El recurso a medios represivos extraordinarios tiene el inconveniente de que ya están aplicados de hecho y habría que intensificar la presión, quizá con detenciones y encarcelaciones que suscitarían más resistencia social y no serían presentables en el exterior.

De algo podría servir un gobierno de unión nacional que expresamente renunciara al 155, al 116 y restituyera a la Generalitat las competencias que se le han usurpado. Podría servir para materializar una de las partes en una hipotética negociación con la otra parte, la Generalitat, con mediación internacional. Porque, diga lo que diga Borrell, esta no solo es conveniente sino imprescindible y, sobre todo, me temo, inevitable, dada la debilidad de la posición española en lo internacional. La cuestión más espinosa es la exigencia catalana inicial de que la negociación sea de igual a igual. Y eso no es que rompa España, como vociferan los franquistas, sino que rompe la idea misma de España, de nación española. 

El Estado ha sido incapaz de resolver una crisis constitucional de esta envergadura debido a un gobierno cuya estulticia solo es comparable a su incompetencia y corrupción. Su colapso se produce con la aparición del último factor: la internacionalización del conflicto. Mil periodistas internacionales cubrieron la sesión parlamentaria y los medios de todo el mundo llevaron la DI de un pequeño país que mucha gente no sabía en dónde estaba, a todas las portadas y todos los noticieros. El discurso de Puigdemont fue global, cosa que no ha sucedido jamás a Rajoy o al Rey quien, por cierto, está saboreando el levantisco resultado de su pasada y beligerante arenga.

Quienes vieron ayer la comparecencia de Puigdemont comprobaron cómo ascendía por la escalinata, solo, ante una auténtica muralla de flashes. Ahora, echen la moviola hacia atrás. Se trata de un hombre a quien en enero de 2016 apenas conocía nadie, salvo sus familiares, amigos, conmilitones políticos y... Mas. Este hombre casi anónimo se comprometió a cumplir una hoja de ruta que llevaría a Cataluña desde el resultado de las elecciones de diciembre de 2015 a una situación cap a la indèpendencia, mediante un referéndum que se celebraría en 18 meses hiciera el Estado lo que hiciera. 
 
Y así ha sido. Rajoy y sus monaguillos son hoy los únicos en el mundo que niegan la existencia del referéndum con la misma eficacia con que afirman que la DI no tendrá efectos jurídicos. En lugar de dimitir y tomarse unas vacaciones con terapia incluida. Aquel hombre anónimo hizo el referéndum en condiciones increíbles, ha proclamado la DI y ha derrotado al Estado sin perder la sonrisa y el buen humor. 

Porque no ha sido él. Ha sido el pueblo de Cataluña.
 

Por una vez en la vida, piensen con la cabeza, si la tienen, en vez de con el intestino grueso.
 
El nacimiento de la República Catalana
 
Mi artículo en elMón.cat. Bueno, pues ya está. Tenemos República Catalana. La comparecencia de Puigdemont (quien, por cierto, descarga sus nervios con tuits modernistas, al estilo de Rubén Darío) fue clara y catalana. Asume el mandato del referéndum del 1 de octubre y proclama la independencia de Cataluña en forma de República. Acto seguido, en "un solo acto", como dicen los administrativistas, in ictu oculi, como dicen los latinistas, suspende su eficacia por un breve plazo en procura de una mediación internacional. De inmediato se ha generado la polémica. 
 
Los puristas, decepcionados, hablan de traición. Siempre hay algún "izquierdista" a quien le parece que no inmolarse en nombre de la revolución es un pecado. Y gente malévola, escépticos revenidos para quienes estaba claro desde el principio que los independentistas se achantarían. No merece la pena discutir con estos caballeros. La prueba del nueve del movimiento de Puigdemont y su validez es la aceptación de la CUP que explícitamente han dado su apoyo, aunque les duele. 
 
Pero más les dolería una intervención militar (o sea, de la Guardia Civil) que echara todo por tierra y que aún no está descartada del todo. En cualquier caso, los tres partidos independentistas, esos que el zangolotino Casado quiere ilegalizar, han firmado la Declaración de Independencia. Por cierto, esta declaración no habla de aplazar nada.

Cataluña es ya republicana.

El texto en versión castellana.
 

El nacimiento de la República Catalana


Llegar hasta aquí, hasta el momento en que Cataluña declara su independencia ha costado mucho trabajo, mucha voluntad, mucho tesón de muchos durante muchas generaciones. La marcha de Cataluña hacia la República arrancó hace años, siglos, a partir de la frustrada de Pau Claris en el siglo XVII. Desde entonces el país ha sobrevivido arrinconado en un ángulo de España, menospreciado, sometido y humillado a partir de su conquista por las tropas borbónicas en 1714 y la supresión de sus instituciones de autogobierno, su cultura y su lengua.

Sin embargo, el intento de homologación y asimilación a Castilla a partir de aquella derrota, que ha servido para simbolizar la idea nacional catalana, fracasó repetidamente ante la resistencia callada pero profunda de una sociedad que se negaba a desaparecer. Lo que mantuvo viva la llama de la conciencia nacional catalana a través de los siglos fue la voluntad de su pueblo, la firme determinación de sus habitantes de conservar su identidad generación tras generación. Por tenebrosos que llegaran a ser los tiempos, siempre, en todo momento, se ha mantenido viva la vieja aspiración de volver a ser lo que fue y la han mantenido sus hijos e hijas.

A partir del siglo XIX, una conciencia europea segura de sí misma y de los cambios que la modernidad había traído a las anquilosadas sociedades del continente, se permitió el lujo de alimentar el nacionalismo con el fin de acomodar las estructuras políticas estatales a la cultura y los pueblos que las componían. Surgió así un nacionalismo que en España permitió a los catalanes fundamentar sólidamente sus raíces, sus tradiciones culturales y su identidad, siempre que lo hicieran en términos meramente simbólicos e inocuos. EL principal valedor del catalanismo cultural en España fue el ultrarreaccionario Menéndez Pelayo, discípulo de Milà i Fontanals, uno de los padres de la Renaixença.

La conciencia de que las vías meramente culturales eran insuficientes para garantizar una unidad nacional perpetuamente amenazada por un Estado español arbitrario y confuso en decadencia espasmódica desde hacía siglos, llevó a los nacionalistas catalanes a preferir las vías políticas. Y aquí, la respuesta del Estado dejó de ser amistosa y se tornó inamistosa y hostil en un primer momento (la Ley de Jurisdicciones y la dictadura de Primo de Rivera, que suprimió la Mancomunidad), provocando la primera reacción claramente independentista del Estat Catalá.

El independentismo catalán durante la II República fue una de las dos motivaciones de la sublevación de los militares facciosos en contra del gobierno y con ayuda de las fuerzas monárquicas y fascistas que dieron lugar al “nacional-catolicismo”. La otra fue la República misma como forma de gobierno y la llamada “cuestión social”. Fue por tanto una rebelión militar con un objetivo colonial-territorial (sojuzgar Cataluña) y social-clasista (quebrar el espinazo a la clase trabajadora) y ambos se consiguieron plenamente y abrieron un largo y oscuro periodo en la historia de España, al final del cual se trató de contener la esperable explosión independentista catalana, con unas concesiones territoriales en una Constitución que no llegaba ni de lejos a satisfacer las aspiraciones de Cataluña.

Otros cuarenta años más tarde el último fracaso de la transición, coincidente con una crisis financiera en lo exterior y un gobierno típicamente franquista, nacional-católico y de extrema derecha, ha dado paso, por fin a una declaración de independencia. El objetivo que empezaban a vislumbrar los alzados contra Castilla en el siglo XVII.

El relato que resta es el que resumió Puigdemont en su comparecencia de ayer. El recorte de contenido del Estatuto reformado de 2006 y su posterior vaciamiento a manos del Tribunal Constitucional, a pesar de haber sido refrendado por la mayoría de los catalanes fue vivido por Cataluña como un humillación. La última.

A raíz de aquella se abrió paso la exigencia referendaria que se inició en Arenys de Munt en 2009, siguió en otros lugares, se concentró el 9N de 2014 y se coronó finalmente en el referéndum del 1 de octubre pasado. En un clima de represión, coacción y violencia brutal del Estado, votaron más de 2.200.000 personas, el 90% a favor de la independencia.

Del 1 de octubre salió un claro mandato en favor de una República Catalana independiente que el Parlament aceptó. En el mismo acto, sin embargo, la declaración de independencia quedó en suspenso en un plazo indeterminado (aunque breve) en procura de la necesaria mediación internacional que impida la reacción represiva y violenta del Estado español y garantice una transición ordenada y pactada con este hacia la independencia, en aplicación de la Ley de Transitoriedad.

Se trata de un movimiento táctico que no por esperado ha resultado menos desconcertante para muchos. Los más cerriles opositores a la independencia (PP y C’s) han entendido claramente el mensaje: queda proclamada la República Catalana y neutralizada la capacidad de reacción del Estado español que, una vez más, vuelve a hacer el ridículo ante este movimiento, sin poder emplearse a fondo en la represión, con sus fuerzas de ocupación, sus tanques de agua, sus barcos militares en los puertos y las bandas de criminales nazis que lanza a las calles a apalear demócratas.

Los de Podemos y el PSC tratan de mantener la ambigüedad y sostienen que no ha habido DI y, por lo tanto, ellos tenían razón y debe seguirse con su propuesta de etéreas mesas de diálogo entre fuerzas españolas en las que nadie cree; en el fondo, ni ellos, a quienes todo este proceso ha pillado con el paso cambiado.

La prueba del nueve de la eficacia de este giro táctico es la actitud de la CUP. Alegremente mohínos, subrayando la importancia de sus concesiones, los de la CUP dan su respaldo a esta vía táctica de hacer posible en un plazo breve y con garantías el objetivo estratégico que aprobó el Parlament por mayoría absoluta: la independencia de Cataluña en forma de República.

Pau Claris, Macià y Companys estaban presentes en el Parlament de Cataluña.
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED

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